Igor Übelgott
Septiembre, 2017
#Creatividad
In a night, or in a day,
in a vision, or in none,
is it therefore the less gone?
All that we see or seem
is but a dream within a dream… 1
"A Dream Within a Dream", Edgar Allan Poe
"Todo empieza en un lugar que ya me resulta familiar. Estoy en una plaza rodeada de edificios coloniales. Se parece al centro de Coyoacán, pero no estoy seguro. Es como si el tiempo hubiera retrocedido unos cien años, y el alumbrado público fuera escaso y deficiente. No sé la hora, pero es justo el momento en que la noche cae y aún hay luz de sol en el horizonte. La plaza está repleta de gente que habla, camina y ríe, sin percatarse de mi presencia.
De pronto, todo se detiene. Como cuando la cinta del cinematógrafo se termina o como si la aguja del tocadiscos llegara al final del pesado vinilo. La gente sale de la escena. Reina el silencio. Estoy en medio de la plaza, completamente solo. Empiezo a sospechar. Giro mi vista hacia la izquierda y, mirando hacia arriba, veo una gigantesca muralla hecha de ladrillos. Detrás de ella, se asoman unas montañas cubiertas de musgo verde azulado y bañadas por el vaho del mar que golpea violentamente contra ellas. Caigo en cuenta de que estoy soñando.
Estoy soñando, pero esta idea no me despierta. Entonces, mentalmente, repito mi suerte de mantra personal: ʽEstoy soñando y, como éste es mi sueño, puedo hacer lo que quieraʼ, y decido emprender el vuelo —sí, porque en mis sueños puedo volar— hasta la muralla aquella para dar un vistazo a las montañas y al cielo blanquísimo que se atisba desde donde estoy. Me elevo, floto y me desplazo hasta posarme en el muro. Una vez ahí, me doy cuenta de que, allá abajo donde termina la construcción, hay una playa en la que unos monolitos interrumpen la tersura de la arena perlada. Resuelvo entonces descender, con la esperanza de que la sensación de la caída no me despierte. Cierro los ojos y, como un buzo, me tiro de espaldas veinte metros en caída libre…"
— o —
Debo empezar con una confesión, que más de uno ya habrá adivinado: yo soy un soñador lúcido. Esto quiere decir que en ocasiones soy capaz de estar en medio de un sueño y, por algún detalle que delata la escena, darme cuenta de que estoy soñando. Y, entonces —como en el sueño cuyo principio acabas de leer— tengo cierto grado de control de lo que sucede: puedo transformar entornos, llamar a ciertas personas —o borrar del mapa a otras que me resultan amenazantes o indeseables— o, lo que es más disfrutable, puedo volar. Así, volar: simplemente tomo impulso, separo los pies del piso como si estuviera en una alberca, siento como el aire me sostiene y puedo desplazarme a donde me plazca.
Hay gente que vincula estas actividades con los llamados desprendimientos o viajes astrales, aunque no es de eso de lo que hablaremos en esta ocasión. Pero, antes de seguir hablando de tales experiencias oníricas, quizá sea bueno hacer un poco de historia… con los ojos abiertos.
¿Soñar despierto o despertar soñando?
Por extraño que parezca, y aunque suene a charlatanería pseudoesotérica, este fenómeno ha sido estudiado de manera seria por filósofos y psiquiatras. Por ejemplo, en su libro Hypnogogia: The Unique State of Consciousness Between Wakefullness and Sleep, 2 Andreas Mavrematis afirma que Aristóteles fue el primero en referirse a los sueños lúcidos —aún sin utilizar este término— al acotar que "a menudo, mientras uno duerme, existe algo en la conciencia que declara que aquello que se nos presenta no es otra cosa sino un sueño".
Ya en el siglo XIX, el marqués d'Hervey de Saint-Denys, en su libro Les rêves et les moyens de les diriger: observations pratiques (1867) 3 —escrito a partir de las experiencias oníricas del propio marqués, que empezaron a los trece años— reconoce el potencial del estudio científico de los sueños lúcidos. En resumen, el marqués reporta cómo inició el asunto llevando un "diario de sueños", en el que anotaba todos los detalles de sus sueños, los cuales escribía inmediatamente después de despertar para evitar que se borraran de su memoria —incluso a veces pedía que se le despertara para recordarlos mejor—; a medida que pasaba el tiempo, ejercía mayor control sobre los sueños, dándose cuenta de que la nitidez de éstos parecía palidecer o difuminarse cuando se aproximaba el final del sueño; no obstante, halló que al enfocarse en un detalle del sueño —una hoja de árbol, por ejemplo—, éste retomaba impulso y nitidez. Más tarde, se entrenó en los viajes oníricos, que consistían en desplazarse a voluntad dentro de un sueño.
