Cuando el ser humano se autoproclamó el rey de las especies, muchas de ellas comenzaron a sufrir las políticas del nuevo “gobernante”, que codiciaba sus pieles, su carne y, en especial, su hábitat. Las consecuencias de las acciones del predador continúan manifestándose en el mundo que, según la ONU, cada día pierde alrededor de 150 especies animales.
El rinoceronte negro de África occidental (Diceros bicornis longipes) fue declarado extinto en 2011. ¿El motivo? Una cacería desmedida para arrancarle los cuernos y venderlos en el mercado negro. Otro ejemplo en la interminable lista de especies desaparecidas es la foca monje del Caribe (Monachus tropicalis), desaparecida exclusivamente por la actividad humana.
Miles de animales disecados pueblan los museos de historia natural del planeta para dar constancia de que no fueron invenciones de un autor de ciencia ficción; otros sólo existen en dibujos, fotografías y documentales. ¿Llegará el día en que, como plantea la novela Sueñan los androides con ovejas eléctricas, todos los animales se hayan extinto y lo único que nos quede sean sus réplicas metálicas?
En este Trisquel presentamos a tres especies animales asombrosas que sólo se conservan en la memoria y en los libros de zoología…
Quagga
El quagga (Equus quagga quagga) era una subespecie de la cebra común, con pelaje color pardo rojizo en el lomo y en los cuartos traseros, y pelaje rayado en el cuello, la cabeza y la crin; el vientre y las patas los tenía completamente blancos. Al verlo, daba la impresión de que una cebra y un caballo hubieran sido unidos por la mitad para formar una criatura surrealista.
El quaggaera nativo del sureste de Sudáfrica. Su peculiar nombre deriva de la onomatopeya “kwa-ja-ja”, el ruido que hacen las cebras. Sin embargo, se dice que el sonido que emitía este animalera muy diferente al de las cebras, los caballos y los asnos, pues más bien se parecía al ladrido de un perro pequeño. Los últimos quaggas en cautiverio murieron entre 1793 y 1883 en distintos zoológicos europeos; los encargados de estos recintos para la exhibición y conservación animal mandaron traer más quaggas de África, pero la búsqueda fue inútil. Todos habían sido aniquilados por el valor de su carne y la belleza de su cuero.
El 12 de agosto de 1883 murió el último quagga del mundo en el Zoológico de Ámsterdam. De este espécimen en particular ni siquiera quedó registro fotográfico, ya que, en aquel tiempo, la fotografía era un arte en ciernes donde los objetos debían permanecer inmóviles frente a la cámara por largo tiempo para que las fotos no salieran movidas; algo difícil de conseguir cuando se trata de animales salvajes. No obstante, en 1870, Frederick York y Frank Haes lograron tomar las únicas fotografías de un quaggacon vida, el cual se encontraba en el Zoológico de Londres.
En 1987 se lanzó el Proyecto Quagga, que pretende restablecer la especie por medio de una forma de cría selectiva llamada breeding back. El historiador natural Reinhold Rau tuvo la idea al descubrir que era factible recuperar los genes perdidos del quaggaa partir del genoma de una cebra en Sudáfrica que presenta una peculiaridad: hacia la mitad del cuerpo, las rayas se desvanecen y los cuartos traseros son de color marrón liso. Rau también comprobó que el quagga no era una especie independiente de cebra, sino una subespecie de la cebra común, por lo cual la extinción podía “no ser para siempre”. En 2005, luego de cruzar varios ejemplares con las características deseadas, nació una cría que hasta ahora es lo más parecido a un quagga: un potrillo llamado Henry.
Sin embargo, varios zoólogos opinan que Henry no es más que una imitación del quagga; un ejemplar cuyo fenotipo —es decir, su expresión genética visible— es similar a la de la subespecie extinta, pero no una verdadera “resucitación”. Según dicen, un patrón de rayas y colores no hace a una cebra un quagga pues, además de la apariencia, el animal debe presentar determinados comportamientos y adaptaciones al ambiente.
