(Composición sobre una foto de alamy.com)
Resulta asombroso que el ajedrez, un juego de tablero cuyos orígenes podrían remontarse al siglo III a. C., sea un motivo de estudios teóricos, como si su complejidad fuera equiparable a la de la ciencia militar. Así, por ejemplo, existen tratados sobre las llamadas aperturas, que implican los movimientos iniciales en una partida; investigaciones acerca de las tácticas y las estrategias de juego e, incluso, libros que hablan del papel que la psicología tiene en el ajedrez. Después de todo —según los cálculos del matemático Claude Shannon—, se trata de un universo con más de 69 billones de posibles juegos, por lo que se pueden analizar y opinar billones de cosas acerca de él.
Aunque no sólo los matemáticos y los estudiosos del ajedrez han publicado libros al respecto; también los escritores de ficción se han visto seducidos por este juego milenario que el Comité Olímpico Internacional considera un deporte. Muestra de lo anterior son La tabla de Flandes, de Arturo Pérez-Reverte, y La defensa, de Vladimir Nabokov, dos novelas que giran en torno al ajedrez, al igual que Gambito de dama, una historia que —gracias a la adaptación de Netflix— últimamente se encuentra en boca de todos.
Queen’s Gambit es el título original del libro escrito por Walter Tevis, el cual presenta a Beth Harmon, una chica huérfana quien desde muy temprana edad demuestra ser un prodigio del ajedrez. En la mini serie de Netflix, Beth —interpretada por Isla Johnston en su etapa infantil, y por Anya Taylor-Joy en su faceta de joven adulta— aparece como una chica de intensos ojos oscuros y facciones como cinceladas en mármol que, en el pequeño mundo del orfanato, termina por encontrar su gran pasión, pero también su mayor debilidad: el ajedrez y las drogas, respectivamente.
Las historias sobre personajes en aparente desventaja que alcanzan el éxito, demostrándoles a todos que estaban equivocados en sus prejuicios, suelen ser muy populares entre el público, y Gambito de dama no fue la excepción: al momento de escribir estas líneas, es la serie más vista de Netflix. Ubicada en las décadas de los cincuenta y los sesenta —cuando el ajedrez seguía siendo un ámbito que los hombres defendían como exclusivo de su género—, trata sobre una hermosa chica de talento excepcional que deja boquiabiertos a quienes creían que las mujeres no eran “lo suficientemente inteligentes” al derrotar a los mejores ajedrecistas del mundo.
Pero el secreto de la popularidad de la serie no radica únicamente en el elemento de la superación, pues si Beth es la reina de la trama, el ajedrez es el rey. Un juego de tablero, cuyo antecedente se inventó en la India o en China hace milenios, continúa provocando angustias y desvelos, despertando el interés de los matemáticos y los investigadores, e inspirando historias tan buenas como la de Harmon; pero, ¿por qué? ¿Cuál es la razón de que, en pleno 2020, una serie televisiva acerca de un pasatiempo tan antiguo se encuentre entre las favoritas del mundo?
Comencemos hablando de las bondades del ajedrez. Quien lo ha jugado, conoce la adrenalina que recorre el cuerpo antes de comenzar una partida. Desde los primeros movimientos, la atención se funde con ese microcosmos de 64 casillas habitado por dos ejércitos de madera o plástico, como si el tablero fuera lo único existente. Poco a poco, los soldados van saliendo de sus trincheras; algunos mueren de forma sorpresiva, otros son sacrificados en pos de un bien mayor; y, al final —en el mejor de los casos, amparados por su casi todopoderosa reina—, sólo unos cuantos se mantienen en pie para defender a su monarca y arrinconar con astucia al rey del oponente.
Así que un primer elemento a considerar es la emoción de ver que nuestra estrategia rindió frutos, lo cual se traduce en una especie de palmada en la espalda para el intelecto. Además, si nos ponemos utilitarios, es justo decir que este juego de mesa ayuda a mejorar la concentración, las habilidades creativas y nuestra capacidad para resolver problemas.
En el ajedrez, Beth Harmon encuentra la armonía y el control que faltaban en su vida; así que dicho pasatiempo puede ser un escape, pero también un espejo. Nuestra forma arriesgada o defensiva de jugar, de prever escenarios, de interpretar las jugadas de nuestro oponente e, incluso, la fuerza con la que depositamos una pieza en su nueva posición, dicen mucho sobre quiénes somos. De modo que el tablero puede ser visto como una proyección de nuestro mundo interior, de nuestros miedos, aspiraciones y deseos.
Por otro lado, en esta era de fake news y pasatiempos vacíos, el ajedrez aparece como una bocanada de aire fresco para quienes desean pasar un rato alejados de las pantallas y aceitando su maquinaria cerebral con una buena partida. Y aquí entra otra de las razones por las cuales el ajedrez, a pesar de ser el Matusalén de los juegos de mesa, continúa formando parte del gusto de las personas: es desafiante e irrepetible, tan complejo e inconmensurable como una galaxia.
Gambito de dama es un éxito por todo lo anterior, pero también porque se trata de una historia bien contada, llena de viajes, adicciones y aventuras; emocionante como la más reñida carrera de caballos y poblada por personajes verosímiles. Además, no olvidemos que la figura del prodigio o del genio prácticamente garantiza la fascinación del público.
Aquí cabe preguntarnos si el personaje de Beth Harmon fue inspirado por alguien real; al respecto, el fallecido autor de la novela dijo haberlo construido con base en algunas mujeres inteligentes que conocía, pero no dio más detalles. Sin embargo, según el experto en ajedrez Dylan Loeb McClain, la joven y ficticia ajedrecista es algo así como la versión femenina del campeón mundial y gran maestro de ajedrez Bobby Fischer, cuya carrera alcanzó su punto más álgido entre 1957 y 1972, un periodo que coincide con el de la historia escrita por Walter Tevis. Irónicamente, Fischer solía decir que las mujeres eran “terribles” en el ajedrez porque les “faltaba inteligencia”, así que la comparación probablemente haría que se revolviera en su tumba
Si bien el mundo del ajedrez continúa siendo dominado por los hombres, existen varias mujeres que han obtenido el título de “grandes maestras internacionales de ajedrez”, como Nona Gaprindashvili, Judit Polgár y Hou Yifan, así que nada impide que, algún día, un prodigio femenino como el imaginado por Tevis obligue a las federaciones de ajedrez a permitir que las mujeres y los hombres jueguen en una misma categoría.
Regresando a Gambito de dama, sólo queda hacer una advertencia: tras ver sus siete episodios, no podrán resistir las ganas de desempolvar su viejo tablero de ajedrez para abandonar la realidad por algunas horas, con la ilusión de decir dos palabras mágicas: “jaque mate”.