La juventud no es una época en la vida; es un estado mental.
Samuel Ullman
Alguna vez el poeta francés Charles Baudelaire dijo que la genialidad es, en realidad, la infancia recuperada a voluntad. Y si me preguntaran cuál es la diferencia entre un niño y un adulto —aparte de la edad, por supuesto—, yo diría dos cosas: la frecuencia en su disposición para reír y la apertura de su mente; todo lo demás que se te ocurra seguramente deriva de estas dos.
Y es que la actitud fresca, positiva y creativa de un niño es un modelo de inspiración para cualquier ser humano. Y puesto que vivimos en un universo en el que todas las posibilidades existen, es un hecho que no resulta imposible mantener esta misma actitud y vitalidad a lo largo de la vida.
La mayoría de la gente se vuelve seria cuando crece: es como si se nos empezara a olvidar cómo reír. Un niño de cinco años se ríe, en promedio, unas ciento cincuenta veces al día, mientras que un adulto de cincuenta años sólo se ríe unas cinco veces diariamente. La seriedad parece un requisito para entrar a la madurez, como un sinónimo de responsabilidad. Y quien no se ve serio tampoco se ve lo suficientemente comprometido con la vida adulta.
Curiosamente, cuando tienes ocho años lo que más deseas es convertirte en adulto: si una mente cándida y creativa se imagina impulsada por los recursos y los beneficios de ser adulto, la idea es realmente tentadora. Pero los adultos se equivocan al subestimar al mundo infantil; los niños pueden ser bajos de altura, pero sin duda son más elevados en creatividad que otros seres humanos.
Muchos adultos que lograron “conquistar” el mundo son individuos talentosos en la ciencia, la tecnología, las artes o las humanidades, cuya presencia resultó en una mejoría en el mundo, y es indudable que todos ellos alguna vez fueron niños curiosos e imaginativos. La diferencia entre estas personas y las que nada cambiaron en el mundo, es la creatividad. La creatividad es una elección, es la imaginación haciendo uso de su libertad.
La razón por la que la gente se vuelve aburrida cuando crece es porque se acostumbra a la vida y pierde su capacidad de asombro. Habituarte a ver todo desde el mismo punto de vista te vuelve flojo y predecible; dejas de intentar mirar el mundo con ojos nuevos. En lugar de averiguar caminos nuevos, acabas juzgando al mundo desde la comodidad de tu reducido criterio. Entonces, tu mente se cierra, tu disposición creativa desaparece y la maravilla se va.
En cambio, con el filtro mental del asombro tus ojos hallan lo interesante, lo bello y lo útil todo el tiempo, y tu cabeza se transforma en una fuente inagotable de ideas. Observar la vida, al mundo y a ti mismo siempre desde un ángulo distinto se vuelve un hábito disfrutable. No es una imposición, sino una convicción, una parte de ti, y cuando uno ama algo de verdad lo quiere estrechar muy cerca. La clave para ser creativo toda la vida es desafiarte continuamente a ti mismo para mirar la vida desde un nuevo ángulo.
Si lo tuyo es el acto creativo, puedes empezar tu carrera cuando eres joven; pero no hay razón para asumir que dejarás de ser creativo cuando tengas canas, siempre y cuando conserves el hábito. Un hábito es una decisión continua y la clave del hábito es la constancia, que logra transformar la realidad tanto como el mar erosiona una montaña. Un buen hábito edifica tu vida.
Con la creatividad pasa lo mismo: ésta construye tu mente y tu realidad. El verdadero éxito no tiene que ver con el dinero, contrario a lo que muchos piensan. Una persona exitosa es la que se despierta por la mañana y, antes de irse a dormir esa noche, vivió como quiso vivir durante el día. Si a diario puedes hacer lo que amas y lo haces con pasión, entonces estás viviendo tu vida como quieres vivirla, con todas sus implicaciones.
Entonces, si la creatividad es una forma de experimentar la realidad, quien ama este modo de vida probablemente nunca querrá dejarlo. Una persona creativa seguirá siendo creativa sin importar su edad, siempre que continúe abierta a nuevas ideas. Pienso en Henri Matisse, en Louise Bourgeois, en Pablo Picasso, en John Huston o en Paul McCartney, por mencionar unos ejemplos. De algo podemos estar seguros: la creatividad no tiene fecha de caducidad.
Aun así, algunos artistas de edad avanzada justifican su retiro porque dicen sentir que se han quedado sin ideas nuevas o sin energía. Cualquier artista mayor tiene el derecho de retirarse, si le apetece, y supongo que se retiran porque desean hacer algo que les gusta más que lo que estaban haciendo. Pero si lo que haces te sigue gustando, ¿por qué querrías dejarlo? La edad puede ser el pretexto perfecto para eludir el desafío de seguir creando. El declive de las facultades no tiene lugar en un cerebro rebosante de imaginación.
Nadie envejece sólo por el paso de unos años; envejecemos al renunciar a lo que nos inspira. El tiempo puede arrugar la piel, pero abandonar la pasión arruga el alma. La creatividad es la suma atemporal de la emoción que bombea de nuestros corazones y la imaginación que brota de nuestras mentes.