
Aunque nunca he estado en la ciudad de Nueva York, como casi todas las personas de mi generación escuché por primera vez hablar de ese recinto, no en un noticiero ni en la clase de música, sino en un episodio de la entrañable serie animada Don Gato y su pandilla, donde el oficial Matute compra un disco del soberbio violinista Laszlo Loszla, que misteriosamente había desaparecido y, por un confusión, el empresario Son Sonete cree que Benito Bodoque —que estaba aprendido a tocar el violín— es dueño de un extraordinario talento y promete llevarlo a tocar al Carnegie Hall. Pero, ¿qué es este lugar, dónde se encuentra, quién lo construyó, por qué se llama así y cuál es la razón de su enorme prestigio como sala de conciertos?
Cualquiera que haya seguido los intentos de Don Gato, Cucho, Panza, Espanto, Demóstenes y el ya mencionado Benito por hacerse millonarios sin esforzarse demasiado, sospechará que el mencionado recinto se halla en Nueva York, la misma ciudad donde —en la ficción— vivía esta pandilla de gatos. Y no sólo eso: el Carnegie Hall se encuentra sobre la Séptima Avenida —conocida como “la calle de la moda”—, a sólo dos cuadras del conocido Central Park, en el centro del cosmopolita distrito de Manhattan.

Lleva el apellido de su fundador y principal benefactor: el magnate y filántropo Andrew Carnegie, quien a finales del siglo XIX llegó a ser uno de los hombres más acaudalados del mundo debido a su éxito en la industria del acero. La idea original de una sala de conciertos nueva para la ciudad fue del director de la Oratorio Society de Nueva York, Leopold Damrosch; su hijo, Walter Johannes, conoció a Carnegie durante su viaje de luna de miel a Escocia, y como la recién casada cantaba en el Oratorio, entre los dos lograron convencerlo de financiar un nuevo y deslumbrante escenario para la música en Nueva York.
La construcción del recinto tuvo lugar de 1889 a 1891, y el diseño estuvo a cargo del joven arquitecto y chelista William Burnet Tuthil, quien nunca había construido una sala de conciertos, mas fue asesorado por el experimentado Richard Morris Hunt y por el despacho Adler & Sullivan. Para la inauguración oficial, el 5 de mayo de 1891, se contó con la participación del afamado compositor y director ruso Piort Ilich Tchaikovsky, quien expresó su asombro por las dimensiones y la magnificencia del lugar —especialmente al estar totalmente iluminado y lleno de gente— y por la excelente acústica de la sala.
El Carnegie Hall tiene una forma de L y cuenta con tres salas principales: el Zankel Hall, con capacidad para 599 personas; el Weill Recital Hall, con cupo para 268 asistentes; y el escenario principal, el Stern Auditorium / Perelman Stage, con 2 mil 408 asientos distribuidos en cinco niveles, cuyo nombre rinde homenaje al violinista Isaac Stern por sus esfuerzos para salvar al Carnegie de la demolición en la década de 1960, cuando la Filarmónica de Nueva York se mudó al Lincoln Center y el auditorio se quedó sin orquesta residente.

¿Y por qué es tan prestigiado el Carnegie Hall? El website oficial de la sala de conciertos neoyorquina por excelencia nos da la respuesta: “la inigualable historia del Hall tiene sus raíces en su acústica sorprendente, en la belleza de sus tres salas de conciertos y en su ubicación privilegiada en la ciudad de Nueva York, donde ha jugado un rol primordial en el ascenso de la ciudad como una de las grandes capitales culturales del mundo”.[1] En esta sala se han presentado luminarias de la música clásica como Dvorak, Mahler, Bártok, Rubinstein, Toscanini y Bernstein, así como ídolos de la música popular de la talla de Billie Holiday, Benny Goodman, The Beatles, Led Zeppelin y Chicago.
¡Con razón tanta alharaca por la idea de que Benito tocara en el Carnegie Hall! Con eso sí salían de pobres los felinos vagabundos. Pero, en fin, este humilde sombrerero espera algún día poder llevar sus gastados oídos a esa hermosa sala, así como a la Ópera de Viena, al Concertgebouw de Ámsterdam y a la Berliner Philarmonie, casa de la todopoderosa Orquesta Filarmónica de Berlín. A ver si el cochinito se llena lo suficiente antes de que tenga que usar auxiliar auditivo para disfrutar de los conciertos.
