El poeta encuentra en las palabras su paleta y su pincel. Con ellas, es capaz de trazar figuras adecuadas para expresar color, forma, luz u oscuridad; casi como sucedería en un cuadro. El pintor, por su parte, se vale de las posibilidades encerradas entre el pigmento y el lienzo para retratar desde las emociones humanas más básicas hasta las experiencias más complejas, siempre pasando por el deseo de retener en un instante aquello que nos deja en silencio. Y un hacedor de versos que acompaña sus textos con ilustraciones dota a ambas partes de su obra de una nueva dimensión significativa.
— o —
Sumergido en su mundo interior y desconfiado de los sentidos, William Blake (1757-1827) escribe poesía en la que plasma su concepción de la espiritualidad. Inconforme con los alcances de la lengua, también se vale del color para extender su vasto pensamiento y su compleja sensibilidad. Se trata de un artista que hace dialogar de manera interdependiente los dos lenguajes con los que decidió acometer el mundo.
De niño, tuvo la visión de una multitud de ángeles aglutinados en un árbol. Años después vería la cabeza de Dios asomándose por la ventana, y también a los doce apóstoles caminando por la abadía de Westminster acompañados por Cristo. Aunque estas visiones lo sitúan como un cristiano ortodoxo, en sus textosaparecen reflexiones que no son compartidas por ninguna iglesia y sólo le pertenecen a él.
Cuando tenía diez años de edad, William Blake fue enviado por su padre a la academia de Mr. Pars para aprender dibujo. Más adelante, fue instruido en el arte del grabado por James Basiere, con quien pasaría siete años trabajando en tumbas y esculturas góticas. En 1778, Blake entró a la Royal Academy, en donde sus ideas con respecto al arte no serían bien recibidas. El artista inglés estuvo tan relacionado con lo espiritual, que se le llegó a considerar un místico.
Arte y espiritualidad
Luis Cernuda dedica a Blake un capítulo de su libro Pensamiento poético en la lírica inglesa del siglo XIX. Si bien el crítico español se enfoca en los aspectos literarios, el texto también resulta de alta valía al momento de observar la pintura del autor de Poetical Sketches, puesto que revela claves que permiten comprender la visión de Blake en relación a los dos ámbitos de su obra.
Cernuda analiza minuciosamente los presupuestos imaginativos de Blake para comprender mejor su ejercicio literario. Concluye que la imaginación es lo que lo mueve a hacer arte, ya que para el inglés la imaginación hace al poeta y le otorga la capacidad de visión; es decir, de conocer lo que existe eternamente. Además, la imaginación explora el mundo interior en una suerte de pugna con los sentidos, que conocen el mundo que irremediablemente llegará a su fin. Así, al crear, el artista se acerca al espíritu de la profecía.
Estas concepciones son únicas, provienen del poeta y de su manera de percibir la espiritualidad. Aun cuando Blake tomaba conceptos del cristianismo, los resignificaba en un sentido personal. De esta manera, se puede decir que la ideología detrás de la obra de William Blake presupone una cosmogonía y un movimiento artístico singular. “…parecerán menos extrañas algunas de las conclusiones a que llega Blake, partiendo de dicha identificación entre poesía y profecía, imaginación y visión divina, si tenemos en cuenta que él buscaba la verdad, su verdad, ante todo”, razona Cernuda.
Con base en lo anterior, resulta sencillo comprender por qué Blake no era del agrado de la mayoría de sus contemporáneos. Era un hombre particular, no estaba inscrito en ningún movimiento de su tiempo y, así como escribía lo que tenía que escribir para ser fiel a sí mismo, sus grabados respondían sólo a sus propias aflicciones.
La pintura de Blake
Proporciones extravagantes. Figuras oscuras. William Blake deja que las visiones que le brinda la imaginación se apoderen de él para crear. De niño decía ver árboles repletos de ángeles, y de adulto aseguraba que escribía casi por dictado y que pintaba lo que otros no podían ver por falta de visión. De nuevo, la imaginación explica el origen de su arte, conformado por profecías y visiones de su mundo espiritual. En una carta escrita el 23 de agosto de 1799, Blake escribe: “…debíais saber que lo Grande es oscuro para los hombres débiles; lo que puede explicársele al idiota no vale la pena mi atención… Todo lo que pinto lo veo en este mundo, pero no todos ven lo mismo… no regularé por ellos mis proporciones.”
Los temas de su arte visual tienden a lo religioso. Ilustró la Biblia y también representó a los dioses que creó para su propia teología y mitología. Si la imaginación era equivalente a tener visión y la poesía se trataba de una profecía, el artista no podía dejar de mostrar augurios así como visiones en sus pinturas.
Pero Blake no sólo era peculiar en lo que a ideología respecta. Para poder plasmar exactamente lo que quería, creó su propio sistema de grabado: primero utilizaba el método del aguafuerte, y más adelante pintaba por encima de éste para que el color resaltara dotando de luminosidad a la imagen. Cabe mencionar que para las ediciones de Songs of Innocence de 1789 se imprimieron solamente veintiún ejemplares, que serían pintados en acuarela por el mismo Blake. En 1794, Songs of Experience es impreso bajo el mismo criterio. La idea era que cada libro tuviera un carácter personal e irrepetible.
Es en Songs of Innocence and Experience donde comprendemos cómo la poesía se nutre de los grabados que la acompañan, y que estos últimos necesitan de las letras para sostenerse. No es lo mismo leer el título de una portada que dice “Canciones de inocencia y experiencia, dos estados contrarios del alma humana”, que verlo acompañado de un cielo rojo, azul, amarillo y púrpura que ondula sobre un hombre y una mujer de rostros horrorizados. Desde la portada, el libro tiene la apariencia de un oráculo.
William Blake necesitaba de las bondades de ambas artes para expresar lo que conocía a través de su visión: las señales que vislumbraba de aquello que es eterno y que decidió pintar en inglés y en verso.