De nidos, caparazones, proyectos y abrigos

Comprender, no memorizar: cómo enseñar a los niños
Yolanda Bravo Saldaña

Yolanda Bravo Saldaña

Inspiración

Los castores son genios para construir represas y contener aguas; del mismo modo, los suricatos son expertos constructores; las aves hacen sus nidos que brindan protección y confort térmico a sus polluelos; las termitas crean verdaderas “ciudades”, al igual que las abejas con sus colmenas; los moluscos son eternos nómadas, pues llevan sus casas a todos lados y, es más, si ésta sufre un desperfecto, la cambian por otra. Cada uno de dichos seres, más algunos otros que no nombré pero seguramente están en tu mente, son maestros constructores naturales.

La naturaleza misma sirve de modelo; un árbol, las flores y plantas exóticas, las formas de peces y aves, un tiburón, un hongo o una ballena son fuentes de inspiración para creadores con imaginación desbordada, quienes recrean con diversos materiales —como concreto, madera, acero o con sistemas constructivos como el ferrocemento— el mundo de la naturaleza en un trabajo de diseño arquitectónico. En este sentido, quizás uno de los más famosos maestros de todos los tiempos fue el español Antonio Gaudí, padre del Modernismo, estilo pleno de sensualidad y grandeza que él inmortalizó con obras ejemplares, como la iglesia de la Sagrada Familia o la Casa Batlló, ambas en la condal Barcelona.

La experiencia mexicana

En México contamos con un arquitecto que, desde los años setenta, desarrolla obra inspirada en la naturaleza de forma espectacular: Javier Senosiain Aguilar, egresado de la UNAM y cuya trayectoria es reconocida no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero. Famoso en fechas recientes por el Parque Nido de Quetzalcóatl, que está construyendo junto con su despacho en el Estado de México, Senosiain ha visto en la naturaleza su fuente primigenia de inspiración, tomando formas como las de los peces, las mariposas y las serpientes, entre otras. En este lugar, las fuentes, cafeterías, el invernadero e incluso las entradas a los diferentes espacios recuerdan a diversas formas de la naturaleza.

Nautilus

Foto cortesía del despacho del arquitecto Javier Senosiain Aguilar.

Fuente

Foto de Yolanda Bravo Saldaña.

Los nombres de sus obras —El hongo, el Tiburón, la Ballena mexicana, la Casa Nautilus— dan cuenta del interés del arquitecto por generar espacios habitables que brinden el confort adecuado con inspiración en formas de la naturaleza. Vivir en la Nautilus (2007), por ejemplo, es tener la experiencia de habitar adentro de un caracol, el cual simboliza protección; las habitaciones están conectadas y fluyen siguiendo la forma de la concha de este molusco. Cabe decir que, en general, los espacios creados por Senosiain son acogedores, a escala humana, ergonómicos, coloridos —como lo es también la naturaleza—, plenos de sensuales líneas onduladas, y con agradables temperaturas interiores que no varían demasiado durante el transcurso del año. Por ejemplo, la llamada Casa orgánica tiene una temperatura interior de entre 18 y 21 grados centígrados todo el año.

La Casa del Árbol

Foto cortesía del despacho del arquitecto Javier Senosiain Aguilar.

El Hongo

Foto cortesía del despacho del arquitecto Javier Senosiain Aguilar.

Como el arquitecto Javier Senosiain ha comentado en entrevistas, su interés por las formas de la naturaleza responde al hecho de que la vida misma no es de formas cuadradas. Si nos fijamos bien, lo natural no cuenta con la línea recta; siempre domina lo sinuoso, lo sensual. Es el ser humano quien se empeña en hacerse de “cuadritos la vida”; desde que nace, pone a los bebés en corralitos cuadrados; después en habitaciones de la misma forma, y así toda la existencia hasta que, al final de nuestros días, terminamos en un féretro, ¿de qué forma?, cuadrado. Por eso, este arquitecto parte del origen sensorial del hombre, el del seno materno, que es curvo y cálido y que, la ciencia lo ha demostrado, es el espacio más protegido que pueda tener un ser vivo durante su estancia en la Tierra.

Otros ejemplos dignos de mencionar

Existen otros creadores en el mundo que proponen una arquitectura inspirada en la naturaleza. Baste recordar a maestros como el húngaro Antti Lovag —y su Casa Burbuja, en la Costa Azul—, a la gran Zaha Hadid, al genio Frank Lloyd Wright —con su extraordinario Museo Guggenheim de Nueva York y quien, por cierto, fue quien acuñó el término de “arquitectura orgánica— y a Arata Isozaki. Todos los anteriores y algunos arquitectos más dan cátedra de cómo el entorno natural puede ser la más grandiosa fuente de inspiración.

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