Hacerse viejo creativamente o el creativo arte de envejecer

Hacerse viejo creativamente o el creativo arte de envejecer
Franz De Paula

Franz De Paula

Creatividad

La mente de una persona, su cerebro y sus nervios son un índice
más verdadero de su edad que el calendario.

P. B. Shelley

La creatividad no es un derecho de nacimiento, sino de vida. Es una capacidad que desarrollas en tu mente y, con el tiempo, se transforma y fortalece como tus músculos o tus neuronas. Mientras más la ejerces más hermosa la ves y se vuelve una práctica virtuosa. Es algo así como un enamoramiento gradual que continúa creciendo y nunca se detiene. Tú y tu creatividad comparten juntos la vida, la padecen, la gozan y la reinventan hasta que ya no hay más.

Pero, como sucede con todas las relaciones y los seres vivos, si no continúas nutriéndola y no le provees el aire y el espacio que requiere para respirar y seguir creciendo, más temprano que tarde se extinguirá.

Una mente abierta es el recurso más valioso que existe. Con inquietud mental te cuestionas todo, retas aquello que das por hecho y así surge en ti un interés genuino en las nuevas posibilidades que te ofrece la vida. De ese modo te vuelves incapaz de pensar de otra forma que no sea creativa.

Usando ese filtro, tus ojos hallan cosas interesantes, bellas o útiles y tu cabeza se transforma en una fuente de ideas. Entonces observas la vida, al mundo y a ti mismo siempre desde un ángulo distinto. Se convierte en un hábito, uno que disfrutas hacer. No es una imposición, sino una convicción: se vuelve parte de ti, como esas cosas en la vida que uno realmente ama.

Y cuando amas algo de verdad, lo quieres estrechar muy cerca de tu corazón el resto de tu vida. Por eso, creo que no es que uno se haga viejo creativamente: más bien, uno se hace viejo por fuera, y eso es algo irremediable, pero por dentro la vida puede continuar llameando.

La razón es sencilla: tu ángulo de observación cambia a medida que envejeces y por eso con frecuencia encuentras algo donde parecía no haber nada. Esa es la dinámica de la creatividad: la sensación de descubrir algo valioso es uno de esos eventos que rediseñan los circuitos de tu mente y transforman tu percepción del mundo.

Pero podría no ser así. La única razón por la que uno podría hacerse viejo es la costumbre: habituarte a ver las cosas desde un solo punto de vista te vuelve perezoso, porque no te quedan ganas de pensar de otra forma; en lugar de averiguar nuevos caminos, acabas juzgando al mundo desde la comodidad de tu pequeño criterio, cierras las ventanas de tu mente y tu capacidad de discernir empieza a enmohecerse.

Pero un gran aliciente para abrirla de nuevo es permitir que tu curiosidad te avise cuando encuentra una pieza nueva del rompecabezas en un rincón de la realidad; así te regresan las ganas de explorar medios nuevos y distintos de contarle al mundo lo que quieres decir, porque un amplio y seductor rango de posibilidades se está abriendo frente a ti.

A lo largo de la historia, artistas de edad avanzada han sido prueba viviente de que la creatividad no sólo no tiene fecha de caducidad, sino que continúa aleteando en tu interior, siempre y cuando te mantengas abierto a ideas nuevas.

El declive de las facultades no tiene lugar en un cerebro jugoso en imaginación. De hecho, la organización neuronal cada vez más fluida del lóbulo frontal puede intensificar la creatividad en la gente mayor, porque los frenos son más tenues en los inhibidores frontales y nos hacen capaces de arreglar cosas en formas más útiles o novedosas.

Por ejemplo: el periodista y escritor estadounidense Norman Mailer en sus últimos días caminaba con bastones y no tenía dientes, pero eso no le impedía seguir escribiendo. Otras mentes maduras y apasionadas fueron las de Juan Sebastián Bach, Henri Matisse y Pablo Picasso: el fuego de su creatividad reconfiguró sus cerebros y floreció hermosamente con la edad.

Henri Matisse

Henri Matisse

También pienso en los artistas que murieron jóvenes porque una arista de la vida les pasó demasiado cerca, y uno no puede evitar preguntarse cómo hubieran llegado a la vejez y qué habrían creado con esa creatividad robustecida: ¿cómo serían las obras de Jimi Hendrix, Amedeo Modigliani, Egon Schiele, Buddy Holly o Van Gogh? Quizás en una realidad paralela John Lennon aún sigue componiendo música; qué fortuna sería poder escucharla.

Así, no toda la gente mayor es decrépita ni toda la gente joven es ingeniosa. El rango de edad creativa es amplio, desde los niños que parecen adultos hasta los adultos infantiles. La edad es simbólica y un mero reflejo de la actitud con la que vivimos nuestras experiencias; es el recuento y la forma en la que invertimos nuestro propio tiempo, que es lo más valioso que tenemos.

Porque sabemos que si algo es imparable es el andar del tiempo: se nos da a cuentagotas, segundo por segundo, sin saber cuál será el último y cuándo será que nos toparemos con el final, como si camináramos a ciegas hacia atrás. Somos lo que nos queda de tiempo.

Esta sensación de mortalidad debería incitarnos a mirar desde el asombro y no desde la apatía. Y es el asombro lo que te hace brincar a un ángulo distinto cada vez, porque si observas la vida siempre parado en el mismo punto, ésta se vuelve plana, tibia y predecible, el parpadeo de tu existencia se vuelve pálido, casi imperceptible. El espejismo de una breve existencia que creyó estar viva.

Así que sonríe, persona lectora, porque aquí estás, puedes aprender lo que quieras: un idioma, una receta o una canción. Y si estás leyendo esto, significa que ya cuentas con todo lo que necesitas: tienes una mente inquieta y tienes vida; la mayor parte de la humanidad no puede decir lo mismo. La fortuna te sonríe, sonríele de regreso con algo tuyo. Es momento de reinventarte.

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