Creatividad: el constante desafío de lo obvio

Creatividad: el constante desafío de lo obvio
Franz De Paula

Texto e ilustraciones de Franz De Paula

Creatividad

Dibujar, para mí, es dejar que una línea se vaya de paseo. Tomar un paseo por un camino nuevo es aprender a jugar otra vez. Dejar que tu mente juegue con el universo entero es imaginar. Si puedes imaginar, puedes conocer. Y el aprendizaje comienza con la libertad. Todo esto pasa en tu cabeza. Todo empieza en tu mente…

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El cerebro es lo más extraordinario que tienes porque es lo que te hace único. Es tu fuente de ideas, tu cajón de memorias, tu perceptor volátil. Eres tú, en cada pequeño rincón. Eres la combinación única de lo que lees, lo que pierdes, lo que viajas, lo que amas. Eres ese quimérico conjunto ambulante de formas volubles, compuesto de destellos y pequeños fragmentos de insensatez, sabiduría y locura. Todo guardado ahí dentro. En tu cerebro vive tu mente, es el hogar de tu identidad. El filtro de lo que te importa conservar y lo que dejas fuera. Lo que la gente guarda en su hogar es cosa de cada quien. Pero hay un hecho indiscutible: tu mente y tu hogar, en muchos sentidos, son un reflejo de ti. En los dos se respira el mismo aire, se oyen los mismos sonidos, se hacen las mismas cosas. Entonces, tus pensamientos son la línea con la que dibujas el contorno de tu vida.

Tu mente es el más poderoso sistema procesador de información. Se dedica a buscar patrones y su virtud principal es su habilidad para decidir. Así, tú escoges quién eres cada vez que decides y tomas tu siguiente decisión partiendo de un filtro: lo que percibes como realidad. Pero la premisa es: no existe una realidad “arreglada” allá afuera. Ese concepto de “realidad” es lo que tu cerebro concluye, a raíz de lo que asume que está ahí, pero la realidad es que es un campo de infinitas posibilidades.

Unir nueve puntos con no más de 4 líneas rectas

Somos una especie inteligente, de modo que un uso adecuado de nuestra inteligencia nos produce placer. Tu mente es como un músculo. Cuando piensas bien, te sientes bien. Averiguar, resolver y comprender conforman un tipo de placer, como decía Carl Sagan. Entender significa percibir patrones. Al romper esos patrones, generas ideas nuevas que se convierten en soluciones distintas a cualquier problema. Ésa es la esencia de la creatividad. No es un talento extraordinario ni un privilegio con el que pocos afortunados nacen. Es una habilidad y, como tal, puede ser afinada con dedicación constante.

Básicamente, la creatividad funciona en tu cabeza del siguiente modo: una circunstancia, interpretada de una sola manera, tarde o temprano se transforma en un problema; la misma circunstancia, bajo diferentes interpretaciones, tarde o temprano se transforma en una oportunidad. Entonces, cada vez que te sientas bloqueado con una circunstancia, obsérvala primero; luego, obsérvala desde el ángulo opuesto, luego de arriba a abajo, luego de adentro hacia afuera. No tardarás en encontrar ese “algo”, justo el que tu mente necesitaba, para vencerlo. De hecho, muchas veces no sólo habrás solucionado un problema, sino que también habrás aprovechado inteligentemente una ocasión para mejorar lo que antes era, simplemente, normal. Por lo tanto, cualquier circunstancia es una oportunidad.

Todo este proceso tiene que ver con la manera en que está compuesto nuestro cerebro. Sus dos hemisferios filtran y procesan la información de formas diferentes: el izquierdo de forma analítica y el derecho de forma creativa. En uno flotan números y en el otro flota música. El juego consiste en encontrar la dosis adecuada de ambos para resolver el rompecabezas en cuestión. Normalmente, al pensamiento analítico le llaman “vertical”, porque es la forma tradicional y lógica de analizar un problema. Al pensamiento creativo le llaman “lateral” porque abre ventanas, sale del cubo, explora otros caminos, es espontáneo, intuitivo y se mueve en diferentes direcciones. Ese es el término que le acuñó el doctor Edward de Bono al titular así su famoso libro Lateral Thinking (1970). Se trata de acceder a los controles creativos que operan ese pequeño pero enorme lugar: tu mente.

