El limosnero instinto de aprobación

El limosnero instinto de aprobación
Carman Witman

Carman Witman

Mente y espíritu

¿No me vas a felicitar? ¿Por qué no le diste Like a mi publicación? ¿Te gusta la foto que subí? ¿Qué tal me veo? ¿Cómo sientes que me queda esto? ¿Crees que le guste este regalo?…

Así pueden iniciar algunas charlas comunes entre mujeres y hombres modernos, adictos a la tecnocomunicación y la teleaprobación, tecnodependientes y codependientes. Y es que el ser humano tiene tremendos potenciales creativos, pero es frágil emocionalmente, al grado de sentir tristeza o alegría por un simple signo virtual, una cantidad de pulgares arriba, un comentario pasajero de alguien cercano o un trolleo de una persona que sólo conoce por internet.

¿Te has puesto a pensar cuán adictiva puede resultar la necesidad de ser aprobado por los demás? Si lo primero que viene a tu mente es “Yo no tengo ese problema”, sigue leyendo; de cualquier modo, vamos a revisar si formas parte de este comportamiento común y también qué tan libre y sana anda tu autoestima.

Tanto las opiniones verbales en persona como aquellas emitidas vía telefónica o por internet parecen emular la aprobación que, en tiempos remotos, otorgaba el jefe de tribu o la sabia abuela del clan a adolescentes tras las cacerías de iniciación o a pubertas en sus primeros periodos menstruales. Es interesante comprender que este código antiquísimo de aprobación tribal es de donde provienen nuestros impulsos y necesidades, irracionales e inconscientes, de ser aceptados, populares o, al menos, no rechazados.

En aquellos días de “la macana y el pelaje”, era común que si algún peludo o greñuda no lograba la aprobación de la “jefatura-bunga-bunga” fuera expulsado por un tiempo, hasta lograr el mérito esperado,  o incluso desterrado para siempre a una riesgosa supervivencia solitaria. Así nació el limosnero instinto de aprobación, como un genuino impulso de evitar el rechazo a fin de sobrevivir, y se arraigó tanto en nuestro inconsciente colectivo que hoy constituye el miedo causal del fenómeno histérico masivo de los likes y shares, de las selfies, del compartir, comentar y dar votos virtuales o cibertrofeos. Los chismes y pláticas de café en vivo —o por WhatsApp, Facebook o Twitter— también son ejemplos que demuestran este fenómeno; no por nada las empresas estudian científicamente y explotan este infantil y antiquísimo instinto colectivo: se trata del mismo truco que utilizan los mercadólogos para imponer modas, marcas, autos, películas, series e, incluso, planes de estudio. Ellos son los nuevos “jefes de tribu” que dictan los caminos para que hagas méritos a través del consumo y así te sientas parte —o excluido— de ciertos grupos socioeconómicos.

Y, por supuesto, en primer lugar está tu familia; ese via crucis de parientes, como lo llamaba Facundo Cabral, que son creativos en las artes del rechazo, la crítica y la desaprobación o las fanfarrias sólo otorgadas a un pariente limosnero “bien portado”. Nos han educado para pensar que necesitamos pertenecer a grupos de interacción social, y así buscamos méritos o votos de aprobación para sentir un efímero lapso de placer o tranquilidad. La búsqueda de pertenencia es natural, pero puede estar tan cerca de la inmadurez psicológica como llorar en el jardín de niños porque no nos dejaron jugar o sentirse triunfador por haber recibido una estrellita ensalivada de la maestra.

Hoy, estos trofeos de aprobación están hechos de un material llamado código binario, y constituyen una verdadera preocupación disimulada para el noventa y nueve por ciento de las personas que poseen el privilegio de tener familia, acceso a internet, un teléfono inteligente o, simplemente, un grupo de amigos que les dé alguna limosna de aceptación esporádica.

Tal vez tú no eres el tipo de ser humano que vive en ciudades o poblados con acceso a internet, ni un niño frágil, ansioso por llegar a tener unos minutos de fama o algunas monedas en tu alcancía virtual de limosnas de aceptación llamada iPhone, ¿o sí? La pregunta es: ¿quieres sentirte más pleno y libre para vivir o quieres crear más ansiedad, aparentar ser más querido, tener más trofeítos y aprobaciones efímeras? En otras palabras, ¿qué te interesa más: tu salud mental o nutrir de tu instinto limosnero de aprobación? Por si acaso, haz un pequeño ejercicio: el primer paso consiste en reconocer que, tal vez, eres adicto en algún nivel; el segundo es reconocer que sí eres adicto, y tal vez no sólo un poco, sino en un nivel creciente.

Todo adicto piensa que, en comparación con otros, no tiene una adicción. Pero, ¿sabías que buscar un like, esperar felicitaciones en tu cumpleaños, revisar cuántas visitas tiene tu publicación, exponer tus interacciones sociales, revisar qué publican otros para obtener más likes, compartir en redes tus emociones y vacaciones, hacerte selfies o fotos sexys, y hasta tomarle foto a lo que comes en vez de disfrutar tu comida, son acciones de tu instinto limosnero inconsciente para generarte cierta popularidad, aplausos, reconocimientos, cariño, comentarios favorables y sensación de compañía, lo cual muestra tu baja autoestima y es un indicador de que ya tienes un grado de esta adicción?

Ahora, si esto fuera cierto en ti, ¿qué tendría de malo? Seré muy directo: no tiene nada malo; es un poco enfermo, sí, pero más allá de eso es un fenómeno que va deteriorando poco a poco tu autoestima, confundiendo a tu cerebro y secuestrando tu creatividad, orillándote a invertir cada vez más tiempo y energía en la labor de limosnear aprobación a los demás desde tu smartphone, tableta o computadora personal. Otra consecuencia es que estás dando los primeros pasos hacia verdaderos episodios de ansiedad, nutriendo una depresión silente y cooperando con la frustración neurótica colectiva. Y todo con esta aparentemente inofensiva práctica diaria.

Es posible que las amistades y el público que tienes ya estén aburridos de “dar limosna” a tus publicaciones y fotos, pero tú crees que mantienes una amistad con ellos. Por eso, bastará que tengas un cambio en tu vida o te ocurra algo no grato para que descubras cuántos de esos “amigos” de verdad te ayudan o acompañan en tu problema. Muchas veces te quedarán sólo dos… y uno de ellos te dirá que no puede ir a verte, pero que te manda muchos “limosneados” emoticones, súper amorosos y sanadores.

Para concluir quiero afirmar que: sobrevivir es un instinto admirable y natural, pero el limosnero de aprobación puede ser una nociva adicción que aún no te han diagnosticado. Sin embargo, si lo detectas a tiempo, puedes evitarte mucho daño en tus próximos años. No te defiendas, la negación de una adicción es el principio de tu autodestrucción. Revisa tus instintos [1]  con honestidad: es por tu salud mental.

La adicción a ser aprobado es un hecho ya insertado en tu vida, sólo por tu interacción en internet, redes sociales y por tu amado “teléfono inteligente”.

Cierre artículo

[1] Recomiendo un libro de gran ayuda para superarlos: Cómo amarte y relacionarte sanamente, de A. Rekury. De venta en: www.vitaelogia.com.mx

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