Confía en esa pequeña voz en tu cabeza que dice
“¿No sería interesante si…?”, y luego hazlo.
Duane Michals
Nuestra especie ha sido favorecida con el poder más grande que existe: la imaginación, sello genuino de nuestra inteligencia. Nacemos con imaginación, pero la creatividad la aprendemos a medida que vamos creciendo… o no, pues aunque todos nacemos también con la capacidad para ser creativos, es raro que en nuestro sistema educativo se nos enseñe a desarrollarla.
La creatividad es la imaginación trabajando. Puedes hacer real lo que imaginas, si eres creativo. Dijo alguna vez sir Ken Robinson: “La imaginación es la fuente de toda forma de logro humano”. Y es cierto, ella lo impulsa todo. Para detonar su potencial, primero hay que observar el mundo que te rodea. Cuando lo observas, detectas oportunidades; pero tienes que detenerte un momento y apreciarlo, palparlo, olerlo, rascarlo, explorar de qué está compuesto, cómo funciona, qué te vincula con él; aprender sobre el mundo y sobre ti mismo, permitir que la mente se abra cuando algo llame tu atención. Cuando te preguntas algo que te genera interés, tu cerebro se humedece en dopamina, ese suculento neurotransmisor responsable del placer, y así entras a la fase divertida: la curiosidad, que es el elemento crucial de la creatividad y el mejor argumento para arrancarle la sábana al fantasma del ansia.
Por eso es tan valioso abrirse a nuevas reflexiones, a nuevas preguntas. Cuando haces cosas diferentes amplías el espectro de tus intereses. Eso es suficiente para explorar otras culturas, otras formas de pensar: el cerebro se enfoca en la posibilidad de encontrar algo que lo impacte. La mente está dispuesta porque la chispa está ahí dentro, le da sentido a todo. Es cuestión de alimentarla con lo que realmente la nutre. Hay que ser capaces de destaparnos la cabeza, no para que se nos caiga el criterio, sino para maravillarnos con las formas de la realidad. Hay que soñar despiertos de nuevo, abrirnos como una antena gigante del mismo modo en que una flor se abre al universo; hay que permitir que nuestro cerebro nos seduzca con las conexiones pertinentes para amplificar su percepción y captar la información que nos envuelve. De ese magnífico estado de contemplación nacen las ideas que han cambiado al mundo.
Hay cosas que impulsan a la imaginación, y son justamente las mismas que potencian la creatividad. Si se conjuntan, el resultado puede ser verdaderamente interesante y transformador. Para ello, el pensamiento debe ser innovador y poseer un ángulo que nos sorprenda; esto no significa que no acepte influencias, sino que su planteamiento sea único. El modo en que uno crea algo es el modo en que uno se recrea a sí mismo.
Ya con un pensamiento original en mente, lo siguiente es que tenga cierta utilidad —y con utilidad me refiero a que cumpla con un propósito, no sólo de practicidad, sino incluso de apreciación, de entretenimiento o, mejor aun, de inspiración. Imaginar algo inútil no aporta y no es creativo si no resuelve algo o no contribuye en mejorar el mundo. Y, por último, todo esto debe rendir fruto y concluir en algo concreto, en un resultado: una sinfonía, una película, una colección de cuentos, una hipótesis científica, una idea que revolucione la realidad. Algo que trascienda a su creador y tenga vida propia, y que a su vez pueda inspirar a alguien más a crear su propia idea.
Para sacarle el mayor jugo posible al poderoso órgano mutante que anida en nuestro cráneo, necesitamos empezar por entender cómo funciona: cómo pensamos, cómo reaccionamos al mundo, cómo imaginamos, cómo nos volvemos más creativos. La imaginación es la habilidad de ver las cosas, no como son, sino como podrían ser, y ésta no tiene límite, coquetea con lo improbable. En tu cabeza puedes transformar los sonidos en colores, imaginarte qué color tendría el aleteo de un colibrí o el ronroneo de un gato o una gota de lluvia colisionando en tu ventana. La imaginación nos permite pensar en lo que aún no existe, y con creatividad podemos hacerlo real, pero sólo si realmente aporta y tiene trascendencia. La creatividad no es un don mágico, es una decisión continua; es un proceso de pensamiento, una forma de vivir.
Si ese proceso tiene sustancia y es innovador y genuino, transformará tu mundo interior al mismo tiempo que tu mundo exterior: una metamorfosis distinguida, congruente e inteligente. Yo imagino que la vida es como una gran fiesta, la más grande de todos los tiempos. Llegamos aquí pero tarde o temprano nos iremos, y lo ideal sería dejar un mundo mejor que el que encontramos. El conflicto nutre la creatividad: podemos aprender a darle la vuelta, cambiar nuestras prioridades y enfocarnos en lo que importa. Para ser realmente creativos, necesitamos empezar haciendo algo significativo con nuestra imaginación. Y si esta es la fiesta más grande, brindo por la posibilidad de mejorarla y por la fortuna de coincidir contigo y de estar aquí… ¡Salud!