Imagina la típica escena romántica en la que un hombre se arrodilla y le pide matrimonio a su novia. Las miradas se encuentran, las frases de amor flotan en el aire y el tiempo se detiene cuando surge la esperada frase: “¿Quieres casarte conmigo?” La mujer, desbordando alegría, no puede contener las lágrimas mientras mira la antigua cajita de joyas que su futuro esposo sostiene entre las manos. Antes de responder, espera con ansias a que se abra el pequeño joyero. En cuanto él levanta la tapa, se admira y exalta por su contenido: no hay un anillo de oro con un hermoso diamante; en lugar de soltar un ¡sí!, lo que ve la obliga a preguntar: “¿Qué es eso?” El novio, sonriendo, le dice: “Es un diorama de nuestra vida”. Ella sólo distingue una especie de maqueta en miniatura con dos figuras humanas, un hombre y una mujer tomados de la mano, mirando juntos hacia el frente, a punto de recorrer un camino que aparenta ser infinito y que se pierde entre una arboleda miniatura en la que se aprecian árboles con frutos, pero también ramas secas. Él le dice: “Quiero que seas mi compañera, que caminemos juntos por el sendero de la vida, el cual nos traerá alegrías —los frutos— y tristezas —las ramas secas—, pero nada nos detendrá porque nuestro amor es infinito, como este sendero”. Después de escucharlo, la mujer salta hacia su futuro esposo, lo abraza y grita: “¡Sí quiero casarme contigo!” llena de felicidad.
Este modo de hacer dioramas ha sido cultivado por el artista canadiense Curtis Talwst, quien creó una serie de dioramas en miniatura en el interior de antiguas cajas para anillos utilizando una inesperada mezcla de materiales. Sin embargo, las creaciones de Talwst no están pensadas para propuestas matrimoniales, sino para representar una vasta selección de escenas pertenecientes a distintos periodos históricos. Su idea es que “quien abra la caja se sienta transportado a otro mundo”. Así también nosotros podríamos crear infinidad de dioramas que nos conduzcan a mundos pasados o futuros, imaginarios, fantásticos o, incluso, que representen momentos especiales o recuerdos importantes.
Pero, entonces, ¿qué es un diorama y cuál es su historia? Un diorama, del griego dio, a través, y orama, vista, es un tipo de maqueta de diferentes tamaños, desde miniaturas hasta formatos grandes, aunque los más comunes son del tamaño de una caja de zapatos aproximadamente. Un diorama muestra figuras a escala como punto focal de su composición, que son presentadas dentro de un entorno específico: imágenes de la naturaleza, ciudades, eventos históricos, batallas, o lo que la creatividad permita. Pero lo más característico es que se utilizan texturas reales con el propósito de representar una escena en tercera dimensión. Los dioramas pueden servir a fines educativos, artísticos, de entretenimiento o incluso románticos y simbólicos.
Su invención es atribuida al francés Luis Daguerre (1781-1851), famoso por haber inventado en 1839 el daguerrotipo, el primer procedimiento fotográfico. Antes de introducir las cámaras fotográficas, Daguerre trabajó como pintor y después como decorador de varios de los escenógrafos más famosos de París —cabe mencionar que los decorados que realizó para la ópera parisina obtuvieron las mejores críticas del público. Finalmente, en 1822, elevó el arte de la escenografía al rango de un verdadero espectáculo para crear el diorama, con la ayuda del pintor Charles-Marie Bouton.
El diorama era una pintura que conseguía un efecto tridimensional mediante el uso de una técnica pictórica que explota las posibilidades de la perspectiva —dicha técnica se conoce como trompe-l’oeil, que en francés significa “engaña al ojo”. Estas pinturas se hacían en telas montadas sobre un material traslúcido y, mediante una adecuada iluminación, se obtenían diferentes efectos; por ejemplo, en una misma pintura se podía alternar entre el día y la noche. El diorama fue una de las formas de entretenimiento más populares de la Europa decimonónica pero, a principios del siglo XX, con la llegada de la cinematografía, el diorama como espectáculo fue perdiendo popularidad. No obstante, la idea de ilusión óptica de los primeros dioramas se trasladó a pequeñas obras de arte que cumplieran con la función de representar tridimensionalidad y perspectiva. Estos dioramas, de tamaño más modesto, son los que se encuentran como obras artísticas en museos o colecciones privadas. Aunque nada nos impide fabricar nuestros propios dioramas…
Ideas para un diorama
Para hacer un diorama hay que comenzar eligiendo una temática. Luego necesitamos encontrar un soporte, una caja de zapatos, por ejemplo, que podemos forrar o pintar por dentro y por fuera. Después tendremos que buscar los materiales para crear los planos y la perspectiva tridimensional. En internet existen numerosos tutoriales que muestran paso a paso cómo hacer un diorama, pero también es posible tomar ideas e inspiración directamente de los artistas del diorama, como el japonés Tanaka Tatsuya, que hace un diorama en miniatura diario desde hace cuatro años y plasma en ellos desde lo más impactante hasta lo más trivial de cada día; o la sudafricana Lisa Swerling, quien recrea sus pasajes literarios favoritos en dioramas.
Yo propongo crear un diorama de la propia vida en el que se represente un micromundo capaz de evocar recuerdos y sentimientos de determinados momentos de nuestra existencia, o quizá pasajes de nuestra historia que han dejado huella, o incluso eventos a futuro que nos gustaría visualizar. Pero si lo tuyo no son las manualidades, también puedes convertirte en coleccionista de dioramas, como el libanés Nabil Karam, ganador del Récord Guinness en 2016 por la colección más grande de dioramas, 577 en total.
Al final, ya sea que logremos crearlo o simplemente visualicemos cómo nos gustaría que quedara, el diorama de nuestras vidas sin duda será una obra de arte única, llena de metas a alcanzar, sueños y magia, que se podrá ir construyendo, como la vida misma, día tras día.