Si en este instante te pidiera que imagines a una persona muy inteligente, me atrevo a afirmar que pensarías en alguien que maneja los números ágilmente, que tiene conocimientos enciclopédicos o que resuelve con facilidad retos lógicos, enredados acertijos y problemas filosóficos complejos. Y no estarías equivocado: es sólo que la inteligencia es mucho más amplia y diversa de lo que se piensa, no es unidimensional ni estática, y es tan diversa como las configuraciones cerebrales de cada ser humano.
Existen teorías psicológicas y sociológicas que explican las diversas formas y expresiones de la inteligencia. Una de las más conocida es la Teoría de las inteligencias múltiples, propuesta por el psicólogo Howard Gardner, quien afirma que los seres humanos podemos conocer el mundo de ocho modos diferentes, que él llama las “ocho inteligencias humanas”: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal, naturalista, interpersonal e intrapersonal.
De entre éstas, las dos últimas están ligadas a lo que llamamos inteligencia emocional: la intrapersonal o la capacidad de una persona para conocer su mundo interno, sus más íntimas emociones y sentimientos, así como sus fortalezas y debilidades; y la interpersonal, que es la habilidad para reconocer las emociones y sentimientos derivados de las relaciones entre personas.
Una buena inteligencia intrapersonal depende de un delicado balance: reconocer tus emociones sin evadirlas o reprimirlas, pero sin permitir que manejen y controlen tus decisiones, como cuando saltas de una emoción directamente a la reacción. Y en el ámbito interpersonal, de nada sirve que seas un genio si no sabes colaborar con los demás para realizar tu visión: por eso la inteligencia emocional es necesaria para vivir una vida plena, saludable, feliz y exitosa.
Con frecuencia, la inteligencia emocional es relegada a una posición de rasgo del carácter o de virtud silenciosa entre quienes la poseen; sin embargo, basta con enfrentar el tráfico en coche, asistir a una asamblea vecinal o usar el transporte público para ser testigos en tiempo real de los nocivos efectos de la falta de ella. ¿Cómo se puede identificar o medir, entonces, este tipo de inteligencia? ¿Existen indicadores generales de que se tiene, o no, inteligencia emocional?
En su libro Inteligencia emocional (1995), el autor y psicólogo Daniel Goleman explica que hay cuatro dimensiones de la inteligencia emocional:
- El autoconocimiento, que consiste en ser capaz de identificar las propias emociones, sus causas y sus efectos;
- la autorregulación, conla que te haces responsable de tus emociones y evitas que éstas “exploten”, te dominen o te rebasen;
- la empatía, la cual te permite “ponerte en los zapatos de otro” y entender el impacto que tienen tus palabras y acciones en los demás; y
- las habilidades sociales, que son aptitudes para saber cómo manejarse y actuar en diferentes situaciones y contextos de grupo.
Algo que tiene la inteligencia emocional es que atraviesa todas las áreas de tu vida: tener un matrimonio feliz y gratificante, ser un gran líder o el director de una empresa exitosa, contar con la paciencia para practicar y ser un excelente artista, o establecer vínculos sanos, respetuosos y nutrientes con los demás, todo depende en gran medida del conocimiento que tengamos de nosotros mismos, del correcto manejo de nuestras emociones, del reconocimiento de las emociones de otros y de la destreza para relacionarnos de forma sana y provechosa.
¿Cómo trabajar en la inteligencia emocional?
Para trabajar en esta inteligencia, el primer paso, y quizás el más difícil, es el autoanálisis y la autocrítica para detectar las áreas de oportunidad en nuestra vida emocional; después, hay que comprometerse y asumir el trabajo para mejorar. Por fortuna, vivimos en una era en la que existen multiples herramientas que nos acercan a esta meta; aquí te comparto algunas de ellas:
1) Acude a terapia
La terapia es la respuesta más inmediata para alguien que busca iniciar la aventura de la automejora. Si no tienes idea de por dónde empezar a analizarte, lo mejor es hacerlo de la mano de un especialista para acelerar algunos procesos y entenderte mejor. Sin importar si recurres al psicoanálisis, a la terapia Gestalt, la cognitivo-conductual o a cualquier otra corriente, la psicología siempre es un espacio prometedor para conocerse a uno mismo.
2) Consulta libros y otros materiales
Como la opción de la terapia puede ser un lujo para muchos, una forma más accesible para aprender sobre inteligencia emocional y poner en práctica ciertos principios es a través de la lectura y los medios. Existen un sinfín de libros de divulgación psicológica —ahí está el ya mencionado bestseller de Daniel Goleman—, así como canales de videos —por ejemplo, The School of Life, en inglés— con contenidos entretenidos que te pueden acercar a conceptos filosóficos y de psicología, muy útiles en este proceso de aprendizaje.
3) Inicia un diario
Mucho se habla sobre las capacidades que tiene el journaling o la escritura de un diario para mejorar nuestra vida, pues en esencia escribir —con pluma o en teclado— es una forma de meditación. Estar a solas frente a una hoja en blanco es como tener un espejo frente a nosotros: el flujo de conciencia —o stream of consciousness en inglés, que no es sino escribir a vuelapluma y sin reparos todas las ideas que nos llegan— nos ayuda a vaciar la mente y a descargar las emociones no trabajadas que, al ser puestas en letras, dejan de esconderse en un rincón de nuestra psique y de resultar incómodas o intimidantes.
4) Reúnete con otras personas
Uno de los pilares de la inteligencia emocional es una buena comunicación. Un intercambio constante de información y la conexión con los demás son fundamentales para desarrollar la empatía, el autoconocimiento y las habilidades sociales. En otros tiempos, el ágora y los simposios de los antiguos griegos o los cafés donde convivían artistas e intelectuales en la Francia de finales del siglo XIX fueron ejemplos de cómo compartir ideas mejora la sociedad y a los individuos.
Pero no sólo basta con hablar y con oír lo que dicen los demás: es importante practicar la escucha activa, la comunicación efectiva, la empatía y, sobre todo, estar abierto a lo que otros dicen acerca de nosotros.
5) Lleva a la práctica lo aprendido
¿Te ha pasado que miras muchos videos sobre apego emocional para dar salida a un problema en tu relación actual, pero al final no resuelves nada? Esto se debe a que intelectualizar las emociones no es equivalente a practicar la inteligencia emocional; en otras palabras, una cosa es haber leído decenas de libros sobre relaciones sanas, y otra muy distinta la dura tarea que implica aceptar los errores y asumir nuestra responsabilidad en una relación real. De hecho, leer mucho sin llevar nada a la práctica es otra forma de evadir el trabajo profundo y el cultivo de la inteligencia emocional.