En 1992, el escritor y musicólogo francés Philippe Beaussant publicó su libro Lully ou le musicien du soleil —Lully o el músico del Sol—, una biografía del músico ítalo-francés Jean-Baptiste Lully. Confieso que, a pesar de mi afinidad con la cultura francesa, leo bien poco en el idioma de Molière, de modo que este ejemplar —que, por otro lado, no debe de ser muy fácil de conseguir fuera de Francia— se ha librado de guardar polvo en mis estantes. Pero en el 2000 el libro de Beaussant fue retomado por el cineasta Gérard Corbiau para crear la que, a mi juicio, es su obra maestra: Le roi danse, la cual ha sido traducida al español como El rey Sol, El rey baila e, incluso, La pasión del rey. Y ésa sí la vi.
Si usted tiene gusto por el cine europeo de época, hallará una cinta ampulosa, brillante, barroca, grandilocuente y hasta excesiva. Y entre oropel, velas, pelucas polvosas y encajes, destaca la figura de Lully —encarnado en el filme por el actor Boris Terral—, quien fuera el músico de la corte del “rey Sol” Luis XIV de Francia; en otras palabras, el orquestador de los espectáculos destinados a ensalzar la grandeza del narcisista monarca que creía estar en el centro del universo. De ahí lo de “el músico del Sol”. Y de ahí este Café sonoro, dedicado a Lully.
Lully nació el 28 de noviembre de 1632 en Florencia, Italia, bajo el nombre de Giovanni Battista Lulli. Nadie sabe con certeza quién le enseñó música, pero se sabe —o al menos la leyenda dice— que, estando disfrazado de arlequín y tocando el violín durante un carnaval de Mardi Gras, sus bufonadas y su habilidad musical capturaron el interés del noble Roger de Lorraine, hijo del duque de Guise, quien regresaba a Francia y estaba en busca de alguien que pudiera conversar en italiano con su sobrina, mademoiselle de Montpensier. Así, el joven Giovanni llegó a París en 1647, al servicio de la señorita como garçon de chambre —algo así como “chico de cámara”—, puesto que ocupó hasta 1652, cuando su ama fue exiliada. Al año siguiente, Giovanni llamó la atención del joven monarca Luis XIV, cuando bailó con él el Ballet real de la noche. Fue nombrado compositor real, y al poco tiempo sus piezas instrumentales y ballets eran parte indispensable del ceremonial protocolario que Luis XIV implementó para su lucimiento personal.
En 1661, Lully inició una serie de fecundas colaboraciones con Molière llamadas intermèdes —que eran obras de corte cómico con ballet—,[1] y en diciembre de ese mismo año recibió la ciudadanía francesa, de modo que se convirtió en Jean-Baptiste Lully. Un año más tarde, contrajo nupcias con Madeleine, la hija del connotado compositor francés Michel Lambert. Y en 1672, Lully fue nombrado director de la Académie Royale de Musique, donde ejerció un control absoluto sobre el género de la ópera francesa.
Pero a Jean-Baptiste, más que la música y su vida como esposo y cortesano, lo que realmente le atraía eran los hombres y las mujeres —era abiertamente bisexual—, la vida licenciosa y los excesos. Esto fue motivo de molestia para el rey Sol, quien desaprobó sus mœurs italiennes —sus “modos italianos”, que era como se referían en Francia a la homosexualidad— a tal grado que, cuando se hizo público su escandaloso affair con un paje de la Capilla, lo castigó retirándole privilegios y no asistiendo a las representaciones de su ópera Armide, en 1686.
Al año siguiente, Lully ensaya el tedeum del rey, compuesto para celebrar su recuperación de una cirugía. Los músicos no lo complacen, de modo que el temperamental Lully empieza a golpear violentamente el piso con su batõn de direction —un lujoso bastón que servía para señalar el ritmo; disculpe usted tanto galicismo—, hasta que sin querer golpea su propio pie, quedando severamente lastimado. Existía el riesgo de que la gangrena se extendiera al corazón y le causara la muerte, así que los médicos propusieron amputarle la pierna. Pero para Lully su orgullo de bailarín valía más que su vida, de modo que se rehusó diciendo: “Non! Non! Pas la jambe d’un danseur! Prenez le cœur, mais pas la jambe!” [2] Y así, Jean Baptiste Lully, el músico que influyó a toda la música europea de su tiempo, murió en París el 28 de marzo de 1687, víctima de la gangrena.
Hasta el próximo Café sonoro…
[1] Algunas de las intermèdes más célebres de la mancuerna Molière-Lully son: El matrimonio a la fuerza, El burgués gentilhombre y Los amantes magníficos.
[2] ¡No! ¡La pierna de un bailarín no! ¡Córtenme el corazón, pero no la pierna!”