Fue hace más de sesenta años, en 1960, que la Administración de Alimentos y Medicinas estadounidense —FDA, por sus siglas en inglés— dio luz verde a la producción, la prescripción y el consumo de la pildora anticonceptiva femenina para prevenir embarazos no deseados, aunque fue hasta una década después que su uso fue más accesible y generalizado. Y a pesar de que siempre ha habido quejas sobre la molestia de tener que tomarla día tras día, durante años ha habido reclamos en torno a la invención de una píldora anticonceptiva para hombres.
Apenas hace un par de décadas, laboratorios de todo el mundo empezaron a hacer esfuerzos serios para crear una píldora anticonceptiva masculina; pero, aunque ha habido prometedores acercamientos, es una realidad que hasta hoy, más allá del condón y de la vasectomía —únicas opciones masculinas—, la anticoncepción sigue recayendo en las mujeres. Sin embargo, la investigación médica y científica ha logrado significativos avances al respecto.
Hace algunos años, investigadores de la Universidad de Osaka, Japón, presentaron en la revista Science un estudio sobre la pildora masculina más prometedora hasta el momento: mediante el uso de dos inmunosupresores que funcionan como inhibidores de una enzima llamada calcineurina, se logró que el esperma de ratones resultara estéril e incapaz de fecundar un óvulo, incluso de modo in vitro. Y como el esperma humano cuenta con esa misma enzima, dicho hallazgo puede ser la base para el desarrollo de anticonceptivos masculinos reversibles.
Los inmunosupresores de la enzima calcineurina usados fueron la ciclosporina A y el FK506, los cuales fueron insertados en los roedores y, a los cuatro o cinco días, hicieron que el esperma presentara defectos y que los espermatozoides tuvieran problemas de movilidad, lo que causaba una infertilidad cuyos efectos desaparecían a la semana de descontinuar el tratamiento.
La gran diferencia de esta investigación con las anteriores que buscaban la “píldora para hombres” es que esta fue la primera vez que se trató de una terapia no basada en hormonas. Antes hubo experimentos, los cuales parecían esperanzadores, que se basaban en un principio similar al de la píldora femenina: a través del bloqueo hormonal, alterando los niveles de testosterona; no obstante, en estos intentos había secuelas en lo cognitivo, en el estado de ánimo y, en general, en los muchos procesos donde interviene dicha hormona —cabe preguntarse si las secuelas que experimentaron las primeras mujeres que tomaron la píldora no fueron similares… pero eso ya es otro cantar.
Otros laboratorios tienen propuestas distintas. Una de ellas es el Vasagel, un gel de polímeros que se inyecta en el escroto hacia los conductos por los que viaja el semen al ser eyaculado, impidiendo su expulsión; la ventaja es que puede revertirse con una simple inyección. También hay una opción con fenoxibanzamina y tirodazina, que evitan la contracción muscular necesaria para que el esperma salga del pene; o está el Epididymal, un inhibidor que se implanta debajo de la piel y actúa sobre los espermatozoides, evitando que se dirijan al óvulo y lo fecunden.
Aunque ha sido un camino empinado y tortuoso, los médicos confían en que pronto podrán ofrecer una opción de anticoncepción a los hombres que no desean pasar por el bisturí y someterse a una vasectomía, que aunque “es indolora, ya se hace sin bisturí y en 30 minutos”, no deja de ser una operación molesta, invasiva e irreversible. Ya veremos qué sucede…