
Intangible y misteriosa, la intuición habita en algún rincón de nuestro ser y funciona como una gran herramienta para el autoconocimiento que nos dice: “Abre las alas y vuela, es el momento”. Por ello, su labor se asemeja a la de una brújula que te dirige y encamina; pero no se trata sólo de avanzar como un caballo desbocado, pues la intuición también nos incita a frenar, a tomar un momento de respiro. Nos sugiere no entrar en una calle oscura o alejarnos de cierta persona. A veces, por no hacerle caso, nos quedamos en una relación que nos desgasta y nos sofoca; o hacemos un trato que, a la larga, nos trae más pérdidas que ganancias.
La intuición está presente en las cosas más simples y cotidianas. Miras, por ejemplo, que una llanta de tu coche está baja y dices “Sí llego”; pero algo dentro de ti te genera una sensación de incomodidad que, si le prestas atención, parece estar diciéndote: “Hey, mejor cámbiala ahora”. Pero te afanas y sucede lo inevitable: sólo cuando miras la llanta ponchada es que te dices: “¡Lo sabía!”. Alguien exclamaría “¡Te lo dije!”; pero, en este caso, la intuición no regaña: sólo sugiere, aunque te deja la amarga lección de la experiencia para que, la próxima vez, pienses antes de actuar.
En el proceso creativo, la intuición tiene un peso considerable. Muchos la usan sin darse cuenta, pero si nos hacemos conscientes de ella, podríamos confiar en ella más que en la inspiración, pues las musas son entes caprichosos y la intuición está ahí siempre, incitándote a seguir, a explorar, a dejar que fluya la creatividad a través de tu ser. Es como el momento previo a la sorpresa cuando abres un regalo: el deslumbramiento ante lo desconocido o el descubrimiento de algo nuevo que se devela únicamente a ti.

Muchos poetas y pintores confían en su intuición. Los surrealistas, por ejemplo, no sólo fijaban su atención en el mundo de los sueños, también se dejaban llevar por el trazo mismo para crear cosas que no se encuentran en la realidad tangible. Por su parte, los poetas permiten que sea la pluma la que los guíe hacia la sensación, a través de un sendero en el que escudriñarán la imagen que se les revela y, mediante el poder de la palabra, generan algo que transforma, no sólo a sus lectores, sino a su ser profundo, en la contemplación y entendimiento del mundo a través de lo poético.
La intuición también ha salvado carreras literarias. Tabby, la esposa de Stephen King, encontró en el cesto de la basura el manuscrito de Carrie, la primera novela del escritor, que desechó por considerarla mala; sin embargo, ella intuyó que esa historia valía la pena e insistió en que King continuara con su escritura. Hoy, gracias a ese libro, es uno de los escritores más prolíficos y leídos en el mundo.
La intuición tiene poder y presencia en otras esferas; por ejemplo, en el coleccionismo en cualquiera de sus manifestaciones: quienes acumulan desde tarjetas deportivas hasta obras de arte, no sólo buscan objetos que los fascinen por su naturaleza misma, también apuestan a que sean inversiones a largo plazo: nadie imaginó que quienes conservaron una tarjeta de un novato, entonces desconocido, llamado Tom Brady, hoy tienen en sus manos unos cuantos miles de dólares en un solo objeto de cartón y papel.

Peggy Guggenheim.
Otro ejemplo es el de la coleccionista de arte Peggy Guggenheim, quien hizo una gran fortuna siguiendo su intuición al momento de comprar obras artísticas, pues a pesar de sentir una inclinación y preferencia por el surrealismo, adquirió piezas de otras expresiones de la época, lo que la llevó a rodearse de los artistas mismos y a fungir, no sólo como mecenas, sino como amiga y quizá confidente de algunos de ellos, y así tener acceso a obras únicas.
En la saga de Star Wars vemos mucho la presencia de la intuición, en una de las líneas más recurrentes en los diálogos de los personajes: “I have a bad feeling about this” —algo así como “Tengo un mal presentimiento acerca de esto”—, que generalmente anticipa problemas. Así que, como a los héroes de la Guerra de las Galaxias, más nos vale hacerle caso a esa vocecita o sensación que nos dice “Vete por la izquierda, créeme”. Confía en ella: te deparará agradables sorpresas si la haces parte de tu diario vivir.
