
La muerte es un tema que mantenemos reprimido la mayor parte del tiempo. Sin embargo, al acercarnos a ella e intentar comprenderla, podríamos encontrar inspiración para tener una mejor vida.
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Después de pasar algunos días en el hospital recuperándose de una cirugía delicada, mi abuelo volvió a casa y nos contó que había visitado el Cielo. ‟Era un campo con unos colores que nunca había visto, muy brillantes, ¡preciosos!, ¡el Paraíso! Sentí mucha paz. Allá no tenía dolor, no había problemas. Me puse a correr en el campo, ¡estaba tan feliz! Pero luego una voz dijo que no era mi hora y me hicieron regresar. No quería. Ahora no me da miedo la muerte, sé que cuando me muera estaré otra vez en ese lugar”. Al terminar de hablar, él se quedó mirando a la nada con ilusión. Yo pensé que el abuelo había tenido un sueño fantástico, aunque quizá me equivoque…
Esta clase de relatos, llamados experiencias cercanas a la muerte —ECM—, han sido registrados por todas las culturas del mundo. Se hace referencia a ellos en la Biblia —2 Corintios 12, 1-9—, en el Libro tibetano de los muertos, y en ‟El mito de Er”, con el que Platón concluye su República, por citar algunos ejemplos literarios y sin mencionar la gran cantidad de anécdotas recogidas a lo largo de la historia. Pero no fue sino hasta principios de la década de 1970 que tal fenómeno comenzó a estudiarse formalmente: el doctor Johan Hampe y la doctora Elisabeth Kübler-Ross fueron pioneros en este campo, y el doctor Raymond Moody —autor del famoso libro Vida después de la vida— clasificó las ECM y las definió como: ‟Una experiencia acontecida durante un estado de inconsciencia, cuando el sujeto se encuentra al borde de la muerte, y cuyo relato suele incluir una serie de componentes específicos, como la experiencia extracorporal, la visión de un túnel y la entrada a otro mundo, entre otros”.
La mayor parte de la comunidad científica considera estas vivencias como simples alucinaciones o las atribuye al consumo de medicamentos o a ciertos procesos neurobiológicos. Sin embargo, dichas teorías no logran explicar varios aspectos de las ECM, por lo que valdría la pena tener una mayor comprensión de las mismas.
¿Cómo identificar una ECM?
Penny Sartori, enfermera del área de cuidados intensivos de un hospital británico, realizó un estudio prospectivo de cinco años sobre las ECM que le valió un doctorado en medicina. En su más reciente libro —ECM, Experiencias Cercanas a la Muerte (2014)— establece que, a diferencia de las alucinaciones, las ECM son estructuradas, claras y lúcidas, que permanecen vívidas en la memoria sin importar el paso de los años y que suelen producir cambios sustanciales en quienes las tienen.

Una típica ECM ocurre de la siguiente manera[1]: el individuo se encuentra al borde de la muerte —ya sea en una cama de hospital, en una mesa de operaciones, en su habitación o en el escenario de un accidente—, escucha a los médicos decir cosas como: ‟Entró en paro” o ‟Lo estamos perdiendo”, a lo que sigue un zumbido, un silbido o un sonido de arrastre. Después, tiene la sensación de ser ‟sacado” de su cuerpo y de flotar hacia el techo o el cielo —experiencia extracorporal—; mientras sobrevuela lo que parece ser su cadáver, avista un túnel oscuro que lo conduce hacia una luz brillante[2] y, al otro lado, lo reciben algunos seres queridos que fallecieron previamente. Luego tiene lugar el ‟examen vital” —una especie de película holográfica que muestra cada uno de los acontecimientos de la vida—, mediante el cual el sujeto analiza las consecuencias de sus acciones. Más adelante, aparece ‟un ser de luz”, que puede percibirse como una enigmática presencia o como una figura religiosa asociada a la cultura de quien tiene la ECM —cabe mencionar que los actores de la escena no articulan palabras, pues la comunicación es telepática. Y, finalmente, el individuo entra a otro mundo: un jardín infinito o una pradera colmada de flores o una jungla exuberante, donde lo invaden un amor y una alegría indescriptibles. Todo parece un paraíso… hasta que despierta en su adolorido cuerpo, en esta realidad.

