Según la Ley de la Atracción y otras doctrinas espirituales, los humanos tenemos la capacidad de influir en los sucesos de la vida a través de nuestros pensamientos, pues éstos son formas de energía emitida que atraen a otras formas de energía de naturaleza idéntica a la que proyectan, ya sea positiva o negativa. En otras palabras, si uno tiene pensamientos de amor, eso es lo que atraerá, al igual que uno llama a la envidia o al fracaso si ésa es la naturaleza de lo que pensamos.
Para quienes creen en ellos, los decretos son afirmaciones que provienen de la Energía Divina Universal, también llamada “la Fuente”, y consisten en frases que tienen una supuesta frecuencia vibratoria elevada, tales como “Yo Soy” —mencionada en el estudio de la metafísica—, “Dios está en mí” o “Yo soy uno con Dios”. Algunas otras variantes son del tipo “Merezco amor, salud y abundancia”, con las cuales también se dice que elevamos nuestra frecuencia vibratoria e invocamos a la Energía Universal de Amor y Luz para que nos ayude a cocrear con decretos.
Aunque desde el punto de vista de la psicología no existe sustento científico que demuestre que hacer decretos al universo sirve para manifestar lo que deseamos, lo que necesitamos o lo que es bueno para nosotros y para quienes nos rodean, existe un principio lógico que sostiene que los pensamientos “buenos” generan emociones positivas, las cuales hacen más probable o más posible que tomemos las decisiones correctas para generar lo que buscamos, de modo similar a lo que los psicólogos llaman “profecías que se autorrealizan”, que es cuando las personas a fuerza de tener pensamientos catastróficos generan aquello que tanto temen.
La clave está en la palabra “cocrear”, pues no es el Universo solo quien cumple nuestros designios, sino que somos nosotros mismos quienes los traemos a la realidad mediante nuestro estado de conciencia y nuestras acciones. Así, si crees en ellos, los decretos sirven para permitir que aflore la esencia divina que todos tenemos dentro y que necesita un puente de fe o de esperanza para salir. Todos tenemos acceso a la sabiduría interior que casi siempre está en reposo, pero a menudo no sabemos cómo conectar con ella: al invocar a nuestro “Ser Superior” o Maestro Interno, se dice, nos comunicamos con niveles de conciencia superior del Universo, los cuales nos ayudarán a manifestar el contenido del decreto.
Pero no se trata de tan sólo ser optimistas o positivos, sino de sintonizar tu mente, tus emociones y tus acciones con el decreto, y de tener la convicción de que puedes lograr tus metas; en otras palabras, no se trata de magia sino de creer en ti. Por eso no debes repetir frases vacías, deseos materialistas —“Este año tendré un Ferrari último modelo”, por ejemplo— o caprichos del ego que no tienen forma de volverse realidad. Un decreto puede ser muy poderoso si, y sólo si, existe coherencia entre tus pensamientos y tus emociones.
¿Cómo decretar?
Si has decidido darle una oportunidad a los decretos, a continuación te dejo algunos consejos para hacerlo de forma sabia, consciente y fructífera:
- Aquieta tu mente. De pie o sentado, primero respira profundamente tres veces. Después, pon toda tu atención e intención en las palabras del decreto que elijas.
- Un decreto es como un mantra: cuantas más veces se repite, más resuena en el inconsciente. Así, puedes elegir repetir tu decreto tres veces o, bien, hacer repeticiones durante varios días consecutivos; lo importante es que lo hagas con toda la disposición, aunque a veces tu ánimo no se encuentre pleno.
- No intelectualices. Ánclate en el momento presente —“el aquí y el ahora”— con el corazón valiente y expandido; desde ahí, con voluntad, amor, honestidad y empatía, asume el compromiso de usar tu libre albedrío para realizar un plan de vida que redunde en tu propio bien y en el de los demás.
- Libérate del miedo. Sé consciente de que el mundo que nos rodea es ilusorio, intoxica nuestras ideas, oprime nuestro corazón y nos llena de angustias; por eso, libérate, suéltate y deja ir… para dejar llegar aquello que mereces.
- Pronuncia los decretos en voz alta y con afirmaciones positivas. Al decretar, no lo hagas desde la mente; en cambio, usa el poder de tu palabra, pronuncia alto y claro tu decreto desde el corazón y siéntelo en todos los poros de la piel.
- Uno de los primeros decretos es “Yo Soy”, que es una verbalización desde el ser al que se le ha llamado Dios en Acción, La Fuente, La Energía Infinita, el Universo o como tú le quieras decir; a esa parte divina en ti es a la que le pides que te otorgue lo que necesitas, porque está aquí para tu bien mayor y el de quienes te rodean.
- Considera la teoría de que todo cuanto existe en este plano de consciencia es una ilusión que tú creas en tu propia realidad. Tus pensamientos conscientes son creados, en parte, por la educación que has recibido, por la sociedad en la que vives, por tu idiosincrasia familiar, por tus creencias religiosas y hasta por los medios de comunicación; de ti dependerá romper estos patrones rígidos y abrirte a ser de forma libre e ilimitada. Si te interesa esta línea de pensamiento, te recomiendo leer el libro Un curso de milagros.
- Algunos ejemplos de cómo decretar: “Yo Soy”, “Yo soy lo que yo soy” o sus variantes: “Yo soy sano, feliz, la Abundancia Infinita, la Luz o el Amor”; o ”Soy un ser próspero”, o “Soy uno o una con el poder divino que me creó”. También se pueden afirmar los méritos —por ejemplo, “Merezco amor y abundancia”—, las capacidades —“Soy un ser creativo”— o invocar a la capacidad de manifestar y crear la propia circunstancia —“Creo y manifiesto todo lo bueno en mi vida”.
Aunque yo he experimentado en mi vida diaria los grandes beneficios de este tipo de decretos, ¡no me creas! Mejor ponlos en práctica, sé constante y evalúa los resultados por ti mismo…