Foto cortesía de la autora.
Durante la Edad Media [1], algunos nobles y sacerdotes —quienes tenían el privilegio de saber leer y escribir, a diferencia del grueso de la población— dedicaban sus desvelos a la redacción de libros de conjuros y hechizos, que también contenían recetas mágicas para curar enfermedades, conocimientos esotéricos e instrucciones para fabricar amuletos que mantuvieran alejados a los espíritus malignos, las brujas y los demonios. Con el tiempo, tales libros serían conocidos como grimorios.
El mundo medieval estaba lleno de peligros que hoy pueden parecernos absurdos, pero que entonces se creían tan innegables como las montañas o las piedras. Así, por ejemplo, existía la creencia de que una combinación de notas musicales podía invocar al mismísmo Diablo, los gatos —sin importar su adorable apariencia— eran considerados emisarios del mal, y se pensaba que los demonios podían utilizar infinidad de disfraces con tal de incitar al pecado y apoderarse de un alma. Los libros de magia o grimorios jugaban un papel crucial en aquella época porque en sus páginas se encontraban las soluciones a estos problemas sobrenaturales y cotidianos.
Michael Pacher, San Agustín y el Diablo.
Sin importar que una persona no supiera leer, la sola presencia de un libro que se considerara sagrado o mágico podía brindarle protección. La Biblia era el texto más utilizado como escudo, aunque no fuera un grimorio como tal; también era común que la gente se comiera pedazos de papel o de pan con oraciones escritas en ellos para curarse de alguna enfermedad o repeler a los espíritus de la noche. Pero algunos no se conformaban con lo anterior, así que recurrían a libros de magia con rituales y encantamientos mucho más elaborados y ambiciosos, como los siguientes:
*El testamento de Salomón es un texto atribuido al célebre rey bíblico, en el que se cuenta cómo es que éste recibió un anillo mágico de manos del arcángel Miguel. El anillo ostentaba un pentagrama o un hexagrama —que llegaría a ser conocido como el “sello de Salomón”— y tenía el poder de obligar a los demonios a confesar las palabras secretas con las que era posible derrotarlos. Dicho sello se convertiría en un elemento imprescindible de los grimorios.
*El Almandal vio la luz en algún momento del siglo XV. Se trata de una colección de rituales para invocar a seres angélicos, que incluye detalladas ilustraciones de los mismos para que el consultante pueda diferenciarlos de los demonios que se disfrazan de querubines o serafines.
*La espada de Moisés es un conjunto de manuscritos que circularon por Europa desde el siglo XI, pero que se publicó hasta 1725. En él se presentan las invocaciones, oraciones y rituales que deben realizarse antes de que el consultante pueda empuñar “la espada”, que no es un objeto físico, sino una serie de nombres mágicos que permiten modificar distintos aspectos de la realidad. En su genial libro Grimories: A History of Magic Books, Owen Davies asegura que en una antigua versión de este grimorio era posible encontrar “un hechizo para caminar sobre el agua sin mojarse los pies, permitiéndole al mago imitar un milagro realizado por Jesús”. [2]
*La gallina negra es un texto de finales del siglo XVIII atribuido a un soldado que sirvió en las guerras napoleónicas, cuyo nombre se desconoce. El autor relata que fue iniciado en las artes ocultas por un anciano en Guiza, Egipto, y proporciona las instrucciones para fabricar anillos mágicos y talismanes que le otorgarían a su dueño el poder de elevarse por los aires, hacerse invisible, invocar a seres sobrenaturales o leer la mente de las personas.
Diseño tomado del grimorio La gallina negra para invocar a un ser sobrenatural.
Grimorios en América
Los libros de magia y artes oscuras llegaron a las colonias europeas empacados en los baúles de los conquistadores. En el caso particular de la Nueva España, la lectura de grimorios era considerada un delito grave que la Santa Inquisición podía castigar con la cárcel o, incluso, la muerte. Sin embargo, ni la imagen del verdugo ansioso por azotar una espalda desnuda ni la de la horca en una fría y siniestra mañana pudieron amedrentar a los aficionados al ocultismo, quienes compraban libros prohibidos en el mercado negro.
Por lo general, se trataba de “personajes de la élite novohispana, funcionarios de la corona, oficiales del ejército, clérigos, comerciantes y libreros” [3] que arriesgaban sus vidas con tal de tener en su poder El arte de atraer a los espíritus, de Tritemius, El libro de San Cipriano o algún otro grimorio.
Página del libro de San Cipriano.
En las colonias ubicadas en el actual territorio estadounidense, las tradiciones mágicas europeas se fusionaron con las de los afroamericanos del sur y con las de los indígenas americanos para dar lugar al hoodo. Sus practicantes —conocidos como doctores-conjuro o root-workers— experimentaban con la medicina herbal, la adivinación, los hechizos, la astrología y las oraciones, siempre utilizando la Biblia como medio de protección. Esta modalidad mágica se tradujo en grimorios, como La vida y obra de Marie Laveau, publicado a principios del siglo XX, el cual contiene conjuros para alejar el mal, atraer el amor o causarle mala suerte a alguien.
Los grimorios hoy
El racionalismo buscó eliminar a la magia con la fuerza de una gran ola y, sin embargo, muchas personas de diferentes partes del orbe siguen creyendo en la posibilidad de alterar el rumbo de cualquier situación a través de conjuros, amuletos y la invocación de seres sobrenaturales. Es por ello que los grimorios no han dejado de producirse: cada año se editan miles de libros sobre magia blanca, adivinación, hechizos y encantamientos que —sin pena ni castigo— se venden como pan caliente.
Además, la idea del grimorio ha seducido a escritores como H. P. Lovecraft, quien en varios de sus relatos menciona un libro ficticio de rituales mágicos titulado El Necronomicón, y J. K. Rowling, cuyas novelas más célebres están colmadas de referencias a libros de encantamientos que le facilitan o le complican la vida a Harry Potter y a otros magos.
Lo anterior demuestra que, si bien somos una sociedad menos supersticiosa que la del Medievo, en el fondo seguimos cultivando la fantasía de tener algún tipo de poder sobrenatural que nos ayude a hacerle frente a los episodios más oscuros de la vida. Así que, sin importar cuánto avancen la tecnología y la ciencia, es muy probable que los grimorios perduren como un símbolo de esperanza ante las limitaciones humanas.
[1] La mayor parte de la información de este texto fue obtenida de: Davies, Owen, Grimories: A History of Magic Books, Oxford University Press, 2009.
[2] Davies, Owen, Grimories: A History of Magic Books, Oxford University Press, 2009, pág. 11.
[3] Cita obtenida de IGLESIA, HISTORIA Y SOCIEDAD: Los grimorios en la Nueva España en El Independiente de Hidalgo.