Los sueños son una reserva de conocimiento y experiencia.
Tarthang Tulku
Caminas por una calle amplia y arbolada que se pierde en el horizonte. El viento sopla con fuerza. Miras el cielo: las nubes forman un manto gris, tenso, inabarcable. Tus zapatos están sucios; sacas un pañuelo para limpiarlos, pero algo distrae tu atención, un pequeño objeto que refleja la luz que, con mucho esfuerzo, logra atravesar los nubarrones. Es una moneda que parece de plata. Te abalanzas sobre ella como un niño que vislumbra el mejor dulce de la piñata. ¡Es tuya! Sigues adelante. Un nuevo destello en el suelo ilumina tus ojos: otra moneda. ¡No puedes creer tu suerte! “¿Cuánto valdrán? ¿Qué compraré con ellas?” —te preguntas. Tres pasos más adelante, descubres otra moneda, y otra, y otra más. La línea de monedas se despliega ante ti, infinita… “Un momento” —te dices—, “¿cuáles son las probabilidades de que esto suceda? ¡Estoy soñando!” Entonces despiertas, decepcionado de descubrir que los bolsillos de tu pijama están vacíos.
¿Alguna vez te ha ocurrido algo similar? ¿Encontrarte dormido y de pronto sentir una extrañeza que te hace conjeturar que estás soñando? De ser así, ¡felicidades!, sabes lo que es tener un sueño lúcido. Aunque la sospecha constituye sólo el inicio de la aventura, pues soñar con plena conciencia de que estás soñando le abre la puerta a una oportunidad inigualable: la de convertirte en el director de tus sueños, por lo que —como diría algún publicista de Walt Disney— todas tus fantasías podrían volverse realidad. Lo mejor de todo es que no debes esperar a que el sueño lúcido suceda de forma espontánea —esta noche, en una semana, dentro de un año o quizá diez—, pues existen prácticas y ejercicios que permiten inducirlos a voluntad. ¿Te gustaría aprender a soñar lúcidamente? Si tu respuesta es afirmativa, por favor continúa leyendo.
Las ventajas del sueño consciente
Primero es importante aclarar algunos puntos. Visualizar o fantasear durante la vigilia son cosas muy distintas al tema que nos ocupa. Por lo general, los sueños lúcidos ocurren durante la fase de sueño paradójico, también conocida como de los movimientos oculares rápidos o REM —por las siglas en inglés de rapid eye movement—, una etapa de sueño ligero pero reparador en la que el cuerpo está completamente relajado. De modo que quien alcanza un estado de lucidez mientras duerme se halla inmerso en el mundo del inconsciente, pero es capaz de explorarlo con el mismo nivel de conciencia que cuando está despierto. El individuo, entonces, no sólo sabe que sueña, sino que tiene libre albedrío y también raciocinio, además de contar con el mismo cúmulo de recuerdos que al encontrarse despierto. Y disponer de tales herramientas en el plano onírico permite desdoblar el más emocionante abanico de posibilidades.
Los practicantes del budismo tibetano, por ejemplo, usan los sueños lúcidos para intentar descubrir los hilos que conforman el universo fenoménico —que para ellos es ilusorio— y así despertar a una realidad llamada iluminación. Otros soñadores lúcidos proyectan salas de concierto, pistas de atletismo o piscinas olímpicas, que se materializan ante sus ojos con todos los detalles necesarios, y utilizan dichos espacios intangibles para practicar ciertas piezas musicales o prepararse para una competencia deportiva. En este momento vale la pena mencionar, por un lado, que el cerebro es, hasta cierto punto, incapaz de distinguir entre una acción soñada y una producida durante la vigilia y, por otro, hacer alusión a los estudios conducidos por el psicólogo alemán Paul Tholey, quien demostró que —una vez que una técnica o habilidad ha sido aprendida— los sueños lúcidos pueden utilizarse para perfeccionar el desempeño de una actividad.
Continuando con los alcances de los sueños lúcidos, hay que decir que cualquier persona que desee usar productivamente sus horas de descanso puede servirse de ellos. Así, existe la posibilidad de pasearse por los pasillos de una librería onírica para buscar inspiración, de enfrentar al espectro que nos atormenta por las noches con la certeza de que no puede lastimarnos, o de visitar una galería para admirar cuadros que nadie más ha visto y regresar a la realidad con una idea de otro mundo, literalmente… Esto último, por cierto, constituye el secreto creativo de la artista e investigadora de los sueños Fariba Bogzaran, quien, por las noches, busca en la galería de sus sueños la pieza de arte que desea crear y, una vez despierta, la reproduce en el lienzo.
