Pocas cosas son tan reveladoras como un dibujo. El pedazo de papel transformado por la acción del lápiz constituye una ventana hacia nuestro mundo interior: cada trazo habla de un anhelo secreto, de una vieja herida o de aquello que en verdad pensamos sobre nosotros mismos. No importa si la línea utilizada avanza con determinación, atrevida y desafiante, o si titubea en cada movimiento; aunque tratemos de impedirlo, ésta irá develando los senderos de un mapa que conduce a las profundidades de nuestro ser. Por ello los psicólogos y otros profesionales de la salud mental se han servido del dibujo para estudiar la personalidad de sus pacientes. Y como nada impide que nos inspiremos en sus hallazgos para tener un mejor entendimiento de nuestra propia individualidad, antes de continuar valdría la pena que dibujáramos —en sendas hojas de papel— una casa, un árbol y una figura humana. Algún descubrimiento podría esperarnos al finalizar la lectura de este texto…
Muéstrame tus dibujos y te diré quién eres
Freud decía que “el arte se ha convertido en la vía regia para llegar a las profundidades”. Y tenía razón. Toda obra artística se encuentra bañada por la personalidad de su autor, sin importar lo mucho que éste se haya esforzado por ocultar sus “trapitos sucios”. Así, por ejemplo, el nerviosismo en las pinceladas de Vincent Van Gogh, el aire de distraída superioridad en los rostros creados por Leonardo da Vinci, y la paleta de colores de Mark Rothko, que va oscureciéndose al ritmo de su depresión, hablan de la vida psíquica de estos artistas con gran honestidad. Y no tienen escapatoria: el mundo inconsciente siempre se manifiesta en las representaciones gráficas.
Con dicha idea en mente, varios psicólogos clínicos, como Karen Machover y John N. Buck, han desarrollado tests de personalidad que se fundamentan en el dibujo de objetos con una poderosa carga simbólica. La consigna puede consistir en dibujar una persona, una casa, un árbol, un animal, a la familia o a un ser humano bajo la lluvia. Las imágenes resultantes, aunadas a la información obtenida durante la terapia y a través de otros tests, permitirán al psicólogo esbozar una clara imagen de la personalidad y el estado de ánimo del examinado. Sin embargo, quienes no contamos con la formación adecuada sólo podemos aspirar a conocer algunas generalidades sobre el lenguaje oculto en los dibujos, con la esperanza de revelar uno que otro secreto sobre nuestra forma de ser.
Para empezar, hay que reconocer ciertos elementos que deben tomarse en cuenta al hacer la interpretación:[1]
- El tamaño del concepto gráfico habla de la autoestima de su autor. Las figuras muy pequeñas corresponden a personas retraídas o con sentimientos de inadecuación, y los dibujos que parecen presionar los bordes de la hoja, como si el espacio fuera insuficiente, por lo general pertenecen a quienes se sienten abrumados por el mundo o tienen fantasías de omnipotencia.
- La presión del lápiz sobre el papel es un indicador del nivel energético. Una línea débil y casi imperceptible podría hablar de un estado depresivo, y si ésta aparece fuertemente marcada revela un alto nivel de tensión.
- El trazo en los dibujos de las personas con un buen ajuste emocional se caracteriza por ser fluido y controlado; en cambio, quienes son más bien inseguros plasman líneas quebradas, vacilantes o que aparentan continuidad sólo porque fueron reforzadas varias veces —aquí cabe mencionar un detalle curioso: las líneas dentadas reflejan hostilidad, lo mismo que las formas puntiagudas que amenazan con lastimar a cualquiera que ose acercarse demasiado.
- Los detalles excesivos son la rúbrica de los obsesivos compulsivos, quienes a través de ellos manifiestan su gran necesidad por evitar una “desorganización interna”.
- El emplazamiento delata la relación del individuo con sus pulsiones: las figuras ubicadas a la derecha del punto medio de la hoja están relacionadas con la estabilidad y el autocontrol; las que se orientan en dirección opuesta podrían indicar impulsividad; y los elementos gráficos colocados al centro se traducen en autoconfianza o narcisismo. El emplazamiento también revela si la persona se encuentra mayormente concentrada en el pasado —izquierda—, el presente —centro— o el futuro —derecha.
- Y es importante considerar que los dibujos —al ser ventanas de nuestro mundo inconsciente— se encontrarán colmados de símbolos.
