
Tu corazón late tan rápido que temes que vaya a estallarte el pecho. Sientes miedo, pero no sabes a qué. Respiras agitadamente, te recorren escalofríos repentinos y también un sudor frío, mientras la mente te bombardea con pensamientos agobiantes e intrusivos, y con los escenarios más catastróficos que puedas imaginar. Si has sufrido de ansiedad, seguro todos estos síntomas te resultan familiares.
La ansiedad es una reacción de alerta normal ante una situación riesgosa o de incertidumbre; pero, si se desborda o se prolonga demasiado tiempo, puede convertirse en un trastorno que se agudiza debido a la vida acelerada que llevamos: pasar mucho tiempo sentados frente a una pantalla —en lugar de estar en la naturaleza, al lado de nuestra gente querida o haciendo lo que nos apasiona— o continuamente estresados por el elevado costo de una buena calidad de vida resultan en problemas de salud mental que cada día son más frecuentes.
La ansiedad altera los hábitos y afecta el estado emocional, la creatividad y la salud de quienes la sufren, pues genera trastornos gastrointestinales, fatiga, insomnio, falta de concentración y bloqueos creativos. Si bien hay ejercicios para reducirla y siempre es conveniente tomar algún tipo de terapia, también es importante contar con un espacio que abone a tu armonía, tu relajación y concentración. Por eso, aquí te dejo cinco consejos de decoración para crear una sensación de calma y seguridad en tus espacios interiores.
Invita a la naturaleza
Un error de decoración común es la saturación visual con elementos brillantes o artificiales, pues éstos nos inquietan o nos deprimen. El remedio es simple: añade detalles decorativos orgánicos, de madera o de barro, los cuales darán suavidad y calidez a tu oficina u hogar sin tener que hacer cambios radicales.
Por otro lado, si quieres combatir el estrés y oxigenar tu espacio, las plantas son las mejores aliadas; no sólo suman a la estética, sino que también provocan cambios en tu sistema nervioso, reduciendo la tensión y aumentando la creatividad. Además, purifican el aire, perfuman el ambiente, transmiten tranquilidad, absorben radiaciones y alegran la vista; por si fuera poco, cuidar de ellas es un pasatiempo estimulante que te relaja y potencia la concentración. ¿Ya te convenciste?

Que se haga la luz
Aunque a menudo la iluminación artificial nos hace olvidarlo, todos experimentamos ciclos físicos y mentales que responden a la luz y a la oscuridad naturales. Por eso, ¡deja entrar al sol! Al exponer tu piel a la luz solar durante algunos minutos al día, ayudas a la liberación de Vitamina D y de serotonina, la hormona de la felicidad. Así, evita bloquear las entradas de luz y haz que tus luces artificiales imiten las condiciones naturales: en la mañana y el mediodía, utiliza fuentes de luz fría, que te despierta y es ideal para espacios de trabajo; por la tarde, cambia a luces cálidas —amarillas o naranjas—, idóneas para relajarte en tus interiores y prepararte para dormir.

Fluye y muévete en paz
¿Chocas frecuentemente con tus muebles? Eso es un signo innegable de que tu casa requiere de un cambio urgente. No poder moverse con libertad entre el mobiliario o tener obstáculos no sólo es molesto: también evita que nos relajemos, pues forzamos a la mente a estar en constante alerta. Así que reacomoda, deja espacio libre para circular, deshazte de lo que no necesitas y permite que “la energía fluya”. Tu mente y tu cuerpo con moretones te lo agradecerán.
Suaviza tu entorno
Los humanos necesitamos sentirnos en un lugar seguro para estar inspirados. Por eso —y aunque la estética sea un tema subjetivo— te recomiendo deshacerte de objetos puntiagudos, de plantas espinosas, de imágenes que transmitan dolor o agresividad, y de muebles pesados o rígidos; o bien, contrarresta con adornos de puntas redondeadas; con cuadros, fotografías o pósters de imágenes apacibles, y con cualquier otro objeto que transmita una sensación de calma y libertad. Se trata de lograr que tu espacio te inspire y te haga sentir acogido.

Elige la paleta perfecta
Los colores influyen en nuestras emociones, así que ten cuidado al elegir la paleta —es decir, la combinación y armonía cromática— de tu espacio. Evita los colores oscuros, sobre todo si tienes poca luz natural. En tus espacios personales, elige blancos, colores neutros o pastel, pues éstos calman y reducen la ansiedad —los colores predominantes en la naturaleza, el azul y el verde, son de los más relajantes—; en la sala, el comedor, el patio o la cocina, puedes aderezar un rincón o una pared con colores vibrantes que den brillo y transmitan vitalidad. Si te gusta un color intenso específico, úsalo en matices suaves y reconfortantes —aunque ames el morado, no pintes tus paredes de ese color y mejor elige gamas de lilas. No olvides que rediseñar tus espacios interiores rendirá mejores frutos si los mantienes en orden y si además mantienes buenos hábitos de salud física y mental. Con estos consejos, muy pronto verás cómo disminuye tu ansiedad.
