
¿Quiénes somos?, ¿quiénes son ellos?, ¿cuánto valemos?, ¿cómo es el mundo? El punto común entre todas estas preguntas es que su respuesta depende de lapercepción que las personas tienen de sí mismas, de quienes las rodean y de la vida en general. A estas percepciones, o conceptos, se les conoce como posiciones existenciales.
Las posiciones existenciales se originan durante la niñez y van moldeándose de acuerdo a los factores importantes que influyen en la historia de nuestra vida, como los mensajes de personas significativas para nosotros. Pero, en todo caso, la posición elegida inconscientemente durante la niñez es básica y fundamental. Alguien que creció escuchando cosas como “en este mundo todos te dan la espalda, no hay nadie en quien se pueda confiar” probablemente perpetuará estas enseñanzas en su vida adulta y, en ocasiones, las tomará como dogma a pesar de que la gente le estime y se acerque sin ningún interés egoísta. Un caso así es ilustrativo de una posición existencial que no se adapta ni evoluciona con el paso del tiempo.
Existen cuatro patrones básicos de posiciones existenciales: Yo estoy bien, tú estás bien; Yo estoy bien, tú estás mal; Yo estoy mal, tú estás bien y Yo estoy mal, tú estás mal. Andrés Senlle, autor del libro ¿Quiere sentirse bien?, explica cada una de la siguiente manera, siguiendo las bases establecidas por Eric Berne: [1]
Yo estoy bien, tú estás bien. Generalmente, esta posición es adoptada por personas que recibieron afecto, atención, cuidados y mensajes de afirmación por parte de sus padres y otras figuras significativas. Las personas que encaran la vida desde esta posición pueden resolver sus problemas de forma creativa y constructiva, y tienden a ser realistas y a considerar valiosos a los demás. Normalmente, esta posición existencial genera personas con una personalidad saludable.
Yo estoy bien, tú estás mal. También llamada posición proyectiva, es regularmente adoptada por personas que han sido agredidas o denigradas a lo largo de su vida y que, debido a eso, pueden llegar a pensar que son ellas las que están mal. Es la posición de quienes se sienten víctimas y tienden a culpar a los demás por las desdichas y los fracasos propios. Esto conduce, por lo general, al aislamiento. En pocas palabras, esta posición puede resumirse como “yo soy mejor que tú y tú siempre te equivocas” —lo que evidencia un pensamiento dogmático e inflexible respecto a la crítica. El peligro planteado por esta posición es que, con el paso del tiempo, este tipo de personas puede comenzar a devolver el odio y resentimiento acumulados, a agredir antes de ser agredidas. De hecho, es usual que varios criminales enfrenten la vida con esta óptica —un ejemplo, aunque sea un personaje ficticio, es Joe Goldberg, personaje principal de la serie de Netflix, You.
Yo estoy mal, tú estás bien. Conocida también como posición introyectiva, se trata de la posición adoptada por personas que recibieron constantemente mensajes negativos durante la infancia, y que, eventualmente, concluyeron que carecen de valor y de capacidades para enfrentar la vida. Por lo general, este tipo de personas tienden a la depresión y al aislamiento, pues siempre buscan la culpa en ellos mismos cuando las cosas salen mal y atribuyen el propio bienestar casi exclusivamente a influencias externas. De esta forma, convencidos de que son la causa de todos los problemas, adoptan una actitud sumisa y desvalorizada, que tiende a complacer al mundo y que esconde una terrible impotencia por no ser tan buenos o efectivos como los demás. A modo de ejemplo, podemos pensar en alguien que, al terminar con su pareja, se atribuye toda la culpa y ensalza al otro sobremanera —más o menos el planteamiento general de la serie Plan Corazón, también de Netflix.
Yo estoy mal, tú estás mal. Esta posición es el nihilismo absoluto. Cuando, durante la infancia, las personas son abandonadas, carecen de afecto, o reciben mensajes que fomentan la inseguridad, pueden llegar a la conclusión de que ni ellos ni las otras personas están bien. Las personas que se posicionan así ante la vida son más bien pesimistas, y lo expresan con frases como “la vida es un total desastre” o “nada merece la pena”. Es la posición de la desesperanza y de quienes pierden el interés en seguir viviendo —en casos graves, y extremos, esta actitud puede conducir al suicidio.
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Las personas que adoptan la primera posición piensan que vale la pena vivir la vida y en su mayoría se sienten agradecidas por lo que construyen y reciben. Quienes adoptan la segunda, ven la vida de los demás como algo poco valioso. Desde la tercera posición, la vida propia aparece como falta de valor, y se busca complacer a los demás para solventar esta carencia. Desde la cuarta, la vida pierde toda valía, tanto la propia como la de los otros.
Las posiciones existenciales son convicciones muy arraigadas, pero es importante mencionar que los límites entre una y otra no siempre son tan claros. De hecho, la misma persona puede fluctuar, dentro de ciertos límites, entre una y otra. Pero hay que considerar que estas fluctuaciones siempre dependen en alguna medida de las situaciones y de las experiencias vividas por la persona en cuestión, además del tipo y calidad de las relaciones que establece con los demás. Igualmente, es importante recalcar que las posiciones existenciales negativas, a pesar de que estén muy arraigadas, pueden modificarse por medio de un profundo autoanálisis y ayuda psicológica.
Te invito a reflexionar sobre cuál es la posición desde la que interactúas, actúas y piensas, y a cuestionarte si realmente es la mejor, o si deberías cambiarla. Recuerda que siempre tenemos la posibilidad de decidir por nosotros mismos cómo es mejor posicionarnos ante la existencia.

[1] Eric Berne fue un psicoanalista canadiense que creó la teoría del análisis transaccional para explicar el comportamiento humano. [N. del E.]