Huevos Fabergé: tesoros y memorias

Huevos Fabergé: tesoros y memorias
Carla María Durán Ugalde

Carla María Durán Ugalde

Creatividad

Huevos de chocolate, de plástico, cascarones decorados, todos con sorpresas dentro, son comunes durante la Pascua. Resulta difícil imaginar que un huevo de tales características valga millones de dólares, sin embargo, existe una colección de éstos que se encuentra a la altura de una familia imperial. Me refiero a una serie de maravillosos objetos de arte que las últimas dos generaciones de la dinastía Romanov recibieron de manos de un joyero de ingenio incomparable.

En 1885 el zar de Rusia, Alejandro III, buscaba complacer a su esposa con un presente sin igual para celebrar la Pascua, que es la fiesta más importante de la Iglesia ortodoxa. Para la ocasión, Carl Fabergé fue el encargado de diseñar un huevo —el cual simboliza la resurrección— como ningún otro. Por su acabado blanco mate, aparentaba ser un huevo común, pero al abrirlo la zarina encontró una yema de oro que contenía una gallina del mismo material. La pieza gustó tanto que regalar huevos creados por Carl Fabergé durante la Pascua se convirtió en una tradición de los Romanov. Tras la muerte de Alejandro III, su hijo Nicolás II —el último zar de Rusia— continuaría obsequiando estos maravillosos objetos a su esposa y a su madre.

Carl Fabergé fue el encargado de diseñar un huevo para el Zar Alejandro III

Carl Fabergé fue nombrado el joyero oficial de la casa Romanov. Pronto su taller creció hasta convertirse en una empresa con varios artesanos a su cargo, que contaba con joyerías en Rusia e Inglaterra. A pesar de tener empleados, Fabergé siempre estuvo a cargo de los diseños para la familia real rusa, además de que todos debían satisfacer sus altos estándares de calidad. El joyero empleaba metales y piedras preciosas, pero también minerales propios de Rusia, que eran sometidos a procedimientos y técnicas únicas. El proceso era tan meticuloso que la creación de un huevo Fabergé tomaba de uno a dos años.

Aunque eran regalos de Pascua, el único huevo con motivo enteramente religioso fue el de 1889, cuyo exterior de vidrio mostraba la imagen de Cristo sobre su tumba. El resto fue dedicado a rememorar momentos especiales de la familia Romanov. Así, por ejemplo, para conmemorar el viaje del joven Nicolás II por Rusia, en 1890 Fabergé diseñó un huevo de estilo rococó que resguardaba una réplica de oro y platino del yate real; siete años después, el huevo sería dedicado a su coronación, por lo que el cascarón fue grabado mediante una técnica creada por Fabergé con un delicado patrón de soles; en su interior resguardaba una réplica del carruaje real en miniatura completamente funcional. El huevo de 1898, llamado “Lirios Imperiales del Valle”, obtuvo su inspiración del art nouveau; el cascarón rosa, cubierto de perlas que simulaban flores, encerraba los retratos del zar con sus dos hijas mayores. Aquí cabe mencionar que los retratos familiares cubrieron el exterior de más de un huevo, como el de 1911, que conmemoraba los quince años del reinado del Nicolás II.

El huevo de 1898, llamado "Lirios Imperiales del Valle" e inspirado en el 'art nouveau'

Al analizar un huevo Fabergé por sus partes, parece incomprensible que los coleccionistas estén dispuestos a pagar millones de dólares por una de estas piezas. Tal fue el caso del “Huevo de Invierno” presentado en 1913, cuyo valor de cinco millones de dólares se justifica por el precioso trabajo realizado en el cristal y el platino, que evoca al hielo derritiéndose, y está decorado con algunos diamantes; en su interior, una canasta con flores promete la llegada de la primavera.

Los huevos Fabergé, por su diseño exquisito, parecen pertenecer a un sueño, y cautivan a quien los observa haciéndole sentir que descubre el mundo por primera vez. Al mismo tiempo, encierran el encanto de una tradición, de un regalo de esposo a esposa que cuenta la historia de la familia Romanov desde lo íntimo, implicando una cierta nostalgia.

Aunque el hechizo de un huevo Fabergé es inigualable, hacer un regalo inspirado en estas piezas con el simple deseo de crear algo hermoso que conmemore un evento especial equivale a recrear el sentido original de dichas joyas. Por ello, es una buena idea regalar a la generación más joven huevos decorados que contengan fotografías o pequeñas reliquias de sus ancestros, para que conozcan las historias de su familia y las atesoren como si de oro y diamantes se tratasen.

¿Cómo hacer un huevo Fabergé?

Materiales:

  1. Un huevo hueco de plástico que se pueda abrir —es fácil encontrarlos en tiendas de decoración antes de la Pascua, y por internet en cualquier momento del año.
  2. Silicón caliente.
  3. Lentejuelas, cuentas de bisutería, listones, botones y otros materiales para decorar el cascarón.
  4. La sorpresa puede consistir en una fotografía o reliquia familiar, como el dedal de la bisabuela, por ejemplo.

Instrucciones:

  1. Es recomendable buscar inspiración en los huevos diseñados por Carl Fabergé y hacer algunos bocetos en papel.
  2. Una vez decidido el diseño que llevará el cascarón —el cual puede ser meramente ornamental o tener la intención de contar una historia cuyo desenlace se encontrará en el interior del huevo—, cubre el exterior con las lentejuelas, cuentas o listones, cuidando no obstruir la unión del huevo para que se pueda abrir —puedes utilizar unas pinzas para depilar cejas para pegar con mayor precisión los adornos.
  3. Finalmente, coloca la sorpresa en el interior del huevo, ciérralo con cuidado y regálale a un ser querido un fragmento de la historia familiar.
¿Cómo hacer un huevo Fabergé?
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