México ha sido un país pródigo en artistas y, en especial, de muralistas. La escuela mexicana del muralismo, representada por artistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, es mundialmente conocida y ha sido inspiración para pintores de otros países. Pero, desde una perspectiva de género, no se ha hecho justicia al papel que jugaron algunas grandiosas artistas mexicanas como Aurora Reyes, considerada la primera muralista mexicana.
Aurora Reyes Flores nació en Hidalgo del Parral, Chihuahua, en 1908. Su padre fue militar, su abuelo fue el general Bernardo Reyes —que llegó a ser gobernador de Nuevo León— y su tío, el intelectual y diplomático Alfonso Reyes. Tras la muerte de su abuelo durante la Decena Trágica, la familia Reyes huyó a la Ciudad de México, donde vivieron ocultos en el barrio de La Lagunilla.
Al calmarse el clima político, en 1921 Aurora ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, donde conoció a Frida Kahlo, quien llegaría a ser amiga. Pero la estancia de Aurora en dicha escuela no fue muy agradable, pues fue expulsada por filiaciones políticas y —según sus biógrafos— por sus amigos de dudosa reputación. Poco después se matriculó en la Academia de San Carlos, pero abandonó los estudios y decidió aprender pintura de forma autodidacta.
Su primera exposición individual tuvo lugar en 1925, en la Galería ARS. También expuso en el Salón de la Plástica Mexicana, así como en diversas colectivas tanto en los Estados Unidos como en Cuba, Francia y México. Su labor como docente inició en 1927, cuando comenzó a dar clases de dibujo y de pintura en la Secretaría de Educación Pública, donde dejó el magisterio en 1964.
Se podría decir que la obra mural de Aurora Reyes quedó plasmada en siete grandes obras. Una de ellas, quizá la más conocida, es Atentado a las maestras rurales, realizada en 1936; esta pieza, de poderoso significado y que conmueve al observarla, tenía el nombre original de La maestra asesinada y se encuentra ubicada en el Centro Escolar Revolución, en la colonia Doctores de la Ciudad de México. En la obra se observa a un hombre que agarra del cabello a la maestra, mientras otro le entierra la cantonera del arma con fuerza; uno está de perfil y el otro de frente, pero a ninguno se le alcanza a ver la cara. Quien le entierra el rifle lleva en volandas un escapulario, mientras que el que la jala del pelo lleva papeles o dinero en la otra mano, al tiempo que otros documentos se ven tirados.
Resulta dolorosa la escena, no sólo por la violencia ejercida contra la mujer sino también porque detrás de ella se ve a tres niños escondidos y observando lo que sucede. Uno de los pequeños, vestido con overol de mezclilla, no aguanta lo que está mirando y esconde su cara en el cabello de su compañera. Esta escena está basada en un suceso real que conmovió al México de ese entonces cuando, el 29 de marzo de 1936, los diarios informaron de una matanza a maestros rurales en el pueblo de San Felipe Torres Mochas, Guanajuato.
Los atacantes, explicó la propia Aurora Reyes, representaban a la religión católica y al capitalismo: uno con el escapulario en su cuello y el otro, arrebatándole el dinero. Ya desde esta primera gran obra, Reyes mostraba su abierta postura comunista y su enojo ante la manera en que la mujer era tratada. Al respecto, señaló alguna vez: “Creo que la mujer sabe un poco más del sufrimiento que el hombre”.[1]
Otra obra notable de esta mujer guerrera y feminista es Constructores de la cultura nacional (1962), que se encuentra en el auditorio de la Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación y, por cierto, requiere una buena restauración. En esta magna obra de 332.4 metros cuadrados, la artista hizo una síntesis de los grandes pensadores mexicanos que destacaron por su labor en la enseñanza en la historia: Diego Rivera, Eulalia Guzmán, Sor Juana Inés de la Cruz y Alfonso Caso, entre los más de treinta personajes ahí representados.
Otras obras de esta maestra del arte y de la vida son: Presencia del maestro en los movimientos históricos de la Patria, Trayectoria de la cultura en México, así como Espacio, objetivo futuro. Los biógrafos de Aurora Reyes mencionan también un mural que ha desaparecido y que tenía por tema el uso del rebozo en nuestro país.
Aurora Reyes fue un alma rebelde que nunca se doblegó a las exigencias políticas de su tiempo ni dejó de señalar aquello que consideraba injusto. Además, fue una luchadora incansable, no sólo desde los muros sino también desde la política y de la escritura. En este sentido, destacó también su trabajo poético: su primer poemario, titulado Hombre de México, fue publicado en 1947; posteriormente publicó Astro en camino, Nueve estancias en el desierto, así como Humanos paisajes.
Se cuenta que durante el movimiento estudiantil de 1968, Aurora abría las puertas de su casa a los jóvenes para que ahí pintaran sus mantas y consignas. Por otro lado su nieto, Ernesto Godoy Lagunes, cuenta que después de lo sucedido en Tlatelolco, el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez le ofreció que fuera titular del Instituto Nacional de Bellas Artes, a lo que ella le respondió: “Yo no hago tratos con asesinos”, y este hecho habría provocado que la artista fuera borrada de la historia cultural de México.
Ya con sesenta y nueve años, en 1978 pintó su último mural, El primer encuentro, para la Sala de Cabildos del edificio conocido como Palacio de Cortés, actualmente sede de la Alcaldía de Coyoacán. En esta obra postrera, la artista plasmó al temple el encuentro de dos culturas, la española y la indígena, así como diversas escenas de la historia prehispánica y coyoacanense: la erupción del volcán Xitle, los Voladores de Papantla, la Malinche y Hernán Cortés, todo con un sabor como de códice antiguo.
Aurora murió el 26 de abril de 1985 en la Ciudad de México. Sus cenizas fueron sepultadas en el jardín de su casa —ubicada en la calle de Xochicaltitla, en el barrio de Santa Catarina, Coyoacán—, bajo las raíces de una flor de magnolia que ella misma había sembrado años antes. En el tronco, su hijo —el actor Héctor Godoy— mandó poner una placa con unos versos que la artista había dedicado a la planta: “Hoy, blanca y luminosa, naciste Yololxóchitl: magna flor de las flores. La luna es tu diadema cuajada de diamantes”.
[1] Si te interesa en la vida de esta artista, puedes consultar el libro Aurora Reyes. Alma de montaña de Margarita Aguilar Urbán, editado por el Instituto Chihuahuense de Cultura en 2010.