Cuando era adolescente, leí un libro llamado El continente perdido de Mu de James Churchward, el cual plantea la existencia de una cultura previa a la Atlántida que habría dado origen la humanidad, pues los sobrevivientes a su extinción navegaron y poblaron el resto del mundo. Recuerdo también que en el libro venía un mapa que era fantástico en sí mismo, pues mostraba a Mu enmedio del océano Pacífico, cerca de Hawái y de la isla de Pascua, y también señalaba la posible ubicación de la Atlántida, al otro lado de América, en el océano que lleva su nombre.
Lo anterior es prueba de que, desde hace siglos, las ciudades sumergidas reales e imaginarias han fascinado a los creadores de historias, a los investigadores y a los aficionados a los misterios. En la Biblia misma, la historia de Noé nos dice que el Diluvio Universal arrasó la vida y que el mundo quedó cubierto de agua; por su parte, en sus diálogos Platón nos describió una ciudad más grande que Asia y Libia, que de la noche a la mañana fue destruida por un terremoto: la Atlántida.
La seducción que provocan lugares así ha dado vida a dioses submarinos como Poseidón —Neptuno, para los romanos— o a criaturas fabulosas tales como los dragones del mar, las nereidas, las sirenas o el Kraken, los cuales generalmente son catalogados en bestiarios como los que hicieron Borges o René Avilés Fabila. En la literatura, Julio Verne nos enfrenta a los monstruos marinos y da un guiño a la civilización de la Atlántida en Veinte mil leguas de viaje submarino; por su parte, H.P. Lovecraft nos advierte sobre los Antiguos, monstruosos y poderosos seres que habitan al otro lado de las estrellas esperando para apoderarse de la Tierra, uno de los cuales es el poderoso Cthulhu, quien vive bajo el mar “muerto, pero soñando”. En Guerreros Celestiales, una novela de mi autoría, se narra la batalla en la ciudad sumergida donde reside Planctos, uno de los Tres Guardianes de la Joya de Barlak.
Dentro de la animación, los Caballeros del Zodiaco retoman a Poseidón para situarlo en una ciudad marina sostenida por siete poderosos pilares, cada uno resguardado por un guerrero. Muchos años antes, en Mazinger Z existía la raza Mikene, la cual habitaba en una especie de dominio marino, pues los monstruos mecánicos que habían construido emergían de las aguas cuando combatían a nuestro héroe.
En los cómics y el cine, Aquaman es el hijo del encargado de un faro y de una reina de Atlantis o la Atlántida, lo que le confiere el poder de respirar bajo el agua, mientras que en la saga de Star Wars ha habido ciudades sumergidas como Otoh Gunga, oculta bajo la superficie del Lago Paonga en el planeta Naboo y habitada por los Gungan, o el planeta acuático Mon Cala, donde viven los Mon Calamari y los Quarren, dos razas que olvidan sus diferencias para combatir al Imperio.
Pero, más allá de la imaginación y el mito, existen algunas ciudades o vestigios de civilizaciones que se encuentran sumergidas bajo el agua, hundidas por la mano humana o debido a desastres naturales como los tsunamis, las inundaciones o los terremotos, que eran interpretados como la ira de los dioses golpeando a la raza humana. Ahí está, por ejemplo, la antigua y gloriosa ciudad de Alejandría, hundida en el fango y en el agua por el enorme peso de sus suntuosas edificaciones.
En Grecia se encuentra Pavlopetri, la ciudad sumergida más antigua del mundo —tiene unos cinco mil años—, a sólo tres metros de profundidad, con más de quince edificios en perfecto estado y calles que puedes recorrer buceando. Muy cerca de ahí, en Italia, la ciudad de Bayas floreció como centro vacacional de sexo y placer en tiempos del Imperio Romano, pero terminó hundida debido al descenso del litoral.
Situándonos en China, el lago artificial Qiandao está en el lugar donde, hasta 1959, había una aldea que tras la construcción de la presa de la hidroeléctrica del río Xin’an fue inundada —desde luego, los habitantes fueron reubicados— y hoy permanece conservada bajo el agua. Cerca de ahí, en la isla japonesa Yonaguni, existe un monumento de piedra sumergido que, aunque los arqueólogos no están muy convencidos, dicen que tiene unos diez mil años de antigüedad.
Dos ejemplos más: en la India, bajo las aguas del golfo de Cambay se hallaron restos de una supuesta ciudad que podría tener hasta 30 mil años de antigüedad; por último, está la ciudad de Kalyazin, Rusia, llamada la “Atlántida soviética” pues fue inundada por orden de Stalin en la década de 1930.
Un dato para reflexionar es que, según el canal de YouTube “Un mundo inmenso”, el pequeño país de Kiribati, conformado por pequeñas islas en el océano Pacífico y curiosamente situado donde habría estado el mítico continente de Mu, en algún momento de este siglo podría convertirse en una ciudad sumergida real debido al incremento del nivel del agua por el cambio climático. Como sea, no se agota la fascinación por estos lugares submarinos, por sus historias y leyendas; quizá dentro de unos siglos las capitales del mundo serán ciudades sumergidas, o tal vez emerjan monstruos y criaturas que regresan para conquistarnos. Todo es posible.
