Search

¿De verdad sirve de algo hablarles a las plantas?

¿De verdad sirve de algo hablarles a las plantas?
Alan Flores Soto

Alan Flores Soto

Inspiración

Esta es quizás una de las preguntas que con más frecuencia nos hacemos quienes las cultivamos: ¿hablarles a las plantas, o ponerles música, en verdad estimula su crecimiento?

En torno a este asunto se han generado un sinnúmero de debates, y me parece que el principal impedimento para llegar a algún consenso es la desinformación imperante, tanto en los que están a favor como en los que están en contra. Este artículo, entonces, tratará, no solo de contestar esta pregunta, sino de cambiar la percepción equivocada que tenemos de las plantas.

Para comenzar, debemos ponernos de acuerdo en cuanto a qué es sentir. Sentir es percibir una sensación proveniente de algún estímulo, externo o interno al organismo sintiente. ¿Cómo sentimos los seres humanos? Por medio de un sistema sensorial formado por órganos que reaccionan a varios tipos de estímulos existentes —ya sea externos o internos.

Estos órganos sensoriales transforman los estímulos en impulsos nerviosos que se transmiten al cerebro, en donde son interpretados como información del entorno —o de algún estado interno. En el caso de los humanos, esto nos permite ver, oír, oler, saborear, sentir y tener otras percepciones. Vemos, entonces, que hay más de una manera de sentir; los seres humanos tenemos cinco sentidos básicos y cada uno de ellos siente —y por tanto percibe— de manera diferente.

Pues bien, ahora cabe preguntarnos: ¿las plantas sienten? Son muchos quienes piensan que estos seres vivos son insensibles —basándose en el hecho de que carecen de sistema nervioso—, pero nada hay más alejado de la realidad: las plantas sienten y, de hecho, no sólo las plantas.

Sentir es una propiedad de los seres vivos; es decir que abarca a bacterias, algas, hongos, plantas, animales, etcétera. De hecho, a pesar de no tener órganos sensoriales como los humanos y los animales, las plantas también tienen sentidos —algunos dicen que alrededor de quince—; de modo que pueden percibir el mundo que las rodea, quizá más que los animales y el mismo ser humano desde un punto de vista cualitativo.

Esto afirma Stefano Mancuso, una de las principales figuras de la neurobiología vegetal, en su obra Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal. A continuación, analizaremos las formas en que las plantas interactúan con el sonido.

¿Las plantas escuchan?

Los seres humanos, y otros animales, tienen oídos para escuchar sonidos. Ahora bien, los sonidos son vibraciones que se propagan a través del aire, el agua o la tierra. Así, al percibir las vibraciones en el suelo —o algún medio sólido, al igual que algunos animales como las lombrices o las serpientes— las plantas “escuchan” los sonidos mediante canales mecanosensitivos que reaccionan al estímulo de las ondas vibratorias.

Las plantas y el sonido

Aunque las plantas tengan la capacidad de “escuchar”, ellas no tienen un cerebro como el de los animales y, por lo tanto, los efectos que el sonido tiene en ellas son diferentes a los efectos que los estímulos sonoros tienen en organismos con sistema nervioso central. Los primeros estudios al respecto datan de mediados del siglo pasado, pero desde entonces se han llevado a cabo un sinfín de experimentos que investigan las variaciones en frecuencias, niveles de presión sonora, períodos de exposición, distancia entre la fuente de sonido y la planta, y los efectos en el metabolismo de las plantas.

Los resultados confirman que el sonido sí influye en el crecimiento de las plantas y, en consecuencia, que las plantas son capaces de percibir ondas sonoras y de diferenciar entre varios tipos de frecuencias.

Esto nos lleva a otra pregunta —que seguramente más de uno se estará haciendo a estas alturas del artículo—: ¿para qué les sirve escuchar a las plantas? En tanto seres vivos, es de suponer que las plantas escuchan sonidos ecológicamente relevantes; es decir, sonidos que puedan ser interpretados como indicadores de algo que pasa en su entorno.

