Diferencias de edad en la pareja: ¿realmente importan?

Diferencias de edad en la pareja: ¿realmente importan?
Michelle Medrez

Michelle Medrez

Inspiración

Muchos de nosotros crecimos escuchando una creencia popular que afirma que, para que una relación de pareja funcione —al menos, una heterosexual—, la diferencia de edad debe ser de al menos siete años, y el hombre debe ser mayor que la mujer. Dicha teoría fue muy popular entre las personas nacidas en las décadas de 1940 y 1950, y promovida por películas como La luna es azul (1953) de Otto Preminger o Amor en la Tarde (1957) de Billy Wilder, donde hombres de edad madura cortejan y enamoran a jovencitas; décadas más tarde, filmes como Mujer bonita (1990) introyectaron la misma noción en generaciones más jóvenes.

Poco se sabía en aquellas décadas acerca de que todas las personas tenemos una edad física, una edad cronológica y una edad psicológica. Sin embargo hoy, aunque la ciencia ha derribado ese mito en torno a la brecha temporal, en muchos persiste la duda: ¿existe o no una diferencia de edad propicia para tener una relación de pareja estable y satisfactoria?

Según un estudio publicado en el Journal of Population Economics titulado“La satisfacción marital entre parejas de diferentes edades”, la felicidad conyugal disminuye de forma más significativa en parejas con diferencias importantes de edad que en aquellas donde los dos miembros tienen edades similares. De hecho, el estudio precisa que la satisfacción marital desciende de manera proporcional a la diferencia de edad y que las parejas con edades muy dispares son menos resistentes a impactos negativos en la relación, tales como enfermedades o dificultades económicas.

Pareja con miembros con edad similar

También se probó que tanto hombres como mujeres muestran mayores niveles de felicidad cuando se casan con parejas más jóvenes, independientemente de la diferencia en años; sin embargo, esa complacencia inicial parece disiparse después de un periodo de seis a diez años de matrimonio. Dicho estudio, realizado en el 2017, concluyó que las parejas con una diferencia de edad de entre uno y tres años tenían más elementos en común y mayores niveles de satisfacción.

Por otro lado, debido a la influencia de los medios y a la presión social, es mucho más frecuente y aceptado socialmente pensar en parejas heterosexuales en las que el hombre supera por varios años la edad de la mujer. Esta idea, apoyada por la psicología evolucionista y por creencias asociadas a una supuesta “continuación de la especie”, da por hecho que la juventud es sinónimo de fertilidad. Pero no me ocuparé de ella en este texto.

En el caso contrario, cuando la mujer es mayor que el hombre, es común que la pareja sufra rechazo social y que la falta de apoyo genere un estrés mayor en la relación. Sin embargo, algunas encuestas —como la realizada por el Dr. Justin J. Lehmiller— establecen con claridad que en aquellas parejas donde la mujer es mayor, ellas suelen comprometerse más en la relación que sus congéneres más jóvenes. Es triste reconocer que, quizá por el estigma social, no se cuenta con datos al respecto de este tema en parejas del mismo sexo.

Pareja de la tercera edad

Otro factor en juego, que tampoco ha sido muy estudiado, es la diferencia en las etapas de la vida que atraviesan los miembros de la pareja; es decir, no es lo mismo una brecha de diez años entre una persona en sus veintes y otra en la tercera década de vida, pues cada uno enfrenta desafíos profesionales distintos y la clarificación del proyecto de vida es muy diferente, que una brecha idéntica entre una persona en sus cuarentas y otra en sus cincuentas, pues en este caso ambos estarán más resueltos y en una etapa de mayor madurez.

Por supuesto, una cosa son los números y otra, cómo vivimos nuestras relaciones. Sin importar la edad, el éxito de una relación depende de en qué medida la pareja comparte valores, creencias y objetivos similares; de cómo ambos, en lo individual, son capaces de gestionar sus emociones y de apoyarse mutuamente hacia el logro de las metas personales de cada uno; de cómo fomentan el compromiso, la confianza y la intimidad y desarrollan la capacidad de resolver problemas de manera constructiva, y del reconocimiento que cada uno tenga sobre las pequeñas y grandes acciones cotidianas en beneficio de la relación. Todos estos factores, determinantes en el éxito de una pareja, poco tienen que ver con la edad.

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