Mucho se ha dicho que San Francisco de Asís era hippie, pacifista, ecologista, vegetariano y precursor en la defensa de los derechos de los animales. Sin afán de desmentir todo lo anterior, en este texto intentaré dar otra visión sobre “el loco de Asís” y sobre las enseñanzas de tan reconocido santo, que pueden ser de interés incluso para quienes no profesan la fe católica. Pero antes conozcamos un poco de su biografía.
San Francisco de Asís nació entre 1181 y 1182 en Asís, Italia, con el nombre de Giovanni di Pietro di Bernardone. Su madre, a quien amaba especialmente, era francesa, se llamaba Pica de Bourlement y era de la nobleza; su padre, Pietro di Bernardone, era un próspero comerciante de telas que andaba de negocios en Francia cuando nació Giovanni; quizá por la admiración que sentía por todo lo francés o por su reciente y exitoso viaje de negocios, a su regreso a Asís le puso el mote cariñoso de Francesco, que significa: “el francesito”.
Siendo muy joven, Francisco halló su camino espiritual, hizo votos de pobreza y fue “un enamorado de Dios”. Por esa razón, renunció a la herencia y a la vida de lujos que le ofrecía su padre —el cual se oponía férreamente a su estilo de vida— y se dice que simbólicamente se despojó de sus ropajes ante el obispo, quien piadosamente lo cubrió con su túnica.
A pesar de llevar una vida ejemplar, ésta se ha idealizado y se le han adjudicado rasgos ideológicos de siglos posteriores. Por ejemplo, es justo decir que no fue pacifista, ya que mostró entusiasmo por las Cruzadas y él mismo participó en una de ellas. Tampoco fue manso: una vez se presentó ante el sultán de Egipto para decirle que los cristianos actuaban con justicia al defender su fe y que no blasfemara contra esto, ya que si no estaba listo para reconocer y adorar al creador y redentor del mundo, ¿cómo esperaba que los cristianos lo respetaran?
Sobre sus supuestos ecologismo y vegetarianismo, en sus cánticos no hay rastros de veneración a la Madre Naturaleza, solamente alabanzas al creador por todo cuanto veía manifestado como un reflejo de Dios y de su belleza celestial; además, al Santo le gustaba celebrar la Navidad comiendo platillos hechos a base de carne y decía que “no hay abstinencia que valga, si celebramos Navidad” y que “si las paredes pudieran comer carne, carne les daríamos de comer”.
Sobre la pobreza económica, Francisco exaltaba más bien la pobreza espiritual; en otras palabras, decía que debíamos preocuparnos más por las condiciones que nos esperaban en el otro mundo que por las posesiones terrenales. No obstante, él encontró su libertad en la pobreza y en la renuncia a una vida de riquezas, uniéndose a los mendigos y leprosos como signo de humildad.
El santo de Asís profesó amor por todos los seres, pues amaba lo mismo a los leprosos que a los lobos, las aves y otros animales, a los que llamaba “mis pequeños hermanos”; por ello es reconocido como su santo patrono y el 4 de octubre, día de su fiesta, se celebra el Día Mundial de los Animales.
San Francisco dijo que no hay nada ni nadie a quien temer, pues al conectarse con la creación se ganan tres grandes privilegios: omnipotencia sin poder, embriaguez sin vino y vida sin muerte. Por eso insistía en dedicarse al cultivo de los dones del alma e instaba a recordar que cuando dejemos esta tierra no podremos llevarnos nada de lo que hemos recibido, sino sólo lo que hemos dado.
Al respecto, se le adjudican una serie de frases y máximas que ilustran bellamente esta perspectiva de vida:
“Toda la oscuridad del mundo no basta para extinguir la luz de una sola vela”.
“Nadie es tan perfecto que no pueda aprender algo del otro, y nadie es tan carente de valores como para que no pueda enseñarle algo a su hermano”.
“La cortesía es hermana de la caridad, que apaga el odio y fomenta el amor”.
“Antes de hablar de paz, procura primero tener paz en tu corazón”.
“El que a todo renuncia, todo recibirá”.
“Haz pocas cosas pero hazlas bien, pues las pequeñas alegrías son sagradas”.
Por último, comparto una de las oraciones más famosas del Santo de Asís, que brinda luz y esperanza incluso entre los no creyentes:
“Que allá donde hay odio, lleve yo el amor; donde hay ofensa, lleve yo el perdón; donde hay discordia; lleve la unión. Que donde hay un error, lleve yo la verdad; donde hay duda, lleve la fe; donde hay desesperación, lleve yo la esperanza; allá donde hay tinieblas, lleve yo la luz, y donde hay tristeza, lleve yo la alegría”.
San Francisco de Asís, que hizo de su propia vida un camino de servicio, en su paso por la Tierra nos legó una enseñanza impactante: que la vida no es una utopía de felicidad completa, pero que la tristeza o el sufrimiento no nos incapacitan para vivir; en otras palabras, dejó muy claro que se puede sufrir con angustia, o bien, se puede sufrir con paz y aceptando cada instante.
Te dejo con tus reflexiones…