
Las experiencias estéticas, aquellas que tenemos al observar una pintura o escuchar una pieza musical, involucran sensaciones que captamos con alguno de nuestros cinco sentidos. Sin embargo, existe un tipo de arte creado para ser apreciado con dos o más sentidos al mismo tiempo. En este artículo, conoce más sobre cómo escuchar colores y ver sonidos en el arte psicodélico.
¿Alguna vez te has preguntado si es posible escuchar un color? Y si lo fuera, ¿cómo sonaría el amarillo? Yo lo imagino agudo y chillón. ¿Y el negro? Probablemente tendría un tono grave y sombrío. El rosa sin duda recordaría a una melodía dulce y tranquila, como una canción de cuna; el verde, al eco de la propia voz resonando en la cima de una montaña. Uno podría escuchar durante horas la armonía del azul celeste, tan distinta de la monotonía del gris o de la cacofonía del café. El silencio del blanco llevaría al escucha a un lugar lleno de paz; mientras que la música poderosa y llena de energía que evoca el rojo seguramente lo haría bailar y saltar como en un concierto de rock.
Y hablando de música, ¿ésta se puede observar? Es decir, ¿sería posible visualizar cada nota y cada escala a través de colores o formas? Tanto escuchar un color como ver un sonido son experiencias sinestésicas. Y la sinestesia es un fenómeno neurológico caracterizado por la interferencia entre dos o más sentidos; por ejemplo, la vista y el oído, o el oído, la vista y el gusto. En algunos casos, los estados sinestésicos pueden producirse mediante la ingestión de drogas como la mescalina o la dietilamida de ácido lisérgico, comúnmente conocida como LSD. Una persona que se encuentra bajo los efectos de estos psicoactivos establece una correspondencia directa entre la música y las tonalidades, al percibir los colores como sonidos y viceversa.
El arte psicodélico [1] surgió en los años sesenta en estrecha relación con el movimiento hippie y la contracultura por la necesidad de plasmar, especialmente en las artes visuales y en la música, las experiencias sinestésicas inducidas por el LSD u otras drogas psicotrópicas. En su vertiente musical, el arte psicodélico dio lugar al rock psicodélico, o rock ácido, en el que se intentaba replicar y potenciar los efectos alucinantes del LSD utilizando instrumentos de otras tradiciones musicales y culturales, como la cítara, o nuevas técnicas de grabación. Otra manifestación importante se vio en el empleo que la industria de la música popular hizo de las imágenes: en las portadas de discos o en los logotipos de las bandas aparecían colores brillantes y patrones caleidoscópicos que no escatimaban en detalles ni estilización.
Tan fértil fue la relación entre la música y lo visual que numerosos grupos incluyeron colores en sus nombres: Deep Purple, King Crimson, Pink Fairies, Pink Floyd, Purple Image, Golden Dawn o Red Crayola son sólo algunos ejemplos. Todo esto da testimonio de que el rock de los años sesenta y principios de los setenta fue concebido junto con un discurso visual; es decir, fue un tipo de rock fundamentalmente sinestésico.

Portada del álbum The Parable of Arable Land de Red Crayola
(Se desconoce si lo derechos pertenecen al grupo, a la compañía disquera o al artista, por lo que su uso no comercial en esta web puede calificarse como Fair use)
Pero la psicodelia de las imágenes que servían como pósters de conciertos, portadas de discos o de revistas underground —o la psicodelia de los shows de luces durante los conciertos de rock— no reflejaba únicamente los estados alterados del LSD, también servía como un medio para simbolizar los ánimos de protesta y los impulsos contraculturales que imperaban en esos años. No debemos olvidar que este tipo de arte emergió en una época en la que se intensificó el activismo en pro de los derechos civiles, la liberación femenina y la libertad sexual, que además se caracterizaba por el descontento frente al orden político y, especialmente, ante la intervención militar de los Estados Unidos en Vietnam.
La psicodelia, por otro lado, no ha muerto. Desde inicios de la década de los noventa, varios artistas contemporáneos han encontrado en las drogas psicotrópicas y sus efectos sinestésicos una inmejorable fuente de inspiración. Más allá de utilizar estas sustancias para detonar la creatividad, en el arte psicodélico actual la protesta contracultural ha dejado lugar a la actividad introspectiva: lo que se pretende ahora es la unión entre el cuerpo, la mente y el espíritu, y las obras psicodélicas buscan reflejar este perfecto equilibrio. Tal es el caso de los artistas estadounidenses Alex Grey y Eric Nez —este último, además, practica yoga y consume plantas medicinales en lugar de drogas semisintéticas para enmarcar sus obras en una estética trascendental.

Alex Gray, Gaia, 1989.
La espiritualidad y los misterios de la psique también han sido explorados en las obras del artista iraní Pouyan Khosravi. Después de una profunda experiencia mística en la India, decidió crear diseños digitales basados en estados sinestésicos, que tratan principalmente sobre las profundas revelaciones de la meditación y del conocimiento místico.
Y desde luego, aún en la actualidad, la música y el arte psicodélico siguen estrechamente vinculados. En todo el mundo se organizan festivales masivos que duran días —o semanas, en algunos casos— y que generalmente se llevan a cabo al aire libre, en bosques, reservas naturales y otros lugares alejados del caos citadino. Ejemplos de dichos festivales son el Wakarusa, Electric Forest, Sonic Bloom, Rootwire, Trinumeral, Bear Creek, Motion Notion y el Geoparadise. Los asistentes acampan durante el tiempo que dure el evento y se preparan —generalmente con psicotrópicos— para vivir experiencias introspectivas intensas, ayudados por la fusión de los campos energéticos de la música y la naturaleza. A través de espectáculos de color —tanto visuales como sonoros—, la percepción y las sensaciones de los participantes se potencializan y dan como resultado una suerte de euforia colectiva que tiene como fin último liberar al espíritu de las ataduras de la conciencia.

Electric Forest Festival – Rothbury, MI, USA
(Foto: Global Stomping, bajo licencia Creative Commons)
Ahora que conoces las relaciones entre el arte psicodélico y la sinestesia, puedes intuir —sin necesidad de consumir sustancias psicotrópicas y quizá sólo de manera metafórica— el sonido de los colores en la portada del álbum In the Court of the Crimson King, de King Crimson, o en el Parable of Arable Land de Red Crayola. Y mejor aún, tal vez si al mismo tiempo escuchas algunas de sus canciones, podrías visualizar la gama cromático-sonora que las inspiró.

[1] El término “psicodelia” fue acuñado por el psicólogo británico Humphry Osmond en 1957 para referirse a la manifestación de la mente o el alma.