Obra de Fariba Bogzaran
Cómo inducir un sueño lúcido
Antes de entrar en materia, sería bueno recordarte que los sueños lúcidos o conscientes no son una mera creencia popular, ya que han sido científicamente comprobados por figuras como el psicofisiólogo Stephen LaBerge —de cuyo libro, Explorando el mundo de los sueños, se tomaron algunas de las técnicas y ejercicios que se presentan más adelante. Como el trabajo de LaBerge sobre los sueños lúcidos es extenso, me limitaré a mencionar que en la década de los setenta, cuando una gran nube de escepticismo flotaba sobre el tema —pues se creía que soñar con conciencia de que se estaba soñando era algo contradictorio y, por tanto, imposible—, este investigador estadounidense demostró la realidad del fenómeno con un experimento realizado en el laboratorio del sueño de la Universidad de Stanford, en el que los durmientes, por medio de una serie de movimientos oculares previamente acordados, lograron comunicar con éxito al equipo de científicos que los supervisaban que habían alcanzado el estado de lucidez.
Aclarado lo anterior, te comparto algunos ejercicios y técnicas que podrían ayudarte a navegar en el océano del sueño con plena conciencia:
- Comprueba la realidad varias veces al día. Ya que nuestras acciones en la vigilia tienden a reproducirse en los sueños, crear el hábito de hacer “revisiones de realidad” durante el día podría propiciar que buscáramos realizarlas de noche, cuando estamos dormidos. Así que mientras transcurre tu rutina, pregúntate constantemente: “¿esto es un sueño?, ¿esto es real?” y, paso seguido, mira a tu alrededor para buscar rarezas o inconsistencias que puedan sugerir que estás soñando.
- Ve a la cama con la firme intención de tener un sueño lúcido. Y,cuandolo hagas, no pienses que será algo difícil de lograr. Recuerda que tus expectativas tienen un impacto en tus experiencias.
- Practica la relajación profunda. Una vez en la cama, con tus intenciones firmes y claras, realiza el siguiente ejercicio: comienza concentrándote en tu respiración por algunos momentos y procede relajando cada parte del cuerpo, desde el cuero cabelludo hasta las puntas de los pies. Siente que tu cuerpo se hunde en la cama al tiempo que experimentas una placentera sensación de pesadez y laxitud.
- Un punto de luz en tu entrecejo. Algunos autores aconsejan quedarse dormido imaginando claramente, pero sin esforzarse, un punto de luz roja justo en el entrecejo. Al parecer, esto facilita el tránsito hacia un sueño lúcido.
- Busca elementos fuera de lugar. Cuando empieces a soñar, mira si hay algo que delate que tu experiencia es un sueño. Puede ser un pensamiento —como “Estoy en la escuela y no estudié para el examen”, tras lo cual quizá podrías recordar que hace mucho no eres estudiante—, una sensación —por ejemplo, una ligereza tan extrema que te permite flotar—, una acción extraña —como palpar un arcoíris o besar una nube—, o un objeto inverosímil —un caballito de mar del tamaño de un caballo de carreras, digamos. Al detectarlo, te darás cuenta de que estás soñando.
- Mira tus manos y no tengas miedo. En uno de sus libros, el autor Carlos Castaneda —que definía al acto de tener sueños lúcidos como “ensoñar”— recomendaba que, cuando te des cuenta de que estás soñando, intentes mirarte las manos dentro del sueño. Esto te permitirá dar un primer paso hacia el control en tus sueños conscientes. Además, es recomendable conservar la calma ante lo que pueda surgir en tu sueño, pues al parecer el miedo o la sensación de alarma puede hacer que te despiertes.
- Lleva un diario de sueños. Al despertar, crea el hábito de preguntarte “¿qué estaba soñando?” Y, enseguida, describe tu sueño —con el mayor detalle posible— en un cuaderno que mantengas cerca de tu cama. No olvides incluir los “elementos fuera de lugar” para descubrir cuáles son los más comunes en ti y así aprender a detectarlos más rápidamente cuando estés soñando.
- Prueba la técnica de la intención. Si has puesto en práctica todo lo anterior durante un tiempo y aún no logras tener un sueño lúcido, puedes recurrir a técnicas específicas para inducirlos; existen muchas, pero quizás una de las más sencillas sea la propuesta en este punto: temprano en la mañana, o al despertar a mitad de la noche, afirma con seguridad y certeza tu intención de darte cuenta de que estás soñando; luego, visualízate haciendo este descubrimiento de forma vívida —es recomendable incorporar a la visualización tus “elementos fuera de lugar” o señales de que estás soñando más recurrentes—; por último, imagínate llevando a cabo una acción determinada en tu sueño, como volar.
Tu inconsciente es una fuente inagotable de sabiduría que, durante la vigilia, permanece oculta, así que las respuestas a las preguntas que más te inquietan podrían encontrarse en un recoveco de tu universo onírico, donde las posibilidades son infinitas: puedes platicar con un ser querido difunto que amas y extrañas, pedirle consejo a un filósofo de la antigua Grecia, averiguar cuáles son tus creencias más profundas respecto a algo o conversar con tu escritor favorito… Como ves, las ventajas de entrenarse en este arte son muchas. Sólo hace falta un poco de esfuerzo y dedicación para experimentar sueños que podrían transformar tus noches, pero también tus días.