Oye, ¡tienes un montón de trabajo que hacer! El jefe te dijo que lo quiere para ahorita. Y mañana hay que despertar temprano para llevar a los niños a la escuela. Por cierto, no olvides limpiar la casa ni preparar tu comida para pasar el día. ¡Ah! Y recuerda ir al gimnasio, pues uno de tus propósitos de Año Nuevo fue bajar de peso. Tienes muchos pendientes. Es verdad: vives al límite de la a aventura y la actividad, pero también del cansancio y del estrés. Es hora de que tomes acción… o, mejor dicho, ha llegado el momento de la no acción.
Dolce far niente es una expresión italiana que significa justo lo que anuncia el título de este texto: el dulce placer de no hacer nada. En un mundo como el nuestro, en el que siempre hay un pendiente que atender, una llamada por hacer, un objetivo que perseguir o alguien a quien prestar atención, la dolce far niente propone hacer una pausa a mitad de la jornada para disfrutar del ocio y de la contemplación, de una taza de café o, quizá, de hacer el amor con tu pareja. Y aunque no estés en la soleada campiña toscana, disfrutando de una pasta recién hecha y una copa de vino mientras lees esta Bicaalú, aún puedes robar tiempo a tu ajetreada rutina para obtener los dividendos que otorga este ocio momentáneo.
Aunque la idea te suene extraña o exótica, propia de una vida muy distante de la que se vive en las grandes ciudades, en las que trabajamos sin pausa —siempre conectados y disponibles a través de un smartphone— y nos llenamos de obligaciones durante trescientos sesenta días para poder disfrutar de cinco días de vacaciones, algunos psicólogos han señalado los beneficios físicos y psicológicos de distribuir los momentos de solaz y esparcimiento en pequeñas dosis diarias: se vive mejor, se está de mejor humor, se duerme mejor y, por tanto, se tiene mejor salud, se ahuyentan algunas enfermedades e incluso se prolonga la vida. Además, a la hora de trabajar uno es más productivo.
Pero ya sé, ya sé… Justo ahora escuchas en tu cabeza los ecos de voces conservadoras y prudentes que te dicen: “¿Cómo te atreves a pensar en ‘no hacer nada’? Estás haciendo una apología de la pereza. Los que no hacen nada son perezosos, holgazanes, flojos y ladinos; eres un vago sin oficio ni beneficio”. Y quizá creas que es tu obligación moral el seguir en movimiento, que el ser humano sólo tiene un valor si realiza actividades productivas: construir un mueble, generar o administrar riquezas o escribir una novela. Si estás atrapado en ese ritmo imparable de las ciudades, en las que el día empieza pero nunca acaba —y por eso los puestos de tacos siguen abiertos hasta altas horas de la madrugada—, el cometido de no hacer nada no es tan fácil como parece. Además, por nuestra programación social, muchos podemos sentirnos culpables cuando no estamos “haciendo algo”, ¿no es así?
Pero esto no tiene por qué ser de esa manera. Incluso en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se menciona el derecho al ocio:“Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”.Si el respaldo de esta ley universal no es motivo suficiente para atreverte a vivir la dolce far niente, recuerda que cuando descansas profundamente se activa el hemisferio derecho te tu cerebro, lugar que controla la imaginación, la creatividad y el placer. ¿En verdad te vas a perder de ese privilegio?
Por supuesto, no estamos incitándote al ocio perpetuo o a la holgazanería, pues es prudente hacer todo con medida. A lo que invitamos es a escapar del caos y de la rutina de vez en cuando, y a tomar un momento para tirarte en el pasto y mirar las nubes, para compartir con alguien sin hacer ab-so-lu-ta-men-te nada. Tomar un momento para vivir, sin importar que no estés realizando nada “productivo” para la sociedad. Eres dueño de tu cuerpo, de tu vida, de tu tiempo; no le perteneces a nadie y, por un momento, puedes ser dueño de tu propio universo. Así que, en lugar de estar leyendo, cierra la revista, sírvete una taza de té, acomódate en un sitio cómodo y disfruta el dulce arte de no hacer nada.