La historia de las personas que construyeron la industria cinematográfica parece ser, en ocasiones, el guión perfecto para una película. Te invitamos a conocer la vida de Alice Guy Blaché, una mujer imprescindible para el cine tal y como lo conocemos en la actualidad.
La historia del séptimo arte está constituida por una multiplicidad de pequeñas historias. Algunas de ellas son más bien comunes, otras sensacionales, y algunas más realmente espectaculares. En otras ocasiones, la realidad ha superado la ficción. Y es que si bien se reconoce que la industria cinematográfica comenzó con los hermanos Lumière y con Georges Méliès, el paso del tiempo ha hecho que otros pioneros, igual de fundamentales, sean olvidados. Ése es el caso de la primera mujer directora de cine, que además es considerada la inventora del cine de ficción: Alice Guy-Blaché.
Alice Ida Antoinette Guy nació el primero de julio de 1873 en Saint-Mandé, una pequeña comunidad a las afueras de París. Pasó los tres primeros años de su vida con sus abuelos en Suiza, y cuando tenía cuatro sus padres la llevaron a vivir a Valparaíso, en Chile. En esta ciudad, su padre, Émile Guy, dirigía un próspero negocio de venta de libros; fue ahí, en el comercio paterno, donde rodeada de literatura la niña tuvo su primer encuentro con la ficción y la narrativa. Pero sus padres, empeñados en que Alice tuviera una educación europea, y específicamente franco-jesuita, la mandaron de vuelta a Francia para estudiar junto con sus hermanas en un convento de monjas. Seis años más tarde, las cosas comenzaron a ir mal en el negocio familiar; su padre quedó en bancarrota y, como consecuencia, Alice y sus hermanas dejaron el colegio jesuita por una escuela más austera. En 1893, el padre de Alice murió, abatido por las deudas y la enfermedad.
Debido a la difícil situación financiera, su madre consiguió un empleo como directora de maternidad en una asociación mutualista —grupos creados por los sindicatos industriales para apoyar a los trabajadores—, pero renunció meses después. Sin embargo, mantuvo amistad con el secretario general del sindicato, quien sugirió que Alice tomara clases de mecanografía y taquigrafía.
En 1894, cuando Alice tenía veintiún años, su profesor de taquigrafía le sugirió postularse como secretaria de Léon Gaumont —inventor y empresario francés, uno de los pioneros, al mismo tiempo que uno de los primeros inversionistas, en la industria del cine— en la Compañía General de Fotografía dirigida por Félix-Max Richards.Durante la entrevista, Gaumont estaba indeciso debido a la juventud e inexperiencia de Alice, pero ella hizo gala de su notable inteligencia y consiguió el empleo. Así comenzó su historia en la industria cinematográfica.
Un año más tarde, cuando los hermanos Lumière presentaron su cinematógrafo al mundo, Alice, que había asistido a varias de las proyecciones privadas, apuntaba sobre ellos —según escribiría en su autobiografía— que “no tuvieron la capacidad de ver las posibilidades educativas o de entretenimiento que tenían las cintas”, pues estaban más interesados en las dimensiones técnicas de su invento.
Además de haberse formado como secretaria, Alice incursionó en el teatro, aunque de forma amateur, y también tomó clases con el fotógrafo vanguardista Frederic Dellaye, de quien aprendió varios trucos técnicos. Gracias a este bagaje fue que vio en el cinematógrafo una oportunidad para desarrollar nuevas formas de contar historias y de poner en práctica lo que había aprendido en sus clases de fotografía.
Después de ver la escena cómica de L’arroseur arrosé —El regador regado (1895)— hecha por Louis Lumière, la joven le propuso a Gaumont realizar pequeñas escenas teatrales con el equipo fílmico de la compañía; ella se encargaría de escribirlas y las montaría con ayuda de algunos amigos. La propia Guy señaló que si el futuro de las imágenes en movimiento hubiera sido previsto en ese momento, quizá nunca habría obtenido el consentimiento para llevar a cabo sus primeras películas, pues la juventud, la inexperiencia y el género conspiraban en su contra. Felizmente, la historia fue muy distinta.
Gaumont, que para ese entonces ya había formado su propia empresa, aceptó la propuesta de Alice y puso como única condición que realizara el proyecto durante su tiempo libre; además, ante el entusiasmo de la joven, decidió prestarle una casa que se encontraba cerca de la fábrica de aparatos fotográficos. En 1896, con la venia y el apoyo obtenidos, Alice Guy realizó su primer film: La fée aux choux —El hada de las coles.
