El psicodrama es el lugar de las identificaciones o, al menos, así lo definen Gennie y Paul Lemoine en su libro Teoría del Psicodrama, y es que las personas somos seres sociales que generan múltiples interacciones y vínculos, dando lugar a los grupos, roles y redes sociales a los que pertenecemos. Por eso la llamada dramaterapia se distingue de otros enfoques, pues otorga un espacio a los conflictos y dificultades como posibilidades de desarrollo y recursos activos para su resolución a través del teatro y la improvisación.
Este enfoque psicoterapéutico, fundado por Jacobo Levy Moreno a principios de los años veinte, se basa en que los miembros de un grupo terapéutico generen la espontaneidad necesaria para experimentar una especie de libertad. Además, tiene como una gran ventaja que se pueden mirar y atender los conflictos sin conectarse a la narrativa de ellos.
Jacobo Levy Moreno
A pesar de que el trabajo es grupal, el psicodrama siempre tiene un protagonista claro y cada sesión se define por los siguientes elementos: tres contextos (social, grupal y dramático), cinco instrumentos fundamentales (protagonista, escenario, yo-auxiliar, director/a o terapeuta y auditorio) y tres etapas (calentamiento, dramatización y comentarios).
Representar situaciones sacadas de eventos que en la realidad estuvieron unidos a emociones fuertes es el pretexto para volver a experimentarlas en un entorno seguro de “purificación emocional”, así como para conocer las posibles reacciones de otras personas. Para poder representar y meterte en el papel es importante que el lugar se considere protegido; en otras palabras, es importante sentir que lo que en la vida cotidiana puede ser socialmente inaceptable en este espacio será aceptado. La sensación de estar en un espacio seguro y contar con la aceptación incondicional del grupo y del terapeuta es un elemento clave.
El otro elemento clave es la espontaneidad, definida por Moreno como la capacidad de expresar y actualizar un conjunto de pulsiones, necesidades y tendencias propias del sujeto con las características de adecuación social, que es lo que la hace distinta a la impulsividad. Este concepto está muy unido al de la creatividad, que es la capacidad de crear conductas afectivas, corporales y cognitivas de forma única, sin interferencia de relaciones previas en el proceso. Sin esta espontaneidad es imposible generar un vínculo con la otra persona y la interacción necesaria para producir cambios durante encuentro. Si ambos ingredientes no existieran, no podría existir tampoco la catarsis.
Por lo general, una sesión de dramaterapia se suele dividir en tres fases:
1. Calentamiento. Es una introducción en la que se comprueba en qué estado llega el consultante. En esta fase saldrá el tema sobre el que trabajará el grupo, a no ser que sea la continuación a un tema ya comenzado en sesiones previas.
2. Dramatización. Es la etapa principal: la presentación y trabajo con el problema. Aquí el protagonista recibe la ayuda del resto del grupo, que interpreta un rol e improvisa con el tema que se está abordando.
3. Eco grupal. Es una conversación general cuyo objetivo es comprobar cómo salen de la terapia cada uno de los participantes; es decir, lo que han sentido.
Con dicha estructura, se pueden llevar a cabo técnicas tan conocidas como:
- Intercambio de papeles. Da igual lo que representemos, lo importante es que los papeles sean opuestos e intercambiables.
- Doblaje. La función principal del “doble” —también llamado alter ego— es ayudar al protagonista a clarificar y expresar sus sentimientos. El doble tiene que estar muy cerca del protagonista y convertirse en una extensión de éste.
- Papeles invertidos. El protagonista se convierte en el antagonista y viceversa, en una inversión de papeles: por ejemplo, el marido (protagonista) se convierte en esposa (representada por un auxiliar). Suele hacerse en parejas y cada participante asume papeles opuestos —por ejemplo, víctima y criminal—, y los participantes intercambian sus papeles para que todos puedan experimentar los roles opuestos. También pueden ser papeles estilo madre e hijo, o Caperucita roja y el Lobo feroz. A menudo, esta técnica se utiliza para que el protagonista se sienta más identificado con la situación conflictiva y la comprenda mejor, “a través de los ojos de la otra persona”.
- Reflejo. A diferencia de la anterior, esta técnica nos permite trabajar con un compañero, y experimentar lo que presentamos nosotros mismos. Consiste en hacer movimientos o formular palabras, y que nuestro compañero lo imite. Así, nos reflejamos como en un espejo, imitando movimientos y gestos.
La dramaterapia permite trabajar con los problemas y sentimientos que nos atormentan, dentro de los límites seguros de la imaginación creativa. Al experimentar situaciones que facilitan un crecimiento interior, en un entorno de respeto mutuo, sinceridad y confianza, aumenta la sensación de seguridad.
Aunque su eficacia no ha sido demostrada científicamente, es una práctica que potencializa la socialización, refuerza la comunicación y genera habilidades creativas y de resolución de problemas. En resumen, de una u otra forma ayuda a redefinirse a uno mismo.