Durante el pico de la pandemia, como muchos habitantes de la Ciudad de México, este humilde sombrerero se armó de valor y, debidamente protegido, se aventuró a los pasillos del supermercado a hacer sus compras. Delante de mí, un joven llena un carrito siguiendo las instrucciones que le dicta su smartphone. Su playera azul marino muestra una leyenda: personal shopper. Sí, trabaja para una de esas apps, pero a mí me recordó al multifacético músico británico Steven Wilson.
Curiosamente, la canción que lleva ese nombre vio la luz el mismo día que la OMS declaró la pandemia por coronavirus… aunque ese es otro cantar. En su letra y en su electrónico ritmo bailable desfilan todo tipo de mercancías, desde cremas antiedad y pantallas LED orgánicas hasta autoestima y autocomplacencia. Pero hablemos del autor de esta maravillosa sincronicidad musical.
Steven John Wilson nació en Kingston Upon Thames, en Londres, en 1967. De formación autodidacta, inició su gusto por la música —y, en especial, por el rock— tras devorar los álbumes de Pink Floyd de sus padres, y a la edad de doce años ya experimentaba con su guitarra. Actualmente es uno de los compositores, intérpretes y productores más destacados y prolíficos del rock británico.
De rasgos finos, lentes de aumento y semblante pacífico, Wilson elude el estereotipo del “rockero” de aspecto rebelde, decadente e incendiario; por el contrario, su música se percibe fina, elegante, cerebral, inteligente, aunque no por ello carente de potencia y de la complejidad que distingue al rock prog.
Luego de algunos escarceos musicales con bandas de poca trascendencia, en 1987 Wilson arrancó dos proyectos: el dúo de art pop No-Man, con el vocalista Tim Bowness, y uno de los actos de rock progresivo más destacados de finales del siglo XX: Porcupine Tree, donde saltó a la palestra con el bajista Colin Edwin, el tecladista Richard Barbieri y el baterista Chris Maitland, que a la postre sería sustituido por el extraordinario Gavin Harrison.
Sin duda, Porcupine Tree ha sido el proyecto de mayor fama y longevidad de Steven: durante la década de 1990 y hasta 2012, sacó al mercado dieciséis álbumes. Pero su inquietud lo llevó a explorar otras vertientes del rock, desde la electrónica ambient con Bass Communion, el krautrock [1] con Incredible Expanding Mindfuck —un nombre por demás descarado—, y el proyecto experimental Blackfield con el israelí Aviv Geffen.
Pero aún hay más: Wilson tiene una carrera sólida y resuelta en plan solista, que abarca desde álbumes “convencionales” como The Raven That Refused to Sign and Other Stories (2013) hasta sencillos lanzados uno por uno en plataformas digitales como YouTube, Spotify y Apple Music, que auguran la venta de un álbum —no sabemos si físico o digital— en enero de 2021: Future Bites.
Y por si todo lo anterior fuera poco, Steven ha estado del otro lado del vidrio en las sesiones de grabación, moviendo las consolas como ingeniero y productor de bandas del calibre de Marillion y Opeth, y gracias a su oído privilegiado ha remezclado álbumes clásicos de bandas de culto del prog como Yes, King Crimson y Gentle Giant, muchos de ellos disponibles en Spotify. Si a eso no se le llama ser multifacético, no sabría qué otro adjetivo utilizar.
Volviendo a los pasillos del supermercado, buscando música para amenizar mis compras me entero que justo unos días antes de que termine de teclear este texto el buen Steven lanzó un sencillo más, titulado “Eminent Sleaze”, que ha levantado ámpula entre los fanáticos que esperaban más del viejo Wilson progresivo de Porcupine Tree y se topan con un track electrónico bailable. En aras de la evolución musical, no se le puede dar gusto a todo el mundo.
Hasta el próximo Café sonoro…
[1] Género experimental que floreció en la República Federal Alemana en las décadas de 1960 y 1970, y que recupera influencias del rock psicodélico, la electrónica y el avant-garde.