La fée aux choux fue la primera de una serie de variaciones que Guy hizo sobre un cuento popular europeo, según el cual los bebés nacen de las coles y las hadas los entregan a sus padres. Sage-femme de première classe —Partera de primera clase (1902)— fue su siguiente trabajo fílmico, el cual, según algunos historiadores, inaugura propiamente el cine de ficción, pues tiene un línea narrativa más clara. Esta segunda película trata sobre una pareja que decide ir con las hadas a comprar un bebé; el hada, o la vendedora de bebés, los lleva a un jardín lleno de coles gigantes y les muestra varios bebés que va sacando de las coles; al final, la pareja elige a un recién nacido y parte con él.
Pero además de introducir arcos narrativos en las filmaciones —hasta ese momento tanto los hermanos Lumière como Méliès se habían limitado a grabar escenas de la vida cotidiana—, Alice exploró nuevas posibilidades técnicas al tiempo que filmaba sus historias: descubrió cómo usar películas filmadas al revés, cómo servirse de tomas en cámara lenta y en cámara rápida, la utilidad de la doble exposición y la técnica para hacer fade outs, entre varias cosas más.
Eventualmente, Gaumont se dio cuenta de todas las posibilidades comerciales y mercantiles que las películas podían ofrecer, así que decidió realizar y comercializar cintas para el entretenimiento del público. Alice, que ya había adquirido amplia experiencia —realizaba cerca de dos películas por semana—estuvo al frente de la producción fílmica durante once años. De tal modo continuó su aprendizaje sobre la industria, la producción y la dirección cinematográfica; respecto a esto último, notó que el director debía poner gran cuidado en los escenarios y al elegir a los actores, así como prestar atención a la decoración, a los vestuarios, a los muebles, pero también a la edición y al montaje.
En 1907, Alice se casó con Herbert Blaché, un joven camarógrafo inglés que trabajaba con Gaumont, y enseguida la pareja se mudó a Cleveland, pues el primero envió al segundo a promover sus inventos al otro lado del Atlántico. En los Estados Unidos, Alice fundó su propia compañía productora —Solax Company—, que ella misma dirigía, por lo que se convirtió en la primera mujer al frente de una empresa cinematográfica. Durante este periodo, su trabajo se diversificó y abarcó obras de ficción, películas históricas —entre ellas varios westerns y películas sobre la Guerra Civil—, melodramas y filmes que exploraban problemáticas éticas y raciales —cabe señalar que Guy fue la primera directora en contar con afroamericanos dentro de un elenco. Con Alice Guy al mando, Solax llegó a ser una de las compañías cinematográficas estadounidenses más importantes antes del surgimiento de Hollywood.
Lamentablemente, el matrimonio de Guy se iría desgastando poco a poco, y algunos rumores sugieren que esto se debió a que Herbert solía sentirse opacado por su esposa. Cuando se divorciaron, en 1922, Alice volvió a Francia y se llevó con ella a sus hijas, pero no pudo encontrar un trabajo en la industria del cine, ni con Gaumont ni en las demás compañías. En 1927, regresó a los Estados Unidos y comenzó a escribir cuentos para niños y a dar conferencias sobre cine. Nunca más volvió a dirigir películas.
Así, tristemente, esta pionera de la industria fílmica fue poco a poco olvidada; de hecho, el diario Temps publicó en 1933 que Germaine Dulac había sido la primera directora de cine en Francia, lo que llevó a Alice a comenzar una lucha para reclamar el gran rol que ella había desempeñado en la cinematografía mundial. Al final, el tiempo haría que su papel fuera reivindicado. En 1958 fue condecorada por el gobierno francés con la medalla de La Legión de Honor. Sin embargo, con el paso de los años su salud se deterioró a tal punto que no podía recordar nada, pues padecía una severa amnesia. Alice murió en los Estados Unidos a la edad de noventa y cinco años. Afortunadamente, un nuevo documental sobre su vida —llamado Be Natural!, el lema de Solax, su casa productora— ha tratado de rendirle el honor que merece.
Hoy en día sabemos que Alice Guy Blaché, la mujer que incursionara en el cine como secretaria de Gaumont, fue la gran visionaria a la que debemos, en gran medida, el inicio del cine.