Poco tiempo después, el psiquiatra holandés Frederik van Eeden, mientras estudiaba en la Universidad de Leiden —e influido por las ideas de la conciencia del ser propias del hinduismo, el misticismo y la corriente del panpsiquismo 4 de Gustav Fechner—, acuñó el término "sueño lúcido" para referirse a ese estado de conciencia de que se está soñando.
En el siglo XX, la británica Celia Green —adscrita a la corriente del escepticismo filosófico— publicó un estudio sobre los sueños lúcidos, asociándolos con la fase REM —del inglés Rapid Eye Movement, que es una fase del sueño en la que los ojos se mueven velozmente. Por su parte, el onirólogo Paul Tholey definió siete condiciones para que un sueño lúcido pueda ser calificado como tal: conciencia de estar dormido, capacidad de tomar decisiones, uso de la memoria, conciencia de la identidad, conciencia del entorno, conciencia del significado del sueño y conciencia de la nitidez del sueño. Finalmente, el neuropsicólogo Allan Hobson identificó las diversas zonas del cerebro que se activan durante un sueño lúcido, y descubrió que éstas normalmente están desactivas durante la fase REM.
Esoterismo y tradición
El furor por estos sueños lúcidos es tal, que incluso existen apps como Awoken, DreamZ o LucidDreamer, que permiten a los usuarios de teléfonos móviles monitorear sus ciclos de sueño, recibir alertas periódicas "de realidad" y grabar sus sueños inmediatamente después de despertar. Pero hasta aquí con lo que nos dice la ciencia; ahora exploremos juntos, a ojos cerrados, un poco de lo que algunas tradiciones esotéricas nos dicen al respecto de estos sueños.
Para empezar, es necesario saber que existe un estado intermedio entre la vigilia y el sueño, llamado hipnagogia. En éste, los impulsos eléctricos cerebrales empiezan a ajustarse para conciliar el sueño y la conciencia se encuentra repartida entre el Yo consciente y las imágenes que el inconsciente empieza a generar y que, al poco tiempo, se convierten en sueños. Ese estado, si se repite a mitad de la noche, puede dar lugar a diversos fenómenos: a las alucinaciones hipnopómpicas, que son imágenes o sonidos que provienen del sueño y que, por así decirlo, se entremezclan con la observación de la realidad objetiva; a la famosa "subida del muerto", que consiste en una parálisis corporal con conciencia cerebral; y, desde luego, a los sueños lúcidos. Algunas tradiciones chamánicas y meditativas entrenan a sus adeptos para alcanzar la hipnagogia a voluntad.
En segundo lugar, hay que hablar de "el Observador". Inmersos como estamos en rutinas mecanizadas, pocas veces nos percatamos de que existe una especie de "ojo" o de "filtro" a través del cual percibimos la realidad. Ilustremos esta idea recordando aquella clase de química en la estabas más interesado en imaginarte retozando en un campo de margaritas con la compañera del salón de mirada taciturna, que en la explicación sobre los pesos atómicos y las valencias del profesor; en ese momento, tu atención —o sea, el Observador— estaba en la "película" que producías en su mente y no en los estímulos concretos —la voz del maestro, de entrada— de la realidad que te rodeaba.
Del mismo modo, al dormir y, literalmente, perder la conciencia, tu Observador se encuentra puesto en las diversas películas que se van generando en tu cerebro, "creyéndolas" —por así decirlo, de una manera muy burda—, asumiéndolas como ciertas y tomando un rol definido en ellas. Por esa razón es que una pesadilla puede hacernos despertar sobresaltados, o que podamos incluso mojar la cama si nuestra compañera de juegos oníricos nos concede los favores de Afrodita. Es sólo cuando el Observador logra "tomar distancia" de esas historias y darse cuenta de que están siendo generadas por su propio cerebro, y no corresponden a la realidad física concreta, que se producen los sueños lúcidos. Y éstos serían la puerta a los viajes astrales, la bilocación, las experiencias fuera del cuerpo, los llamados "desprendimientos" o a la ensoñación, como le llamó Carlos Castaneda en su libro El arte de ensoñar.
Como podrás imaginar, todo esto está sujeto a debate. Pero si decides intentarlo y, por suerte o por perseverancia, lo logras… ¿Quién sabe? Quizá nos encontremos una de estas noches. Podrás reconocerme porque andaré volando —eso sí, con un clavel rojo en la solapa.
1 "En una noche, o en un día, / en una visión, o en ninguna, / ¿es por ello menor la partida? / Todo lo que vemos o imaginamos / no es sino un sueño dentro de un sueño…"
2 "Hipnagogia: el estado único de conciencia entre la vigilia y el sueño", aún sin traducción al español.
3 "Los sueños y las maneras de dirigirlos: observaciones prácticas", aún sin traducción al español.
4 Corriente filosófica que afirma que la mente o alma —psique— es una característica universal de todas las cosas.