Efectos secundarios
Más sorprendentes que la experiencia cercana a la muerte como tal son los cambios que ésta produce en quienes la tuvieron. En muchas ocasiones, los sujetos no vuelven a ser los mismos: se sienten fortalecidos, liberados del miedo a la muerte, atraídos hacia un estilo de vida más generoso y significativo, indiferentes ante las metas relacionadas con el estatus e interesados en el trabajo colaborativo o voluntario. También suelen cambiar sus valores espirituales: existen casos documentados de personas ateas que, tras una ECM, declaran estar convencidas de la existencia del Más Allá. Para ilustrar la transformación que estas experiencias pueden causar, a continuación transcribo un fragmento del testimonio de uno de los pacientes entrevistados por Penny Sartori[3]:
Creo que de no haber estado cerca de la muerte […] no habría regresado al mundo de la educación. La ECM me hizo cambiar; sentí una abrumadora sensación de gozo y la necesidad de ayudar a los demás. Creo intensamente en la filosofía de hacer algo cada día para ayudar a los demás, a veces a extraños que encontramos al azar […].
Aspectos intrigantes
Si se observan de manera superficial, las ECM parecen fácilmente refutables por los escépticos: ‟Las experiencias cercanas a la muerte se deben a la hipoxia: una reducción en los niveles de oxígeno en la sangre”, diría alguno —pero a medida que progresa la hipoxia, la actividad cerebral se torna cada vez más confusa y desorganizada, y las ECM que relatan las personas manifiestan una gran claridad mental. ‟El fenómeno responde al consumo de drogas”, aseguraría otro —a lo que podría contestarse: ‟El consumo de drogas psicotrópicas puede ocasionar visiones cósmicas, sin embargo éstas no presentan la estructura organizada de las ECM”. ‟Entonces las ECM ocurren por la hipercarbia: un aumento en el nivel de dióxido de carbono en la sangre, que puede ir acompañado de experiencias extracorporales, sensaciones beatíficas, sueños vívidos y colores brillantes”, espetaría alguien más —si bien estos últimos parecen elementos típicos de una ECM, cabe señalar que los pacientes con hipercarbia no presentan ninguno de los efectos secundarios de la ECM; y, por otro lado, muchas personas sin hipercarbia han reportado estas experiencias.

Además, ninguna de las teorías que intentan rebatir el tema puede explicar que algunos pacientes sean capaces de describir lo que sucedía a su alrededor mientras estaban clínicamente muertos o en estado inconsciente. Uno de los testimonios más interesantes que pude encontrar al respecto pertenece al doctor Lloyd Rudy, un cirujano cardiólogo egresado de la Universidad de Washington. El doctor Rudy declaró muerto a un hombre después de una cirugía con bypass cardiopulmonar. Habían pasado veinticinco minutos y las máquinas continuaban imprimiendo papel en blanco, cuando de pronto comenzaron a registrar una pequeña cantidad de actividad eléctrica, que se convirtió en un débil pero creciente pulso. El hombre se recuperó y, un par de semanas más tarde, relató que había visto un túnel y una luz brillante… pero lo que realmente impresionó al doctor Rudy fue lo siguiente:
Describió la sala de operaciones. Dijo que había flotado fuera de su cuerpo y que nos había visto a mí y al doctor Katanious parados en el pasillo, con los brazos cruzados y hablando. También dijo que había visto al anestesiólogo corriendo de regreso hacia la sala de operaciones —tal y como sucedió—, lo mismo que todos los post-its pegados en el monitor y lo que éstos decían, las llamadas que yo tenía que hacer […]. [4]
Aprender de las ECM
¿Cómo explicar estas visiones estructuradas, lúcidas y universales que producen cambios significativos en personas cuyos cerebros habían dejado de funcionar o no funcionaban óptimamente? El doctor Sam Parnia, director de las investigaciones de resucitación en la Universidad de Nueva York, ofrece una posible respuesta: ‟El estudio de las ECM parece demostrar que la mente sigue ahí después de que el cerebro ha muerto”.
Si esto pudiera comprobarse de forma irrebatible, ¿cambiaría el sentido que le damos a la vida así como nuestro concepto de felicidad? Tal vez algún día alguien formule una teoría que, dentro del actual paradigma científico, explique todos los aspectos de este fenómeno. Pero, mientras tanto, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo sería el mundo si todos pudiéramos gozar de los efectos secundarios positivos de una experiencia cercana a la muerte?

[1] La mayoría de las ECM son agradables, pero también existen casos de ECM angustiosas.
[2] No todas las personas que tienen una ECM describen un túnel. Algunas simplemente hablan de una transición de la oscuridad a la luz.
[3] No se proporcionan los nombres de los pacientes porque la mayoría de ellos prefirió permanecer en el anonimato.
[4] El lector interesado puede ver el testimonio completo del doctor Rudy a través de este link.