
Ayer le ayudé a mi hija de cuatro años con su tarea del kínder. Le dejaron hacer un collage con las cosas que más le gustan. Lo primero, por supuesto, era explicarle qué era un collage, para que entendiera lo que tenía que hacer.
Un collage, le dije, es una técnica que consiste en pegar diversos elementos en una sola superficie. También le expliqué que la palabra collage viene del francés coller, que significa ‘pegar’. “¿Y qué necesitamos?”, me preguntó. “Necesitamos tijeras, pegamento y un soporte, que puede ser un papel, cartón, lienzo o madera; también necesitamos todos los materiales que te imagines para pegarlos en el collage: recortes de revistas, fotografías, pedazos de tela, madera, dulces, hojas de árbol, etcétera”, le respondí. Mi hija, muy emocionada, salió corriendo a recolectar el material para iniciar su tarea. Y mientras ella recorta imágenes de su comida favorita, sus personajes preferidos, los lugares que le gustan y las fotos de su familia, yo te contaré más sobre la historia del collage…
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El collage tuvo su origen en China, hace unos dos mil años. En aquel entonces, los papeles de paja de arroz se pegaban con pegamento de origen vegetal o animal. Más adelante, en el siglo XII, el collage se adoptó en Japón, donde se usaron papeles rasgados de distintos colores para decorar manuscritos. En el siglo XIII, los persas usaron esta técnica para decorar algunas cubiertas de libros. Ya para el siglo XVII, el collage se había convertido en un pasatiempo de moda en Europa, y los artesanos fabricaban cuadros pequeños donde incorporaban siluetas para formar diversas composiciones.
Fue hasta principios del siglo XX, alrededor del año 1912, cuando surgieron los primeros collages reconocidos como obras artísticas. Pintores cubistas como Pablo Picasso, Georges Braque y Juan Gris emplearon pedazos de madera, hule, periódico y telas para incorporarlos a sus pinturas, con el fin de integrar la realidad material a la obra de arte. Henri Matisse, precursor del fauvismo, también realizó collages recortando figuras de papel de colores que acomodaba en composiciones artísticas originales. Los dadaístas, por su parte, hicieron collages espontáneos usando solamente tipografía y papeles de colores.

En 1933, el surrealista Max Ernst realizó una novela-collage que tituló Une semaine de bonté ou les sept éléments capitaux —”Una semana de bondad o los siete elementos capitales”—, formada por un total de ciento ochenta y cuatro collages realizados a partir de recortes de grabados extraídos de novelas del siglo XIX y minuciosamente ensamblados. Actualmente, los artistas contemporáneos siguen explotando el potencial del collage como una manifestación que trasciende los límites de la pintura tradicional y modifica la concepción de lo que se concibe como arte. Ahí está, por ejemplo, el mexicano Carlos Guerrero —mejor conocido como Prince Láuder—, un artista visual de veinticuatro años que se ha posicionado en el mercado del arte gracias a sus collages, en los que juega con las texturas y los vestuarios propios del mundo de la moda.
El collage es un medio de expresión tan libre que permite a cualquier persona dar rienda suelta a su inspiración y fantasía. Por eso, querido lector, te invito a que dejes salir al artista que traes dentro y a buscar tijeras, pegamento y los materiales que se te ocurran para expresar tus inquietudes, anhelos y vivencias con un lenguaje propio. Aquí van diez ejercicios que podrás usar como punto de partida para crear tu propio collage:
1. Haz un autorretrato. Pero no de forma tradicional, dibujándolo o pintándolo, sino con objetos que te gusten, tus colores favoritos y elementos que te caractericen; se trata de representar no tu apariencia física, sino aquello que te hace único e irrepetible, tus virtudes y hasta las imperfecciones que hacen que seas tú.

(© Rocío Montoya; Tomada de su sitio de Collages)
2. Un nuevo enfoque. Imagina que la hoja donde harás el collage es la ventana de tu cuarto; ahora, pega en ella aquello que te gustaría ver cada mañana para empezar el día con energía. Puede ser algo real o fantástico.
3. Piensa positivo. Espera a que llegue un día lluvioso y, aunque sientas que éste te impide hacer ciertas cosas, haz un collage que refleje lo positivo de la lluvia. Te darás cuenta de que la diferencia entre un buen día y uno malo está, muchas veces, en la actitud con que afrontas cada uno de ellos.
4. ¡Viva la naturaleza! Da un paseo por un parque cercano, recoge flores, hojas, varas y lo que se te ocurra, y con ellas realiza un collage abstracto en el que el resultado final importará menos que el proceso de búsqueda. Un consejo: mete las flores y hojas entre las páginas de un libro grueso para que se aplanen.

5. Ponte a reír. Forma collages graciosos, mezclando imágenes que no podrían estar juntas en la realidad: animales con letras, partes de un cuerpo humano con vidrios o comida con trozos de metal. Incluso puedes colocarlos en fondos peculiares, como si estuvieran en otro planeta o en una realidad paralela.
6. Collage en compañía. Haz un collage con tu pareja, un amigo o un familiar cercano, y gocen juntos de esta actividad tan fuera de lo común. Disfruten todo el proceso: desde la recolección de materiales hasta que cuelguen el collage en la pared.
7. Buen apetito. Haz un collage que forme un platillo de platillos con toda tu comida favorita, y acomódalo como si fueras a servirlo en un restaurante. Imagina, por ejemplo, cómo luciría un plato de sushi de pizza con dip de helado de chocolate y mole poblano: no existen los límites.
8. Experimenta con materiales. Pinta una hoja con materiales que comúnmente no se usan para pintar —café, arcilla, agua de jamaica o jugo—, y sobre esa base haz una composición experimentando con materiales inverosímiles: pelo, uñas, empaques, cigarros, calcomanías, un chicle o… ¡lo que se te ocurra!
9. Deja salir al niño que llevas dentro. Reencuéntrate con tu infancia buscando fotos de los momentos más divertidos de tu niñez, sácales fotocopias y haz un collage con ellas. También puedes incorporar otros elementos: tus juguetes favoritos de niño, fotos de tus amigos de la infancia, tus lugares preferidos o imágenes de las caricaturas que te gustaban.
10. ¡Respira! Recopila recortes de cosas o lugares que te relajan y pégalos en círculos concéntricos, formando una mandala. Mientras lo haces, respira profunda y lentamente: tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán.
La collage-terapia te permite conocerte y disfrutar de las cosas insignificantes. También potencia tu creatividad y refuerza tu autoestima, puesto que transformar y reciclar imágenes para dotarlas de nuevo significado es terapéutico y enriquecedor. Recuerda que, como mi hija de cuatro años, no necesitas tener una destreza artística extraordinaria. Tampoco te preocupes demasiado por el resultado. Más bien disfruta el proceso, trabaja con pasión y dedica un tiempo para ti: verás que valdrá la pena.
