Si tienes una idea, realízala. El mundo mejora con cada proyecto que vincula positivamente a la gente. Mira a tu alrededor y encontrarás tres tipos de personas: las que odian su trabajo y se quejan amargamente, las que sólo toleran su trabajo por el pago y no están en búsqueda de más —o sienten que no pueden tener más—, y las que verdaderamente aman su trabajo y hasta las ves saborearlo. La tercera categoría es un grupo reducido, pero se destaca porque son, con mayor frecuencia, las personas que cambian el mundo para mejor. Sus ideas transforman su entorno y convocan lo que entendemos como comunidades de impacto positivo.
El liderazgo no se trata de un título o una designación. Se trata de impacto, influencia e inspiración. El impacto implica obtener resultados, la influencia es la difusión de la pasión que compartimos por un asunto, y la inspiración nace de una idea al respecto. Si creemos realmente en la igualdad de todos los seres humanos y en la importancia del esfuerzo de los menos privilegiados para mejorar sus condiciones de vida, entonces aquí nace esta idea fundamental: las personas pueden y deben reunirse, hablar sobre lo que es importante y trabajar juntos para generar un cambio en su entorno. Pero antes de trabajar en conjunto, es crucial entender cómo hacerlo de forma efectiva.
La organización comunitaria es el proceso por el cual la gente se une para identificar problemas o metas comunes, movilizar recursos y desarrollar e implementar estrategias para alcanzar sus objetivos. No se trata de organizar a la gente para que haga algo que uno cree necesario, sino de descubrir qué es importante para todos y de colaborar en conjunto para alcanzarlo.
Si la comunidad está bien organizada, puede provocar un cambio en la distribución del poder, ya no centralizado sino compartido entre un amplio grupo de gente. Esto debe ser resultado de incluir en el proceso a los que regularmente se les niega la opinión o cuyas necesidades han sido ignoradas. Proteger a los débiles, hablar por aquellos que no pueden hablar por sí mismos y luchar por quienes no pueden pelear por su cuenta es lo que marca nuestra diferencia como especie. La máxima tragedia no es el ruido de la injusticia, sino el silencio de la indiferencia.
No olvidemos el origen: todo parte del individuo como unidad de acción. Antes que nada, somos personas, así que la mejor forma de empezar es en el espacio personal. Eso significa conocer a los vecinos y convocar a la comunidad involucrada. El objetivo será que, en conjunto, identifiquen y numeren los principales problemas que los aqueja como comunidad. La sugerencia será investigar qué tipo de soluciones han sido aplicadas en situaciones similares en otras comunidades o en otros países. De esta forma, podrán organizar una estrategia que involucre a la mayor cantidad de miembros del grupo y una estructura para difundir la información correspondiente. Es crucial dar seguimiento continuo a las metas alcanzadas y trazar nuevas metas en conjunto. Así se acciona de forma elocuente una comunidad de impacto positivo.
Los frutos de un trabajo comunitario bien hecho son muchos. La voz colectiva es más fuerte que una voz individual. Empodera a la gente, la hace partícipe; sabe la importancia de su rol porque todos son testigos del cambio que genera. Eso ayuda a la comunidad a mantener un nivel de control propio, se vuelve independiente. Al trabajar por un bien común, se comparte información, se conversa, se aprende; la sociedad se nutre, se exhorta la igualdad y el respeto.
Si tienes una empresa, existen varias formas en que puedes marcar una diferencia. Empieza preocupándote por tus empleados; para mejorar las condiciones de trabajo, involúcrate primero con ellos y luego con tus clientes. Después, expande tu rango de acción y contribuye a un bien mayor que tú. Súmate a una fundación o una causa social, apoya un emprendimiento con una misión de conciencia social o ambiental. Disminuye tu impacto energético y adopta un área verde. Conviértete en mentor y aporta tu conocimiento y tus conexiones. Haz una campaña de responsabilidad social en tus redes sociales y, sobre todo, mantén una filosofía congruente de vida.
¿Quieres impactar positivamente a los demás?
A) EMPIEZA CONTIGO
Encuentra tu propia alegría. Si quieres propagar bienestar a los demás, tendrás que empezar contigo mismo. ¿Qué te hace feliz? ¿Qué te provoca alegría? Haz una lista de las ocasiones en que más pleno te has sentido y encuentra su común denominador.
