Una inteligencia artificial, ¿puede crear arte? Sabemos que estas creaciones tecnológicas buscan replicar los procesos racionales del cerebro humano para automatizar tareas y resolver problemas a partir de la información que reciben —así funcionan los chatbots de algunos servicios bancarios en línea, por ejemplo—; pero, una inteligencia artificial (IA), ¿en verdad es capaz de replicar el proceso creativo propio de un ser humano y así crear arte?
A últimas fechas, se han popularizado diversas herramientas de IA que, a partir de palabras en inglés que puedes escribir en su buscador, son capaces de generar imágenes nuevas y originales —hago énfasis en lo de “originales” porque no son como los resultados de una búsqueda en Google, con imágenes previamente catalogadas—; otras plataformas, como Midjourney o Dall-e, generan imágenes que no existían antes a partir de descripciones que tú le proporcionas y que se llaman prompts. Un ejemplo de lo anterior es esta imagen, obtenida con OpenAI.
A primera vista, los resultados podrían parecernos interesantes e innovadores; pero si los analizamos con detenimiento, nos daremos cuenta de que en realidad son collages de distintas imágenes de una base de datos que la IA fusionó en respuesta a las palabras propuestas. Son originales y llamativas, sin duda; pero, ¿pueden considerarse arte? Yo opino que no, precisamente porque no hay un artista detrás de ellas y porque ni la persona que escribe las palabras ni la IA que genera las imágenes suplen el papel de éste; los artistas no somos “generadores de imágenes” y mucho menos de imágenes vacías que no tienen ninguna justificación ni razón detrás de ellas, más que representar un conjunto de palabras aleatorias.
El valor de la imagen que percibimos como obra de arte —creada por un artista de carne y hueso— radica en su autenticidad, en lo que significó para el artista pintar ese cuadro, lo que vivió e inspiró su obra, su historia personal, sus reflexiones, sus emociones, su proceso creativo, todos los fallos que tuvo previamente y el modo en que los fue superando para llegar al resultado que buscaba.
Cuando vemos una obra auténtica, sea del estilo que sea, no la admiramos sólo porque sea “original” en el sentido de que es diferente a lo ya existente, sino que valoramos el hecho de que representa la unicidad del artista que la creó; es decir, su cualidad de ser irrepetible y singular, algo inherente a su humanidad.
Todos los seres humanos somos únicos y cada uno tenemos una forma particular de percibir la realidad y de expresarla. Cuando conocemos lo que hay detrás de una obra, nos podemos identificar, podemos empatizar y conectar con un pedazo del alma del artista y formar parte de un proceso creativo completo. Esto es lo que realmente podemos llamar arte.
Alguien me podría refutar: “Sí, pero una imagen generada por una IA ya ganó en septiembre de 2022 un concurso de arte digital”. Y, en efecto, eso ya sucedió: la imagen 2, generada con las palabras “Opera Theater in Space”, ganó el primer lugar en la Feria de Arte Estatal de Colorado, en los Estados Unidos, y su autor —o, más bien, la persona que escribió las palabras y mandó la imagen al concurso— se llama Jason Allen. Pero cabe preguntarse: ¿una medalla hace artista a Allen y logra que su obra sea verdadero arte? Al respecto existe una gran polémica, pues en la descripción de la obra se dice que fue creada usando Midjourney y luego retocada en Photoshop; algunos argumentan que los sinodales ignoraban que Midjourney es una herramienta de IA y que no debieron haberla aceptado en un principio.
Al enterarse de esta noticia, muchos artistas se indignaron y preocuparon por el futuro del arte y de su trabajo: empezaron a preguntarse si sus creaciones se volverían obsoletas y si ellos mismos serían sustituidos por una IA, con lo que se avecinaría el fin el arte. Pero ese mismo miedo ya había aparecido a mediados del siglo XIX, cuando surgieron las primeras cámaras fotográficas y se pensó que el trabajo de los artistas de retratar la realidad había terminado; hoy sabemos que, más bien, eso los liberó de la necesidad de tener que reproducir la realidad tal cual es y les permitió empezar a buscar lenguajes visuales propios.
Los impresionistas y las vanguardias artísticas de principios del siglo XX, por ejemplo, dieron un giro a la forma de hacer arte al innovar en técnicas, propuestas y conceptos que desembocaron en imágenes totalmente diferentes a las que se conocían anteriormente. Pero la originalidad no es lo único que hace que dichas obras sean arte, sino algo mucho más profundo que está detrás de ellas.
La razón por la que artistas como Monet, Picasso o Kandinsky se aventuraron a crear obras impresionistas, cubistas y abstractas, no fue por ser originales y pintar algo que no existiera antes; más bien, estas obras y los estilos artísticos fueron el fruto de procesos de reflexión, de búsquedas internas, del momento y del lugar en que les tocó vivir, todo lo cual se plasma en cada pincelada y en cada decisión que tomaron, desde la idea hasta la conclusión de la obra, para expresar una interpretación propia y personal de la realidad. En otras palabras, lo que hizo que trascendieran fue la autenticidad que se percibe y se refleja en ellas.
Amarillo, rojo, azul, Wassilly Kandinsky, 1925.
En conclusión, una IA nunca podrá sustituir al arte ni hacerlo obsoleto, pues los humanos necesitamos arte auténtico, genuino y humano en nuestras vidas para conectar con nuestra sensibilidad y expresar lo más profundo dentro de nuestro ser. El arte es inherente a nuestra naturaleza humana, es nuestro patrimonio histórico. Un verdadero artista no se va a conformar con escribir cinco palabras para sentir que la imagen generada por una IA es su auténtica expresión, y como espectadora no me llama la atención ir a un museo con obras generadas por IA: imágenes frías que no me dicen nada, por muy “originales” que sean.
Como cualquier otra innovación tecnológica, las herramientas de generación de imágenes con IA nos pueden servir como un medio para divertirnos o, incluso, como inspiración o desbloqueo creativo, pero nunca podrán ser un fin artístico en sí mismas. Artistas: ahora, más que nunca, demostremos el verdadero valor del arte y de nuestra forma única y auténtica de conectar como humanidad.