El desafío de lo realmente original

El desafío de lo realmente original
Franz De Paula

Franz De Paula

Creatividad

“Los grandes espíritus siempre se han encontrado con la oposición de las mentes mediocres. La mente mediocre es incapaz de comprender al hombre que se niega a inclinarse ciegamente a los prejuicios convencionales y, en cambio, opta por expresar sus opiniones con valentía y honestidad.”
Albert Einstein

Si dudas, es que no hay duda. Dudar está bien, es signo de una mente inquisitiva. Significa que estás pensando fuera de lo obvio, y eso no es común. Lo único que podemos asumir en la vida es que nada debemos asumir. Creer todo lo que uno oye o lee no nos hace más inteligentes; estamos bombardeados por una cantidad de información tan confusa que caminamos en la más espesa neblina. Hay que cruzar la vida con una dosis equilibrada de escepticismo y maravilla. Esto quiere decir dejarnos sorprender por la vida —por un gesto, una sensación, un aprendizaje o por el universo asombroso que a diario damos por hecho—, pero sin dejar de cuestionarnos lo que asumimos como verdad.

Lo que tomamos como verdad es nuestra realidad. Es lo que creemos, buscamos, pensamos y percibimos. Estamos atrapados en la celda del tiempo. Somos presos de nuestra propia identidad y nadie puede escapar de su propio yo. Si no nos gusta lo que tenemos, nos aburrimos. Cuando uno se aburre, no te dan ganas de estar en ti mismo, en la misma situación ni en el mismo lugar, haciendo las mismas cosas. Nada te libera del aburrimiento: ni cambiar de casa o de canción o de pareja o de profesión. Son sólo efímeros placebos. Lo único que nos permite ejercer esta liberación es la imaginación. Imaginar es un acto de libertad.

Piensa en las posibilidades si hoy hubieras hecho algo diferente: girar a la derecha en lugar de a la izquierda, pedir café en lugar de agua, responder ese mensaje en lugar de ignorarlo. Podrías no estar en donde estás ahora, haciendo lo que estás haciendo. Es inquietante pensar que cada decisión, cada pensamiento y cada respuesta nos llevan por caminos tan divergentes en la vida. Un puñado de vidas brotan por separado de cada intención nuestra y nos sentimos como arañas en medio de una red infinita de realidades paralelas. Se siente vértigo. Para que la vida cambie basta con que des la vuelta en la esquina, pero primero tienes que pensar en la esquina.

Para que la vida cambie tienes que pensar diferente, y cuando contemplas las posibilidades, ya estás dando un paso fuera de la frontera de la realidad. No estás pensando en lo que es, sino en lo que podría ser. Este es el acto más revolucionario que hay, porque es la chispa que enciende todo. Nada es más emocionante y peligroso que una neurona en llamas: un hermoso incendio de ideas en tu cerebro que se propaga en la realidad.

Y lo que nos provoca esa descarga es pensar o sentir que algo, fuera o dentro de nosotros, puede ser diferente. Este es el combustible de la historia. Los genios nos han dejado su imaginación volcada en algo diferente: con sus ideas tocaron al mundo y a nuestras mentes. Tomaron riesgos, dudaron, fallaron, intentaron, empujaron límites, aportaron un significado. Transformaron.

Nosotros también podemos hacerlo. Somos lo que necesitamos y la razón que llevamos tanto tiempo esperando. Lo tenemos todo, somos coleccionistas de experiencias. Nuestra piel es un imperio donde se guardan nombres, restos, memorias, emociones; es la capa que delimita territorios, separa nuestro ser de la realidad externa y, al mismo tiempo, nos combina con ella. ¿Recuerdas la última vez que se te puso la piel de gallina de pura emoción?

Esto tiene todo que ver con el modo como lidiamos con la realidad. La mayoría de las personas que nos rodean la abordan del mismo modo y, si hay problemas, la gente quiere resolverlos de la misma manera en que lo han hecho antes. Desafiar las suposiciones que damos por hecho nos lleva a concebir ideas auténticas. Antes de tomar una decisión, piensa qué cosas estás asumiendo como verdaderas sin darte cuenta y pregúntate si puedes romper el marco de referencia del cual estás partiendo. Fuera de la ciencia —y, en algunos casos, de la ley—, todas las reglas en el mundo deberían estirarse o romperse.

Hay que empezar por desafiarlo todo, incluso el concepto de “lo original”. Yo creo que nada es original o, en todo caso, que lo original no está allá afuera, sino en nuestra mente. El desafío está dentro de nosotros. Nada adquiere sentido sino a través de nuestra percepción. Somos el universo experimentando su breve lapso de humanidad.

Cuando la gente califica algo como original, la mayoría de las veces no sabe cuántas referencias contiene a otras fuentes previas. Nada viene de la nada. Todo desafío proviene de cosas que han existido antes. No tenemos que partir de cero: los visionarios que nos preceden y forman nuestro árbol genealógico creativo nos inspiran. No importa que todo haya sido dicho antes, lo importante es que tú digas lo que quieres decir pero con tu propia voz. Lo original es tu planteamiento. Eso es auténtico y es lo más valioso.

No importa tanto de dónde tomas las cosas sino hacia dónde las llevas. Y las cosas que vale la pena decir o hacer son las que nos tocan directamente en el alma. Por eso permítete dudar, cuestiónate y empápate de todo lo que resuene en tu misma frecuencia: arte, música, conversaciones, atardeceres, libros, travesías; en todos hay algo que tiene que ver contigo. En el momento en que empiezas a ver el mundo de esta manera, deja de existir “lo que está bien” y “lo que está mal”; sólo existe lo que te mueve y lo que no te mueve. Toma lo que te mueva, combínalo con tu alma y conviértelo en arte.

Nuestra magnitud como individuos no se mide por los momentos de comodidad, sino por los de desafío. Somos la combinación de todo lo que dejamos entrar en nuestra vida. Por eso, retira de tu existencia todo lo que no prenda tus neuronas, arranca lo que no haga bombear la sangre en tus venas, rodéate de cosas y de gente que te inspire, te rete y encienda tu pasión, y devora todo lo que amas, porque de eso estamos hechos, de lo que nos hace sentir vivos.

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