10 obras ridículas del arte conceptual

10 obras ridículas del arte conceptual

Ana Pazos

Fotogalería

Hasta hace poco más de un siglo, los museos eran lugares solemnes y silenciosos en los que, por lo general, sólo podían apreciarse pinturas y esculturas. Sin embargo, después de que Marcel Duchamp —bajo el seudónimo de R. Mutt— presentara un urinario en la galería 291 de Nueva York, aduciendo que se trataba de una obra de arte, estos recintos sufrirían una sacudida que aún puede sentirse. La ocurrencia de Duchamp dio origen a un movimiento de rebeldía contra los museos tradicionales: los artistas pedían nuevos espacios, querían utilizar técnicas o materiales nunca antes vistos y salir a las calles para invitar a los espectadores a ser partícipes de sus obras. Fue así como nació el arte conceptual.

Urinario de R. Mutt (Marcel Duchamp)

Sus exponentes consideran que lo más importante en una obra de arte no es el objeto físico, sino los conceptos e ideas que se crearon con base en él. Así, arte puede ser una mesa después de que los comensales se han ido porque los restos de comida en sus platos son “una muestra de la cultura del desperdicio en la sociedad capitalista”. Incluso sería posible decir, como un personaje inspirado en Yoko Ono en un capítulo de The Simpsons, que “un sombrero lleno de perfume con una ciruela flotando en medio” es arte, si un buen número de críticos, artistas y curadores respaldan tal opinión. Entonces, ¿cualquier cosa puede ser arte, siempre y cuando represente un concepto?

Durante los años sesenta y setenta, el arte conceptual denunciaba el despilfarro, el puritanismo, la guerra y la discriminación. Los artistas estaban cansados de que sus obras fueran tratadas como simples objetos comerciales y se las ingeniaron para volverlas invendibles. Fue así como surgieron nuevas maneras de crear arte, como el performance y la instalación artística, que se caracterizan por ser efímeros; en ambos casos, lo único que puede hacerse es documentar la obra con fotografías o videos, de modo que no existe nada susceptible de ser vendido. ¿Alguna vez han visto una película proyectándose en la pared de un museo junto a un montón de chatarra? Bueno, pues eso es una instalación artística. Y, aunque tal vez dicha propuesta haya resultado interesante durante la época de los hippies, hoy es común encontrar en los museos copias descaradas de los trabajos que se hicieron entonces.

Por otro lado, cabe decir que la revolución del arte encontrado —que comenzó a principios del siglo XX con el urinario de Duchamp— fue novedosa en su momento, pero ¿sigue teniendo valor la descontextualización de planchas, teléfonos o ruedas de bicicleta más de cien años después?

A pesar de la falta de originalidad de las últimas décadas, resulta innegable que el arte conceptual ha parido muchas obras valiosas. Las instalaciones del francés Christian Boltanski son inquietantes y bellísimas, y las esculturas en hielo de la artista brasileña Néle Azevedo constituyen un poderoso recordatorio del calentamiento global. La videoartista Mariko Mori diseña estructuras semejantes a naves espaciales, en cuyo interior se proyectan imágenes que envuelven al espectador en la fantasía de un viaje intergaláctico. Y qué decir de la venus del arte conceptual, la “Venus de los trapos”: una figura femenina de yeso inspirada en la famosa escultura griega, pero que le da la espalda a los espectadores y enfrenta una montaña de viejos textiles —según su autor, Michelangelo Pistoletto, “la obra constituye una crítica al carácter elitista del arte y al culto a la belleza sacada del tiempo y el espacio concretos”.

Christian Boltanski, 'Teatro de sombras', 1985

Christian Boltanski, Teatro de sombras, 1985.
Cortesía de https://blog.artsper.com/

'1000 hombres derritiéndose', Néle Azevedo, 2009

1000 hombres derritiéndose, Néle Azevedo, 2009.
Cortesía de http://www.katarte.net/

Mariko Mori, 'Wave UFO', 2003

Mariko Mori, Wave UFO, 2003.
Cortesía de https://publicdelivery.org/

Michelangelo Pistoletto, 'La Venus de los trapos', 1967

Michelangelo Pistoletto, La Venus de los trapos, 1967.
Cortesía de https://www.elmundo.es/

Sin embargo, en esta galería no presentaré obras en las que sea posible encontrar verdadera denuncia y crítica social, ni trabajos que sobresalgan entre los miles de refritos y pastiches conceptuales, sino propuestas de calidad cuestionable —e, incluso, francamente risibles— que los pondrán a reflexionar acerca de los extraños criterios que imperan en el negocio del arte.

