Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta.
Proverbio chino
A mi enamorada, Nubia Lillyan
Para ser sincero, si en lo personal hiciera un balance de mi vida, con facilidad concluiría que no han sido muchas las decisiones que he tomado con “la cabeza fría”: como el buen artista que pienso que soy, la mayoría de las veces me he lanzado al vacío sin paracaídas, y a pesar de que han sido numerosas las magulladuras y muchos los huesos metafóricos rotos, la mayor parte de los resultados de mis alocadas decisiones han sido muy buenos e, incluso, inmejorables. Sin embargo, reconozco que hay un asunto en mi vida que, a través de los años, he aprendido a abordar y a decidir con la cabeza muy, muy fría; tal vez resultará absurdo, pero me refiero nada menos que al amor de pareja.
He de decir que entre mi cónyuge y yo nada inició con una decisión fría y calculada: aunque ya había planes de boda muy concretos en el ahora lejano año 2000, tuvimos que adelantar el casorio pues mi primogénito se anunció impensadamente. Y, como se han de imaginar, la boda, la luna de miel y los meses posteriores fueron un auténtico revoltijo de situaciones sin pies ni cabeza. Fue tanto así que la mayoría de nuestros familiares, amigos y conocidos no daban ni un centavo por nuestro proyecto de vida, y me consta que más de una decena apostaron a que no duraríamos…
Hoy existe una frase muy difundida que dice “Follow your bliss”, que en español significa algo así como “Persigue tu dicha” o, en otras palabras, “Sólo haz aquello que te haga sentir bien y deja de lado toda aquella actividad, relación o situación que te provoque malestar”. Y, aunque de entrada eso suena muy bien, pienso que es una amañada forma de pensar que lleva a muchas personas —sobre todo a los jóvenes— a brincar de una cosa a otra, de un trabajo a otro, de una escuela a otra, de una relación a otra, sin compromiso alguno pues no reciben de inmediato la satisfacción que esperan, como si la vida fuera un restaurante de fast food.
A mi parecer, enfocarte exclusivamente en aquello que te provoca placer —no digamos en lo que te hace feliz, pues ese es asunto de otro artículo— puede compararse con contemplar un paisaje hermoso a través del orificio de una cerradura; de todo corazón pienso que se necesita una cabeza muy fría para contemplar el panorama completo de la vida. Es verdad que las situaciones entre mi mujer y yo fueron extraordinariamente difíciles en muchos momentos de la relación, pero fue gracias a la “cabeza fría” de ambos que pudimos, en cada peldaño, ver la fotografía completa y la amplia gama de colores, y así saber que la respuesta no estaba en salir huyendo sino en el amor mutuo y en la certeza de que cada uno siempre sería una mejor versión de sí mismo con el otro.
Con veintitrés años compartidos —¡a sólo un par de nuestras bodas de plata!—, dos hermosos hijos universitarios y derrumbados varios imperios de los que pensaban que no duraríamos ni el arranque, puedo asegurar por experiencia propia que una “cabeza fría” para sacar pecho frente a la vida también significa un corazón apasionado para apostar siempre a lo mejor… aunque duela.