
Si nos cuestionamos cuál es la función del arte, podríamos responder que éste no existe para cumplir una sola. Desde sus inicios, el arte ha servido a diferentes fines y éstos han cambiado a lo largo del tiempo. Como ejemplos están la función ritual y mágica en el arte de la Antigüedad, la función simbólica en el arte sacro de la Edad Media, y la función imitativa, didáctica, ornamental o estética de los siglos posteriores. A partir de las vanguardias del siglo XX, la función del arte cambió por completo y se volvió subversivo e innovador.
Otra función del arte, presente a lo largo de la historia y que ha cobrado gran fuerza en el arte contemporáneo, es la función provocativa y de denuncia social, en la que los artistas exponen con conciencia crítica el contexto político y social que viven día a día. Por medio de sus obras, a menudo controversiales, buscan provocar una reacción en el espectador para enfrentarlo a la realidad que evoca la pieza artística y hacerlo reflexionar acerca de la situación que representa.
Numerosos artistas contemporáneos alrededor del mundo han expresado, a través de sus obras, la violencia, la corrupción, el narcotráfico, la guerra o los feminicidios para hacer una reflexión en torno a esas realidades, o bien, “dejar un testimonio sobre un momento irracional de nuestra historia”, como explicó el artista Fernando Botero cuando desarrolló una serie que exhibía la violencia de Colombia protagonizada por el cártel de Pablo Escobar.

Fernando Botero, Pablo Escobar muerto.
El tema del narcotráfico ha estado presente también entre artistas mexicanos contemporáneos. Por ejemplo, Emiliano Gironella, quien a través de diversas obras que contienen figuras de degollados, “santos” como Jesús Malverde y armas, exterioriza la violencia creciente en el país. A su vez, el artista mexicano Lenin Márquez Salazar, en sus pinturas hiperrealistas realizadas en Sinaloa —localidad asolada por la violencia del narco y cuna del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán—, plasma hechos que acontecen día con día, como los desaparecidos y asesinatos; de su amplio trabajo, cabe destacar la serie Paisajes.

Lenin Márquez Salazar, de la serie Paisajes.
Otro artista mexicano interesado en la actualidad de nuestro país es Gustavo Monroy, quien en su cuadro La última cena evoca la violencia del narco con doce cabezas cercenadas, entre ellas la de él, que reposan sobre una gran mesa. En sus lienzos, Monroy capta la crudeza de la violencia de las ciudades fronterizas. También la artista mexicana Marisa Polin se interesa por el tema del crimen organizado: una de sus obras más famosas es El Jefe, que representa el secuestro del político Diego Fernández de Cevallos. También el videoartista mexicano Rubén Gutiérrez denuncia en sus obras la degradación del norte de México por la creciente violencia de los cárteles del narcotráfico.

Gustavo Monroy, La última cena.
Otro tema que han abordado artistas contemporáneos es el de los feminicidios, en donde el cuerpo femenino se toma como objeto de representación de la violencia y abusos de poder por parte de una sociedad machista. En ese sentido, la cubana Ana Mendieta ha realizado varios performances denunciando las violaciones físicas y psicológicas que sufren mujeres de todas las edades.
Por su parte, la artista mexicana Ana Quiroz denuncia a través de instalaciones y arte objeto la violencia endémica de la frontera norte de México, la pobreza, las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, la precaria situación de las comunidades indígenas y la dominación del narcotráfico en México. Acerca de una de sus obras más controversiales, compuesta de pedazos de vidrio sobre una base de alambre encima de unas piernas de venado, Quiroz dijo: “Esta obra alude a la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez; se llama Por piernas, en la que se representan los genitales de la mujer estancados, atrofiados, destruidos y las piernas de venado que deben correr rápidamente a pesar de estar fijas. Es una manera de denunciar que todo sigue igual en Ciudad Juárez, que la situación de las mujeres sigue siendo terrible”.
Otra de las artistas mexicanas que se destaca por llamar la atención acerca de la violencia en el norte de México es Teresa Margolles, quien a través de sábanas y banderas ensangrentadas, cobijas con las que se envuelven los cadáveres en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) [1] y puertas balaceadas, entre otros recursos, nos enfrenta a dicha realidad de forma cruda, pero necesaria.
El medio que utilizan todos estos artistas para luchar contra los abusos cotidianos en el mundo no es a través de la redacción de un artículo periodístico que puede perderse en el abismo de la letra escrita física o cibernética, ni a través de una manifestación pública, ni de la firma de peticiones electrónicas o de la denuncia de injusticias públicas en redes sociales: el arma que utilizan es su creatividad, su ingenio y su talento artístico.
Ya sea a través del performance, de instalaciones, video o pintura, confían en que sus obras de arte seguirán presentes cuando en las noticias ya no se hable del tema. Para ellos, su temática no “pasa de moda”; por el contrario, debe persistir para que no se olvide su contenido y que más personas se unan a la lucha, para que las autoridades no claudiquen en la solución de los problemas sociales y para que futuras generaciones sigan reflexionando sobre los problemas de la realidad que les toque vivir y no cometan los mismos errores del pasado.
Es por esto que vale la pena que, al enfrentarnos a una obra de arte de este tipo en un museo, galería o exposición, tomemos el tiempo para observarla, empatizar con el artista y tratar de entender qué está denunciando; hay que dejar que la obra nos toque y nos haga contactar con las sensaciones que nos provoca, aunque sean de repulsión, y relacionarlas con el disgusto y la aversión que deberían causarnos las injusticias que plantea el artista, para que hagamos conciencia de los múltiples retos a lo que nos enfrentamos desde nuestra realidad, y tratemos de contribuir a su transformación y al bien común de la sociedad.
Como dice uno de los grafitis del artista anónimo Banksy: “Keep your coins, I want change” —“quédate con tus monedas: yo quiero el cambio”. Seamos ese cambio que nos pide el mundo.

[1] Entre los años 80 y 90 del siglo XX, Margolles formaba parte de la escena artística underground en un colectivo artístico llamado SEMEFO, que se caracterizaba por performances e instalaciones explícitos y violentos. [N. del E.]