Para los antiguos griegos, la inspiración significaba recibir el aliento de los dioses; esto quiere decir que al respirar damos entrada a lo divino en nuestro organismo. En este sentido, Sócrates pensaba que la revelación se producía en tres formas: los sueños, el oráculo y la inspiración directa, siendo ésta un don que descendía del cielo.
En el siglo VII a.C., el poeta Hesíodo sostuvo que la inspiración estaba ligada a las nueve musas, divinidades que son hijas de Zeus y Mnemósine; de hecho, él fue el primero en nombrarlas y en asignar el arte que cada una inspiraba, ya que ellas son quienes conceden el descubrimiento y la revelación de la verdad. Con todo ello, no es casualidad que hasta hoy veamos a la inspiración como algo divino y busquemos formas de encontrarla o producirla.
En su ensayo La inspiración en el mundo griego, el catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca, Isidoro Rodríguez Herrera, refiere que para este pueblo la inspiración divina estaba relacionada no sólo con el viento, sino también con las corrientes de agua y con la conjunción de ambas: el vapor; y es por “medios provocativos” tales como masticar hojas sagradas, beber agua bendita, los cantos y la música —o hasta un temazcal— que se alcanza un éstado de éxtasis.
En la actualidad, con tantas prisas y distracciones, las musas parecen estar muy ocupadas para descender a nosotros. Pero si necesitas un poco de inspiración, la historia nos provee de pistas con las que —como lo expresaba Demócrito de Abdera— podemos divinizar nuestras mentes y crear elementos bellos gracias a esta posesión. Aquí, algunas de ellas:
1. Realiza acciones que te entusiasmen
Platón y Demócrito hablaban de un verbo, en-theos, cuyo significado era justo la acción de “tener un dios dentro de sí”. Esta palabra griega dio origen a nuestra voz entusiasmo, aunque estudiosos como Gerard Naddaf consideran que dicha traducción no fue adoptada en otras lenguas y por ello se privilegió la palabra inspiración. Pero, siguiendo la línea que propone Naddaf, todas las personas que hemos realizado acciones con entusiasmo podemos dar fe de que éstas pueden generar un estado de éxtasis. Así, el entusiasmo y las acciones que lo provocan son ingredientes que deben estar presentes si deseas alcanzar la inspiración.
2. Escribe
La primera musa en nacer fue Calíope, encargada de la poesía y la elocuencia, quien por lo general es representada con una tabla de escritura. Muchos siglos después, el conocido artista surrealista André Breton inventó la escritura automática, la cual consiste en escribir, sin ningún tipo de detenimiento o razonamiento lógico, las ideas que van surgiendo sin dirección ni un tema preciso.
Aunque muchas personas la critican por lo difícil que resulta separar la conciencia del acto creativo, la escritura automática es una técnica eficaz para liberar la mente y fomentar la “lluvia de ideas”, gracias a la espontaneidad del pensamiento; así pues, escribe sin mucho detenimiento y, después, utiliza ese material en un nuevo proceso.
3. Escucha música y canta
Euterpe, la musa de la música, seguramente sabía que la música es capaz de cambiar el estado de ánimo de cualquiera. Y lo mismo sucede con el canto: en febrero de 2022, un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts —MIT, por sus siglas en inglés— descubrió un grupo de neuronas ubicadas en la corteza auditiva que sólo se activan cuando escuchas a alguien cantar.
El doctor Samuel Norman-Haignere, responsable del estudio, llamó “cantaritas” a estas neuronas especializadas que no responden a la música instrumental ni al discurso hablado. Su descubrimiento da la pauta para empezar a averiguar por qué, cuando acudimos a un concierto o cantamos en la ducha nuestra canción favorita, nuestro cerebro se enfoca en la voz y no en el acompañamiento musical.
Por otro lado, desde hace medio siglo se ha estudiado el efecto de la música para generar estados ampliados de conciencia. Así, algunos musicoterapeutas hacen listas de piezas musicales con características específicas, como poca disonancia o ausencia de cambios bruscos en sus armonías y ritmos, para que éstas ayuden en la evocación de imágenes y sentimientos.
4. Practica la contemplación
Esta palabra proviene del latín contemplatio, que significa ‘mirar con atención’; sin embargo, analizando sus raíces —con, templum y el sufijo cion— también podría traducirse como “todo el templo en acción”. En palabras de Josemaría Escrivá de Balaguer, el acto de la contemplación llama al hombre a participar de su divinidad, pues cuando somos realmente capaces de mirar con total atención y disposición la naturaleza, los objetos y a las personas, somos capaces de sorprendernos con su hermosura e, incluso, de percibir nuestra propia belleza.
Contemplar es, entonces, una vivencia profunda del alma al mirar con asombro un suceso, un paisaje o a personajes que producen una trascendencia íntima. Este estado, evidentemente pasajero, puede ser inducido por una forma de belleza sublime, como una película, una obra de arte, un atardecer o una composición.
5. Lee historias biográficas y autobiográficas
Clío, musa de la historia, tenía por consigna mantener vivos los triunfos y los actos generosos. Y nosotros, los seres humanos, somos historias entrelazadas que en los momentos más áridos necesitamos saber de otros que han logrado mantener sus logros vivos y reconocidos, o que se han sobrepuesto a adversidades similares o peores que las nuestras: las biografías y autobiografías son útiles para ello.
Considera la histtoria de Boris Cyrulnik: para salvarlo de los campos de concentración, este neurológo, psiquiatra y estudioso de la resiliencia fue dado en adopción a los cinco años; se quedó huerfano y solía esconderse en los baños de los orfelinatos para no ser capturado. Decidió estudiar psiquiatría y en uno de sus primeros libros escribió: “No es fácil para un niño saber que lo han condenado a muerte”; pero como lo puntualiza en sus libros, así descubrió la resiliencia, que es la capacidad de reponerse a un trauma sin quedar marcado de por vida.
Sumergirse en historias como esta puede ayudarnos a generar confianza en nosotros mismos y a darnos esperanzas para continuar. Por supuesto, no a todas las personas nos inspira lo mismo: según tu carácter y personalidad, quizá halles la inspiración en la ducha, practicando la meditación o durante una conversación con un amigo o con un ser querido. O bien, si tienes la vocación, quizá te inspire el unirte como voluntario a una ONG o IAP.
Y a ti, ¿qué te inspira?…