Las plantas pueden escuchar cuando alguien se come sus hojas

Por ejemplo, las plantas pueden escuchar cuando alguien se come sus hojas, e incluso pueden llegar a defenderse. Esto fue demostrado desde hace varios años por los ecólogos Heidi Appel y Rex Cocroft. Según los científicos: “Las vibraciones producidas por una oruga al alimentarse inducen cambios en el metabolismo de la planta, que conforman una señal para que las células sinteticen sustancias químicas defensivas para repeler el ataque”.

Appel y Cocroft grabaron los sonidos de una oruga mientras comía las hojas de una Arabidopsis thaliana, para luego reproducirlos en una habitación llena de plantas de esta misma especie. Al ser expuestas a la grabación, los científicos encontraron que las Arabidopsis incrementaban la producción del compuesto químico con el que se defienden de los ataques de las orugas.

El playlist de las plantas

¿Por qué sucede esto? A pesar de escuchar, las plantas no pueden apreciar ningún tipo de música, pues su percepción del sonido se limita a las vibraciones ocasionadas por las frecuencias de las ondas sonoras. Sin embargo, como la música consta básicamente de vibraciones, es posible emular el entorno natural de una planta al ponerle algún tipo de música y, de este modo, estimular su metabolismo.

Respecto a qué tipo de sonidos favorecen el crecimiento de las plantas, en una conferencia en el Real Jardín Botánico de Madrid, Mancuso dijo que “Las plantas prefieren las frecuencias más bajas, que son las más comunes en la naturaleza, entre los 100 y 400 hertzios, que sonarían como la sirena de un barco”; y añadió, “En torno a 300 hercios es parecida a la que produce el agua fluyendo, por eso las raíces crecen en dirección a tuberías por donde circula agua”.

En el programa Mythbusters, de Discovery Channel, se dieron a la tarea de comprobar las afirmaciones de Mancuso. Construyeron cinco invernaderos iguales en los que pusieron diez maceteros con plantas de frijol. Los cinco tenían las mismas condiciones ambientales y de riego, con la única diferencia de que a los frijoles del primer invernadero se les dejó en absoluto silencio; a los del segundo se les habló con amor; a los del tercero, con odio; a los del cuarto se les puso música de Mozart, y a los del último se les puso rock.

Tras varias semanas sacaron a las plantas de sus macetas y las pesaron. Las del primer invernadero fueron las de menor peso y peores frijoles; a las que se les habló con amor crecieron igual que a las que se les habló con odio. Las plantas que oyeron a Mozart crecieron más que las anteriores, pero no más que las últimas, a las que se les puso rock; de hecho, éstas fueron las más grandes y con frijoles de mejor sabor.

Es así como el experimento concluyó que es la cantidad de ruido lo que realmente importa al momento de ayudar a las plantas a crecer, por lo que realmente no podríamos afirmar que hablarles durante algunos minutos al día haga una diferencia.

Esto lo confirma Mancuso en una entrevista brindada a la ABC: “Se hizo un experimento en el que se leían libros a una serie de plantas y a otras no, y se comparaba su crecimiento. No había diferencias significativas entre ambos grupos. Y eso que los autores eran buenos”.

Las plantas como seres sensibles

Lo anterior no demerita a las plantas, que son capaces de escuchar, ver, saborear, oler y tocar, aunque no exactamente igual que nosotros, y quizá sea por eso que hemos ignorado sus sentidos durante milenios. Aunque, para ser justos, tampoco hemos reparado mucho en los sentidos de los animales. Hace solamente un siglo, podría haber sido extraño hablar de la “inteligencia” de un perro; hoy, la comunidad científica está investigando más sobre los procesos sensoriales y cognitivos en todos los seres vivos.

La palabra “inteligencia” es ambigua, pero si la usamos para referirnos a la capacidad de resolver problemas y percibir lo que nos rodea, es claro que las plantas son inteligentes, además de ser capaces de responder no solo a estímulos sonoros, sino de muchos otros tipos.

Cierre artículo

Recibe noticias de este blog