Diseños revolucionarios de la historia —segunda parte—

Diseños revolucionarios de la historia —segunda parte—
Alan Flores Soto

Alan Flores Soto

Creatividad

Existen tres posibles respuestas ante un diseño: Sí, No y ¡Wow!
Hay que aspirar a ¡Wow!

Milton Glaser

En la edición de marzo de Bicaalú,[1]  presentamos cuatro objetos de uso cotidiano que marcaron un hito en la historia. Continuando con la misma idea, el autor nos brinda una segunda entrega con cuatro nuevos diseños revolucionarios.

Encendedor Zippo

Encendedor Zippo

La historia del encendedor Zippo comenzó a principios de la década de 1930, en el Country Club de Bradford, Pensilvania. George Baisdell observaba a un amigo suyo utilizar un encendedor austriaco, que resultaba muy poco práctico. Tras analizarlo, se percató de que, a pesar de que funcionaba perfectamente e incluso contaba con una chimenea que protegía la flama del viento y otras condiciones adversas, para su uso requería utilizar las dos manos; además, el metal con el que estaba construido era delgado y se maltrataba fácilmente.

Con eso en mente, Baisdell decidió rediseñar el encendedor y para finales de 1932 creó el primer prototipo, en el que conservó la chimenea e instaló el mecanismo dentro de un contenedor rectangular que se abría y cerraba por medio de una bisagra. Zippo fue el nombre que le dio a su producto, debido a que le gustaba el sonido de la palabra zippercierre, en inglés— y buscó variaciones de su escritura, hasta que la asoció con el sonido que producía el encendedor al abrir y cerrar con las onomatopeyas “zi” —al abrirse— y “poo” —al cerrarse.

El 3 de marzo de 1933, el Zippo salió a la venta a un precio de $1.95 dólares,  con el respaldo de una garantía de por vida. Desde ese día, se han fabricado más de cuatrocientos millones de encendedores, y se calcula que actualmente se producen doce millones al año. En todo este tiempo, el mecanismo básico del Zippo se ha mantenido inalterado.

El bolígrafo Bic Cristal

El bolígrafo Bic Cristal

Se trata de un diseño útil y práctico, quizás el único de esta lista del cual seguramente tuviste tantos que perdiste la cuenta, aunque no hayas usado por completo la mayoría de ellos o se hayan quedado sin tapita.

Una de las mejores ideas de la historia nació el día en que el periodista húngaro nacionalizado argentino Ladislao Biro se hallaba en una imprenta, donde se dio cuenta de que la tinta usada en los diarios se secaba rápido y no dejaba manchas, como sucedía con las plumas fuente, pero era tan viscosa que no fluía con facilidad. Fue entonces cuando —con ayuda de su hermano Georg, quien era químico— decidió crear una tinta semejante, menos viscosa y con mayor fluidez, para usarla en una pluma; pero poco después descubrió que esta tinta se secaba y trababa la escritura.

Una mañana, mientras Ladislao veía a unos niños jugando con una pelota, notó que ésta, al atravesar los charcos, dejaba un rastro de agua sobre el piso. Esto inspiró a Biro, que resolvió su problema adaptando una pequeña esfera de metal en la punta de la pluma, la cual distribuía la tinta y le permitía secarse rápido, pero la mantenía en estado líquido en el depósito, de modo que siempre estaba lista para ser usada. La patentó, pero nunca la fabricó debido a la dificultad de fundir esferas lo suficientemente pequeñas. En 1950, vendió la patente al francés Marcel Bichen, comerciante de productos de escritura, quien mejoró el diseño con un tubo de plástico transparente, para que se viera la tinta, y con aristas en la superficie para un agarre más firme; por último, lo hizo desechable, lo cual fue el secreto de su éxito, pues era un producto de bajo costo.

Con el tiempo el diseño siguió perfeccionándose: se le dio forma hexagonal al tubo para evitar que rodara sobre superficies lisas y se cayera del escritorio; se le hizo un pequeño agujero en el medio, que evita que los cambios de presión entre el interior y el exterior derramen la tinta; el depósito nunca se llenaría para evitar que el calor de las manos expandiera la tinta y causara derrames y, finalmente, está el detalle más curioso de todos: el agujero de su tapita, el cual permite que, en caso de ser tragada, la persona pueda seguir respirando. Se calcula que este agujero salva la vida de cien niños —y no tan niños— cada año.