Antes de mostrarles la selección de las que, para mí, son las peores obras de arte conceptual, les comparto un par de preguntas para reflexionar: ¿se necesita talento para hacer arte? y ¿los objetos fabricados en serie adquieren valor por el simple hecho de ser conceptualizados?

10. Félix González Torres, Sin título, 1991.
Una pila de hojas de papel con dos círculos impresos en color oro es todo lo que los espectadores encontrarán. Cada visitante podrá llevarse una hoja —que será sustituida— para “simbolizar los actos de pérdida y regeneración”. ¿Una idea simplona o genial? Ustedes deciden.  

Félix González Torres, 'Sin título', 1991

9. Gabriel Orozco, Caja de zapatos vacía, 1993.
¿Qué opinan de la obra que presentó este artista mexicano en la Bienal de Venecia? Está llena de significado, ¿no?

Gabriel Orozco, 'Caja de zapatos vacía', 1993

Cortesía de eluniversal.com.mx

8. Damien Hirst, Puntos de colores, 1986.
Dato enervante 1: El autoproclamado “artista” ni siquiera pintó los dichosos círculos, pues sus ayudantes hicieron todo el trabajo. Dato enervante 2: una de las obras de esta serie se vendió en un millón de dólares.

Damien Hirst, 'Puntos de colores', 1986

7. Salvatore Garau, Io sono, 2020.
Esta “escultura invisible” fue vendida en 18,500 dólares. Según su autor, “El vacío no es más que un espacio lleno de energía y, aunque lo vaciemos y no quede nada, según el principio de incertidumbre de Heisenberg, esa nada tiene un peso”. ¿Palabras vacías para describir la falta de talento?

Salvatore Garau, 'Io sono', 2020

6. Christopher Wool, BLUE FOOL, 1955.
¿Quién fue el tonto que pagó casi 5 millones de dólares por esto?

Christopher Wool, 'BLUE FOOL', 1955

Cortesía de https://list25.com/

5. Mauritzio Cattelan, Comediante, 2019.
En mi opinión, un plátano pegado a la pared no tiene nada de gracioso, aunque sea considerado una “pieza de arte humorístico”. Lo risible es que dos personas hayan pagado 120 mil dólares por sendos plátanos de treinta centavos. ¡Ese Cattelan es un loquillo!

Mauritzio Cattelan, 'Comediante', 2019

4. Yoko Ono, Apple, 1966.
Mucho antes de que Mauritzio Cattelan presentara su controversial plátano, Yoko Ono tuvo la idea de convertir una manzana en una “obra de arte” para “disfrutar el proceso de descomposición de la fruta y decidir si ésta sería reemplazada o simplemente se recordaría su belleza una vez que hubiera desaparecido”.

Yoko Ono, 'Apple', 1966

Cortesía de https://edition.cnn.com/

3. Karin Sadner, Kitchen Pieces, 2021.
La originalidad continúa con esta obra que nos invita a reflexionar sobre nuestra finitud al contemplar la descomposición de algunas frutas y verduras clavadas en la pared. Una idea tan novedosa como las obras con temática memento mori que se originaron en la antigua Roma.

Karin Sadner, 'Kitchen Pieces', 2021

https://www.hoyesarte.com/

2. Eugenio Ampudia, Try not to think so much, 2018.
Me queda claro que Ampudia no tuvo que pensar demasiado para crear esta obra.

Eugenio Ampudia, 'Try not to think so much', 2018

1. Martin Creed, Work No. 629, 2007.
¿Les parece provocadora, estética o disruptiva esta bola de papel?

Martin Creed, 'Work No. 629', 2007

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