Haciendo a un lado las críticas, es necesario decir que gracias al Proyecto Quagga han nacido varias cebras de aspecto similar a la extinta, las cuales fueron puestas en libertad en el Parque Nacional de Karoo —ancestral territorio del quagga—y se han reproducido con éxito. A pesar de la muerte de Rau, en 2006, el proyecto continúa trabajando para obtener un ejemplar idéntico, al menos en apariencia, a la asombrosa cebra sudafricana.
Tilacino: El tigre de Tasmania
El tilacino (Thylacinus cynocephalus) “tigre de Tasmania” era el marsupial carnívoro más grande del mundo. Esta criatura icónica de Australia y Tasmania tenía la cabeza y el cuerpo similares a los de un perro de gran tamaño, el pelaje rayado propio de un felino y, como si no fuera suficiente extravagancia, la hembra transportaba a sus crías en una bolsa como un canguro.
También conocido como “lobo de Tasmania” y llamado coloquialmente “Tazzy”, vivió durante millones de años en Australia continental, hasta que, hace unos 40 000 años, los humanos comenzaron a asentarse en la región y terminaron por acabar con la especie. Sin embargo, ésta sobrevivió —junto con el famoso demonio— en la isla de Tasmania hasta bien entrado el siglo XX.
Tal vez te preguntes por qué algunos lo llaman tigre y otros lobo. Resulta que esta especie ha supuesto un verdadero rompecabezas para los científicos, ya que algunos la emparentan más con los felinos y otros con los Canis lupus. Un estudio realizado en la Universidad de Brown, en los Estados Unidos, que consistió en comparar los huesos del tilacino con los de otros treinta y un mamíferos, reveló que el animal estaba más cerca de los gatos, aunque no cabía duda de que era un marsupial.
Esta maravilla animal se extinguió debido a la caza despiadada. Su rareza y ferocidad hacían de los tilacinostrofeos muy codiciados. La introducción a la isla de un animal parecido al perro, llamado dingo, contribuyó a su extinción, ya que éste trajo consigo enfermedades para las que el tilacino no tenía anticuerpos. Los pastores de ovejas también hicieron su parte al matar a cualquier criatura que osara acercarse a su rebaño.
La existencia de Tazzy está documentada no sólo por restos físicos, como fósiles, sino por el arte rupestre que dejaron plasmado los aborígenes. Algunos científicos mantienen la esperanza de que haya algunos ejemplares sobrevivientes, pues cuando un animal se declara extinto, se detienen los esfuerzos por buscarle y preservar su hábitat. A pesar de los buenos deseos, la información oficial es que el último tigre de Tasmania murió en un zoológico de Hobart en 1936.
La vaca de mar Steller
La vaca de mar de Steller (Hydrodamalis Gigas) era un mamífero vegetariano, descubierto en 1741 por el naturalista George Steller mientras exploraba, junto con Vitus Bering, el mar que hoy conocemos con el nombre del segundo. Este enorme mamífero vivía en la costa del Pacífico, en aguas poco profundas. Lo único que quedó de esta vaca marina fueron fósiles y algunos grabados.
George Steller estudió a la vaca de mar durante diez meses y le dedicó todo un libro: Des Bestiis Marinis. Esta asombrosa criatura podía llegar a medir hasta nueve metros y pesar hasta cinco toneladas. Parecida a un manatí, pero mucho más grande, poseía una cabeza pequeña en comparación con el cuerpo, dos poderosas aletas pectorales y una cola aplanada; su piel era oscura y gruesa, “como la corteza de un viejo roble” —escribió Steller—, razón por la que los marineros la utilizaban como material para construir barcos e, incluso, para confeccionar calzado. Su grasa, que formaba una capa de diez centímetros de espesor y le servía de reserva durante el invierno, también era codiciada para untarse en un pan como si se tratara de mantequilla, ya que el clima de la región es hostil para los humanos. La vaca de mar Steller tenía una naturaleza dócil y torpe que facilitó su exterminio en 1768.
Como sucede con el tigre de Tasmania, constantemente se reportan avistamientos, pero en ninguno de los casos ha podido demostrarse que la “bestia indefensa” —como también suele llamársele— siga viva.
¿Cuántos animales más convertiremos en leyendas, en fotografías que mostraremos a nuestros hijos durante una visita al museo?