Asesinos e impulsores de ideas

Como todo, la creatividad es un proceso. Y este proceso empieza en el momento en que te das cuenta de que hay algo por solucionar. La creatividad nace del conflicto: a esta etapa se le llama de reconocimiento; después, viene la etapa de investigación —a mí me gusta llamarle mentesponja—, cuando te conviertes en tu propia escuela, absorbes ideas para impregnarte de todo lo que necesitas y te forjas una buena armadura mental; luego viene la incubación, en la que te das tiempo para asimilar y procesar esa información; tarde o temprano, después de tanto burbujeo mental, algo de pronto cobrará sentido y tendrás un momento de iluminación: esas epifanías convienen ser registradas en tu cuaderno de ideas —que uno debe siempre traer consigo, porque nunca se sabe cuándo se puede necesitar—; finalmente, la etapa de verificación es la que le da sentido a todo el proceso.

No se trata de asumir que todo está bien, sino de crear un hábito de autocuestionamiento, el constante desafío de lo obvio. Es la actitud de una mente abierta, inquieta por explorar y descubrir; dispuesta a equivocarse, incluso, para encontrar caminos nuevos. Si no, no sería divertido. La creatividad inspira, se alimenta del mundo y se contagia. La obra de cada artista se nutre de las obras de muchos artistas más, vivos y muertos. Detrás de cada uno crece un árbol genealógico artístico y, detrás de ese, otros más. Sus raíces se enlazan y crean una red frondosa de contenido creativo, de expresión humana. No existe la originalidad en la historia. Somos sólo un conjunto de gente inspirada por la obra de más gente, y ellos, a su vez, también se sentían inspirados por la obra de alguien más. Somos la suma de nuestras influencias. Somos lo que amamos, lo que pensamos y lo que hacemos al respecto.

El nacimiento de la creatividad

Por eso, empieza por copiar lo que amas. Todo lo que te gusta así nació. No hablo de darte el crédito por lo que alguien más hizo: eso es plagio. Hablo de práctica. Para entender, para encontrar tu propia voz. Nadie nace con voz o con estilo. Aprendemos a escribir copiando el alfabeto. Los pintores aprenden a pintar copiando a los clásicos. Los Beatles eran una banda de covers, una mezcla de sus héroes, empezando por Buddy Holly. La rutina de Hunter S. Thompson consistía en reescribir a Hemingway o a Fitzgerald. David Bowie se alimentaba de todo lo que le parecía interesante y lo traducía en su arte. “Los poetas inmaduros imitan; los poetas maduros, roban”, decía T. S. Eliot. Nada es completamente original. Copia, transforma y combina tu propia creación. Escribe el libro que te gustaría leer, crea la película que te gustaría ver. Copia a quien valga la pena y copia lo que valga la pena. Cuando acabes de copiar, te encontrarás a ti mismo.

Pensar es tu fortaleza mental. No existen los pensamientos prohibidos. Los pensamientos no se equivocan, sólo las acciones. No hay creatividad sin cuestionamiento. Aprovecha tus recursos. No hagas una pregunta antes de haber buscado la respuesta en la red. Si no puedes resolver un problema, rompe las reglas. La creatividad es nuestra distinción como humanos. Nos puede salvar de autodestruirnos, por una sencilla razón: transforma los problemas en oportunidades. Es honesto decir que no existe algo imposible, pues eso significaría que existe una sola interpretación a una circunstancia, lo cual sólo es un indicio de que ésta no ha sido pensada diferente. Nuestra tecnología actual es “imposible”, vista desde la perspectiva de un hombre de hace cien años. Nuestra historia misma, como humanidad, es una secuencia de imposibles vencidos.

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