La casa, el árbol y la persona
Los lectores que se tomaron el tiempo para hacer los dibujos propuestos al inicio podrían encontrar alguna respuesta en este apartado. El test de la casa, el árbol y la persona —conocido como HTP por sus siglas en inglés (house-tree-person)— es uno de los más utilizados en los consultorios psicológicos porque permite observar la imagen que la persona tiene de sí misma y de su ambiente. La casa es un símbolo de la vida hogareña, por lo que en ella se encontrará escrita la historia del individuo y sus relaciones familiares. El árbol refleja los sentimientos más profundos e inconscientes. Y en la figura humana se proyectan los aspectos más conscientes sobre la autoimagen de quien dibuja. En cada una de estas imágenes deberemos analizar el tamaño de las figuras, la presión ejercida sobre el papel, las características del trazo, los detalles y el emplazamiento de los conceptos gráficos; pero también será necesario interpretar los elementos simbólicos[2] que vayamos encontrando a nuestro paso, como los siguientes:
En la casa, el techo representa la “tapa” del pensamiento y, asimismo, el mundo de la fantasía. Entonces, un techo demasiado grande podría significar que la persona es muy fantasiosa, y si éste se encuentra reforzado por una fuerte presión en las líneas, que está intentando mantener la fantasía bajo control. La puerta simboliza la relación del individuo con su ambiente, de modo que si en ella aparecen cerraduras o bisagras es casi seguro que éste sienta desconfianza de quienes lo rodean. Las ventanas también representan la interacción con el entorno, así que es importante observar sus detalles, como la presencia de cortinas, balcones y marcos. Y si la casa cuenta con una chimenea que despide humo, la densidad de éste será proporcional al nivel de tensión interna de la persona.
En el caso del árbol, el tronco representa la sensación de fortaleza interna que se tiene, por lo que habremos de analizar si éste es vigoroso, de complexión media o más bien raquítico. La excesiva preocupación por mantener el contacto con la realidad suele manifestarse a través de raíces muy carnosas y profundas. Las ramas simbolizan los medios para obtener satisfacciones del exterior, por lo que unas ramas fuertes, parecidas a brazos abiertos, serán un indicador positivo; a continuación, un par de curiosidades sobre las ramas: si éstas son similares a garrotes o a lanzas afiladas, señalan la presencia de impulsos agresivos, y las ramas rotas hablan de eventos traumáticos. El follaje, por otro lado, revela la cantidad de energía vital que el dibujante cree poseer.
En el dibujo de la figura humana son muchos los aspectos a considerar, pero para economizar espacio nos concentrarnos en unos cuantos. Si la persona aparece sentada, podemos inferir que su nivel de energía es bajo. Las manos formando puños son símbolo de ira contenida, y si éstas son demasiado pequeñas hablan de un sentimiento de inutilidad. El mentón anguloso es un estereotipo de fuerza y determinación. Los ojos grandes como platos suelen relacionarse con paranoia, y un cuello largo representa dificultad para controlar los impulsos. Asimismo, hay que prestar atención a las cabelleras muy voluptuosas —relacionadas con el poder y la seducción— y a las barbas tupidas que —al igual que las narices excesivamente grandes— hablan de una necesidad del dibujante por reforzar su autoconcepto de virilidad.
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Los párrafos anteriores son trazos sintéticos, apenas esbozados, de un tema increíblemente vasto y apasionante. Los tests proyectivos gráficos, como el arte, demuestran que sin importar cuánto nos esforcemos, nunca terminaremos de comprender el universo que constituye cada ser humano. Y más aún, ni siquiera podemos aspirar a conocer la totalidad de nuestro propio mundo interior, aunque no por ello debemos dejar de buscar herramientas para lograrlo, como el dibujo.
[1] Mi principal fuente de investigación para la realización de este texto fue: Emanuel F. Hammer, Tests proyectivos gráficos, psicometría y psicodiagnóstico, Ediciones Paidós.
[2] Los símbolos tienen un significado distinto para cada individuo. El mar, por ejemplo, puede significar libertad para una persona y desesperación para alguien más. Sin embargo, gracias al folklore, los mitos, el arte y la cultura popular, existen significados universales para los símbolos, de tal manera que puede hablarse de una significación personal y de otra universal para un mismo elemento.