Establece orden en tu vida. Es difícil ayudar a los demás eficazmente si tu propia vida es un desastre. Si quieres marcar una diferencia positiva real en el mundo, lo lograrás mejor si no estás distraído por tus propios problemas.
Enfócate a mejorar tu vida, no a perfeccionarla. Si tienes un plan, no postergues su inicio durante demasiado tiempo. La perfección no existe más que en nuestras cabezas. Si esperas a que las condiciones sean impecables antes de empezar a hacer lo que sea, nunca empezarás. Tendrás sólo excusas y no resultados.
B) EVALÚATE
Reconoce tus habilidades y talentos. Si estás tratando de averiguar cómo crear un impacto positivo en el mundo, debes saber tanto sobre ti mismo como sea posible. ¿Para qué eres realmente bueno?
Piensa en cómo trabajas mejor. ¿Cómo te desenvuelves en un entorno al aire libre? ¿Prefieres los lugares cerrados? ¿O quizás eres solitario y prefieres trabajar de forma remota?
Sé honesto acerca de lo que genuinamente te gusta. Para poder ayudar a los demás, empieza por identificar qué es lo que amas tanto que, aunque pudieras cobrar por ello, bien podrías hacerlo gratis.
Identifica las causas que son importantes para ti. A medida que tu plan comience a tomar forma, debes reflexionar acerca de tus pasiones. Distingue las causas que hacen hervir tu sangre. Lo que sea que decidas, sabrás que has elegido comprometerte con algo significativo para ti.
Decide de forma realista cuánto tiempo puedes dedicarte a ayudar a los demás. Esquematiza todos tus compromisos de tiempo actuales —trabajo, escuela o familia— e identifica las ventanas de oportunidad que puedes dedicar a la labor comunitaria.
C) CAMBIA AL MUNDO
Encuentra el modo en que puedes ayudar en este momento. En esta noble búsqueda para dejar una buena huella en el mundo, es fácil mirar siempre lejos y pasar por alto las oportunidades para hacer algo aquí y ahora. Piensa en cómo hoy puedes mejorar la vida de alguien.
Busca las pequeñas formas en que puedes ayudar. Haz una resolución para realizar una buena acción cada día. Un gesto o un detalle puede tener un impacto inimaginable en alguien más.
Imagina el mundo en que quieres vivir. Visualiza lo que quieres y establece hacia atrás los pasos que necesitas dar para llegar ahí.
Aprecia el valor de lo que te rodea. Piensa en lo que aprecias de tu vida y luego en las formas en que podrías propagar esas cosas buenas a tu alrededor.
No hay detalle pequeño. Un acto de generosidad modifica la percepción del mundo y puede incluso cambiar una vida. Basta con cederle el paso a un extraño o con obsequiar una sopa instantánea a alguien sin hogar, o quizá sólo con ofrecer una sonrisa. Todos somos factor de cambio, somos el cambio que buscamos. Transformemos el mundo de nuevo, como lo hacíamos cuando jugábamos siendo niños. Claro que hay juegos que impactan más al entorno que otros. Jugar abarca desde anotar un gol imaginario con una lata aplastada hasta idear una nueva forma para generar energía sustentable. No hay mejor juego que el que cambia al mundo realmente.
Nuestro problema es que, al acostumbrarnos a todo, dejamos de sorprendernos. Bostezamos entre días negros, sin propósito; dormimos noches blancas, sin sueños. La apatía se acumula con el polvo de los zapatos; se guarda entre las grietas de la inercia, del olvido de la fortuna de estar vivos. Venir a este mundo es ganar la única probabilidad entre cuatrocientos billones, una hazaña matemáticamente casi imposible. Contra todo pronóstico, nacimos. Esa suerte que nos trajo también nos compele a hacer algo al respecto, a cambiar lo que hace falta ser cambiado. Basta con recordarlo para volver a entusiasmarnos. Encontremos un beneficio mutuo: nutrámonos del mundo para construir lo que nos haga felices y, al irnos, dejémoslo mejor. Juguemos de nuevo. El mundo nos necesita vivos, involucrados. Necesita gente que rediseñe su estructura, que marque una diferencia auténtica, no que sólo la platique. De manera que, si tienes una idea, ejecútala. No sabes qué impacto pueda ocasionar, a cuántos pueda convocar, cuánto pueda trascender. Quien aprecie tu idea, creará un eco. Eso es todo lo que se necesita para provocar una avalancha. Felicidades: acabas de cambiar el mundo para mejor.