¡Yabba daba doo!, el grito eufórico de Pedro Picapiedra cuando el graznido de un pajarraco marcaba la hora de salida en la cantera de Piedradura, es quizás una de las consignas más conocidas en la historia de los dibujos animados. Y también es uno de los recuerdos más gratos para millones de personas que aún aman a esa familia de la Edad de Piedra creada por los estudios Hanna-Barbera.
William Hanna (1910-2001) y Joseph Barbera (1911-2006) se conocieron en 1939, cuando eran directores en el estudio de animación de la Metro Goldwyn-Mayer. Su primer éxito fue con el corto “Puss Gets the Boot” (1940), que marcó el debut de los entrañables Tom y Jerry. Pero fue la serie The Huckleberry Hound Show (1958) sobre un perro con carácter humano, la que dio pie a la creación de personajes icónicos como el Oso Yogui, que tendría su programa en 1961.
Una de las claves del éxito de la famosa dupla fue la antropomorfización de distintos animales: basta recordar a criaturas inolvidables como el pulpo Manotas, la Hormiga Atómica, los espectaculares Don Gato y su pandilla, el Inspector Ardilla, Tiro Loco McGraw o Mandibulín, por mencionar algunos.
Volviendo a Los Picapiedra (1960-1966), esta serie retrata el estilo de vida de la típica familia estadounidense de los años sesenta —sus comodidades, problemáticas y diversiones—, pero llevada a tiempos prehistóricos. Con ella, Hanna-Barbera apostó por un público no sólo infantil, sino también juvenil y adulto, con episodios de casi media hora realizados usando una técnica de animación limitada, pero efectiva, que usaba unos 17 mil dibujos por capítulo.
Después del éxito de Pedro, Vilma y los Mármol, vinieron muchos dibujos animados más, unos con mayor éxito que otros. Ahí están, por ejemplo, Los autos locos (1968), basada en la película La carrera del siglo (1965), dirigida por Blake Edwards. Se trata de una serie de 17 episodios —34 carreras en total— y personajes maravillosos, como los villanos Pierre Nodoyuna y su perro, Patán, que siempre se burlaba de su dueño con una risita inolvidable.
Otra serie exitosa, planteada en un futuro que ahora ya no nos resulta tan remoto ni disparatado, fue Los Supersónicos (1962). Ubicada en el año 2062, muchos la consideran una versión futurista de Los Picapiedra, donde la familia Sónico —Súper, el padre; Ultra, la mamá, y sus hijos Lucero y Cometín— vive en un mundo donde la tecnología ha resuelto gran parte de los problemas cotidianos, pero no por ello hace la vida más sencilla.
Además de los Sónico, dos personajes entrañables son la famosa “empleada doméstica” Robotina y el perro Astro, que por cierto fue diseñado por el dibujante japonés Iwao Takamoto, quien también sería el creador de Scooby-Doo.
Scooby-Doo: misterio a la orden (1969) vino a renovar al estudio cuando parecía estar un poco añejado en sus historias. En ella, Fred, Vilma, Dafne, Shaggy y Scooby —un gran danés glotón y cobarde, pero de gran corazón— enfrentan a vampiros, fantasmas, zombis y otros monstruos sobrenaturales para descubrir que realmente se trata de seres humanos con negras intenciones.
Pero Hanna-Barbera no sólo creó familias y animales antropomorfos, sino también a superhéroes como el emblemático Fantasma del Espacio (1966), Birdman y el trío Galaxia (1967), que tuvo un total de 60 episodios, y Los Cuatro Fantásticos (1967), basada en el exitoso cómic creado por Stan Lee y Jack Kirby.
También estuvieron los Harlem Globetrotters (1970) con los célebres basquetbolistas mostrando súper poderes; el genial Capitán Cavernícola (1977) y su insoportable hijo; y, por supuesto, Los Súper Amigos (1978), que tuvo varias etapas y donde Supermán, Batman, la Mujer Maravilla y Aquamán dirigían a la ahora famosa Liga de la Justicia.
El estudio también incursionó en la adaptación animada de series clásicas como Los Locos Addams (1973) y La familia Partridge del futuro (1974), basada en la exitosa serie protagonizada por Shirley Jones y David Cassidy, y de emblemas del cine en blanco y negro como El Gordo y el Flaco (1966), y Abbott & Costello (1967). No obstante, la calidad y la popularidad de esos programas nunca alcanzaron la de éxitos como Los Picapiedra o Scooby-Doo.
En los años ochenta llegó la decadencia del estudio. A pesar de algunos éxitos como Las aventuras de Ricky Ricón (1980) y, sobre todo, de Los pitufos (1981-1990), que se convirtió en una exitosísima franquicia en todo el mundo, la compañía se encontraba en aprietos financieros, a los que se sumaron la competencia de estudios con novedosos estilos de animación.
Tras diversos problemas, en 1991 la compañía fue adquirida por Turner Broadcasting System y, un año después, cambió su nombre a H-B Production Company. Ese mismo año, el magnate Ted Turner lanzó el canal de dibujos animados Cartoon Network, y en 1993 los apellidos de los fundadores del estudio regresaron, al convertirse el estudio en Hanna-Barbera Cartoons Inc.
En 2001, finalmente, los estudios de Hanna-Barbera fueron absorbidos por Warner Bros. Animation y sus proyectos fueron desarrollados por Cartoon Network Studios; ese mismo año, William Hannah murió de cáncer en la garganta. Joseph Barbera lo seguiría en ese camino cinco años después.
A la fecha, Warner Bros. ha producido diversas series y películas basadas en los personajes clásicos de Hanna-Barbera, como las dos películas de Scooby-Doo, protagonizadas por Freddie Prinze Jr. y Sarah Michelle Gellar. Y si bien los nombres de los fundadores ya no figuran entre los créditos, es un hecho que millones de fanáticos los conservamos, junto con los gratos recuerdos de todos los personajes que crearon, en el fondo de nuestros corazones.