El escritor italiano Cesare Pavese escribió: “Si deseas viajar lejos y rápido, quítate todas las envidias, los celos, el rencor, el egoísmo, el temor”, y quizá esa pequeña gran frase resuma el futuro, a corto y mediano plazo, de los viajes. El egoísmo y el temor, desde luego, deberán ser desterrados no sólo de la perspectiva individual, sino de la colectiva.
Empresarios hoteleros, agencias de viajes, dependencias de gobierno, aerolíneas, arrendadores de casas y todos los involucrados en esa industria, que como muchas otras se ha visto fuertemente lastimada por la necesidad de distanciamiento físico, se enfrentan al reto de reinventarse para salir adelante en esta nueva etapa.
Aunque ahora las personas pensarán dos veces antes de viajar, creo que nunca se perderá el placer de conocer otras tierras, mirar con otros ojos y respirar otros aires. No importará, quizás, que se requieran más horas para abordar un avión por protocolos de seguridad e higiene más estrictos.
La prioridad será la seguridad y la salud, puesto que conviviremos con el virus por mucho tiempo, primero como lo estamos haciendo ahora, un poco a tientas y con bastante incertidumbre, y después integrando a nuestra cotidanidad vacunas, medicamentos y lineamientos que controlen la propagación de la enfermedad.
Los expertos señalan que en aeropuertos, museos, zonas arqueológicas, parques temáticos y otras atracciones turísticas deberán evitarse las aglomeraciones que hasta hace poco eran tan comunes. Diremos adiós al desayuno tipo bufet en los restaurantes y el comportamiento en los casinos cambiará también.
Es probable que ahora más gente busque los destinos menos concurridos, en los que es más fácil guardar distancia, y los lugares populares pasarán a un segundo plano. Además, quienes tengan la posibilidad preferirán el automóvil para viajar y por ello se favorecerá el turismo local y de fin de semana, pues habrá una preferencia por los sitios cercanos a los que se pueda llegar por carretera.
Por su parte, en los hoteles y estancias tipo Airbnb, los protocolos de higiene y sanitización serán lo más importante: deberán destinarse espacios entre ocupación y ocupación para desinfectar a conciencia todas las instalaciones —Airbnb, por ejemplo, recomienda que quienes rentan espacios contemplen un periodo de 72 horas entre una estancia y otra para limpiar y desinfectar—, y se dará prioridad al room service en lugar de al servicio de restaurante.
Acerca de viajar en avión, de entrada se exigirá a los viajeros ser más pacientes y prudentes. Las líneas áreas están transformando sus protocolos, que incluyen el uso de cubrebocas durante todo el vuelo —con la incomodidad que esto genera, sobre todo entre quienes sienten angustia al volar—, así como la limpieza frecuente de manos y la toma de temperatura al abordar.
También se alentará la compra electrónica del boleto para evitar filas, se evitará al máximo el contacto con superficies que toquen otras personas y quizá surja un seguro especial de viajero en avión. También es probable que cambien las condiciones de cancelación, que podrían ser un poco más flexibles. Aún estamos en periodo de aprendizaje, así que muchos procedimientos siguen en proceso.
Una de las formas de viajar que mayores cambios tendrá será la del crucero pues, como vimos durante las primeras semanas de la pandemia, fue en ese contexto donde se dieron los primeros contagios masivos por las condiciones de confinamiento que se viven dentro de un barco. Lo mismo sucederá con los casinos en destinos como Las Vegas, que de seguro tendrán menos mesas de juego y mayores espacios sin contaminación.
¿Estamos ante el surgimiento de un nuevo viajero? Creo que sí y no: por un lado, está el viajero que siempre ha gustado del lugar recóndito, poco concurrido; el que es paciente, le gusta caminar, es amante de la naturaleza y se aleja de lo multitudinario: ese no tendrá muchos problemas ante la nueva realidad.
Quien sin duda deberá modificar sus hábitos de viaje será el trotamundos que podía visitar veintidós capitales en treinta días; ese viajero que menciona el poeta andaluz Antonio Macías Luna en “Mapas, anuncios, horarios, destinos”, el que gusta del “chirrido de altavoces”. Pero, finalmente, a estas dos clases de viajeros las une algo esencial: el íntimo placer de viajar.