Playera tipo polo

Playera tipo polo

Nadie sabe a quién se debe su confección, pero su antecedente más notable tuvo lugar en el Club Hurlingham, en Argentina, durante un partido de polo en 1893. En comparación con el uniforme tradicional, que era de manga larga y de un grueso y pesado algodón, estas camisetas eran frescas y prácticas. En 1920, Lewis Lacey, un miembro del equipo de polo argentino, abrió una tienda de artículos deportivos donde vendía la prenda, con la figura de un jugador de polo montado sobre un caballo bordada en el pecho. Pero quien la popularizó fue un jugador de tenis francés llamado René Lacoste, quien era conocido como “el Cocodrilo” por la prensa, después de que se enteraran de una apuesta cruzada durante la Copa Davis de 1927 por él y el capitán del equipo francés de tenis, quien le prometió un bolso de piel de cocodrilo si ganaba la justa.

El diseñador del logotipo del cocodrilo fue Robert George, amigo y estilista de Lacoste, quien lo hizo por diversión; con la popularidad alcanzada por el apodo del jugador, éste le pidió que se lo bordara al blazer con el que jugaba. Cinco años después, Lacoste decidió asociarse con el fabricante de ropa André Gillier para vender camisas tipo polo con un cocodrilo bordado. Esto fue el principio de la marca Lacoste, precursora del uso del logo en el exterior de la prenda.

Actualmente las camisas tipo polo son utilizadas en todo el mundo y no sólo en el ámbito deportivo como uniforme del polo —obviamente—, el tenis, el cricket y el rugby, sino también como uniforme escolar y de empleados, y hasta se ha popularizado entre los miembros del crimen organizado. Por su diseño icónico y su diversidad, las camisas tipo polo son un clásico que nunca pasará de moda.

Motocicletas Harley-Davidson

Motocicletas Harley-Davidson

Harley-Davidson comenzó cuando dos jóvenes, William S. Harley y Arthur Davidson, tuvieron la revolucionaria idea de construir una motocicleta en la que el motor estuviera integrado en el diseño. A finales del siglo XIX había un auge industrial en los Estados Unidos: a lo largo y ancho de todo el territorio aparecían fábricas, talleres e industrias. Y en 1900 comenzaron a realizarse las primeras carreras de un nuevo invento: bicicletas a las que se les acoplaba un motor.

Durante el verano de 1901, a los veintiún años de edad, William S. Harley, quien desde los quince había trabajado en una fábrica de bicicletas, diseñó unos planos para la construcción de un pequeño motor de gasolina instalado en una bicicleta. Su amigo Arthur Davidson vio en este diseño —llamado “motor de bicicleta”— una oportunidad para un invento revolucionario, y decidió ayudarle a construirlo. Dos años después, y con el financiamiento del hermano de Arthur, Walter A. Davidson, consiguieron crear el primer prototipo. Este diseño tenía el bucle del marco más grande que el de una bicicleta, donde iba el motor. Así apareció la primera motocicleta Harley-Davidson.

Las Harley-Davidson pronto captaron la atención de los amantes de la velocidad y lograron distinguirse de entre las demás por su diseño único. Posteriormente serían añadidas las características que sobresalen de estas motocicletas: el tanque en forma de gota en 1925, el diseño del águila en los tanques en 1933 y el motor de dos cilindros en forma de V, que dota de una potencia y sonidos característicos a la Harley-Davidson.

Cinco consejos para hacer un buen diseño

1. Rompe las reglas. La innovación es esencial en el diseño. Un buen diseño se caracteriza por romper con lo previamente establecido.

2. Menos es más. Un buen diseño es bello, y la belleza siempre se halla en la simplicidad, no en la multiplicidad y confusión de objetos.

3. Conecta cosas. La creatividad reside en conectar cosas que parecieran no estar relacionadas. Esto lo dijo Steve Jobs, y una muestra de ello la dio Ladislao Biro, quien asoció a unos niños jugando con una pelota con el diseño de un instrumento de escritura más eficaz.

4. Reinventa la rueda. Es muy difícil inventar algo desde cero, pero en lugar de eso se puede estudiar algo previamente inventado hasta comprenderlo y preguntarse de qué forma puede ser optimizado.

5. Piensa en la funcionalidad. Un buen diseño optimiza el uso de un producto o su funcionamiento; de nada sirve un diseño atractivo, pero sin utilidad.

Cierre artículo

[1] v.  Bicaalú 82, marzo 2017, “Diseños revolucionarios de la historia”; pp. 12-15.

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