En ocasiones, la vida transcurre con zozobra a la espera de que se cumplan fechas, y pocas veces nos detenemos a disfrutar de la efímera belleza del presente por lamentarnos de las decisiones del pasado. Todo esto lo hacemos como si fuésemos inmortales. Así, al pensar que la muerte es ajena a la vida, perdemos el sentido de vivirla y de otorgarle el justo valor a cada momento transcurrido.
Lo anterior es significativo para aquellos quienes, como yo, no creemos en el más allá y lastimosamente sólo esperamos la nada tras partir de este mundo, por lo que contamos con solamente una oportunidad para experimentar las maravillas de la existencia. Aun así, lapidamos el tiempo maquinando sabotajes y diseñando estrategias para provocar la desdicha de nuestro más grande enemigo: uno mismo.
Por fortuna, siempre habrán circunstancias para recordarnos que somos mortales, que la muerte está al acecho para aniquilarnos y que todo lo que tengamos que decir o hacer debe ser en esta vida. De lo contrario, cuando despierte en nuestro interior el impulso de hacerlo, tal vez será inútil porque el destinatario ya no existirá o nuestra voz se encontrará ahogada por la mano liberadora del sueño eterno.
Cuando alguien fallece se le envían flores, se hacen ceremonias religiosas en su honor o se pronuncian voces de profundo dolor. Pero, aunque es triste decirlo, estas acciones son reconocimientos tardíos que en nada sirven al difunto —aunque pueden ser de gran alivio y paz interior para los deudos—, pues no come flores ni lee las tarjetas ni escucha los llantos de quienes hacen presencia física [1] .
Fue la escritora tamaulipeca Anamaría Rabatté y Cervi (1933-2010), cuya obra ejerció una extensa aunque no bien documentada influencia sobre las formas en que muchos mexicanos conciben la poesía lírica [2] , quien en situaciones apremiantes como las que describimos nos invita a lograr la plenitud interior al transmitir, con acciones y palabras, nuestro afecto por los semejantes, compartiendo su saber en el poema “En vida, hermano, en vida”, traducido al menos a siete idiomas.
En vida, hermano, en vida
Si quieres hacer feliz
a alguien que quieras mucho…
díselo hoy, sé muy bueno
en vida, hermano, en vida…
Si deseas dar una flor,
no esperes a que se mueran;
mándala hoy con amor…
en vida, hermano, en vida…
Si deseas decir “te quiero”
a la gente de tu casa
al amigo cerca o lejos,
en vida, hermano, en vida
No esperes a que se muera
la gente para quererla
y hacerle sentir tu afecto
en vida, hermano, en vida
Tú serás muy venturoso,
si aprendes a hacer felices,
a todos los que conozcas.
en vida, hermano, en vida
Nunca visites panteones,
ni llenes tumbas de flores,
llena de amor corazones,
en vida, hermano, en vida…
A lo largo de los años, varios poemas espirituales de Anamaría Rabatté y Cervin como este han sido musicalizados y distribuidos informalmente en mimeografías o fotocopias entre feligreses de diversas iglesias dentro y fuera de México. En ellos, la escritora refuerza el tema clásico y universal de carpe diem o aprovechar el presente ante la certeza de la fugacidad del tiempo. Además, para la también conferencista que viajó a diferentes países y recorrió el territorio nacional, lo más importante fue transmitir su entusiasmo y amor por la vida.
[1] Palabras del columnista Ramón Echeverri Peláez con relación al fallecimiento del escritor y periodista colombiano Silvio Girón Gaviria (1930-2008), citadas en el trabajo de Javier Alexander Rosero.
[2] Willis, B.D. 2019. Songs of the Cenzontle: Re-cording orality in contemporary Mexican lyric poetry. En: J.S. Kuhnheim y M. Nicholson (eds.). Teaching Modern Latin American Poetries. The Modern Language Association of America, New York.