La logoterapia y la búsqueda del sentido de la vida

La logoterapia y la búsqueda del sentido de la vida
Michelle Medrez

Michelle Medrez

Viktor Frankl fue un reconocido psiquiatra austriaco. Es quizá mejor conocido por ser el fundador de la logoterapia —una forma de psicoterapia desarrollada por él tras sobrevivir los horrores de varios campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, la logoterapia es reconocida por la American Psychiatric Association y la American Psychological Association como una escuela de psicoterapia con fundamentos científicos. El método terapéutico de Frankl es, además, considerado como la “tercera escuela vienesa”, pues apareció después de la teoría de Freud, basada en la voluntad del placer, y la de Adler, que parte de la voluntad de poder.

A partir de sus vivencias en Auschwitz, Theresienstadt y en el complejo Dachau, Frankl se convenció de que los humanos están motivados por algo que él llamaba voluntad de sentido: un deseo de encontrar sentido o significado en la vida. La motivación para vivir proviene precisamente de encontrar ese significado.

Vivir bajo el nazismo asentó en Frankl la creencia de que la vida puede tener sentido incluso en las circunstancias más miserables. Es justamente la posibilidad lo que precisa la “voluntad”, un intencional ímpetu de búsqueda. En una de sus más famosas citas, extraída de su libro El hombre en busca de sentido, afirma que: “Alhombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino.”

Michael Hofmekler, director de la Sant Ottilien Ex-Concentration Camp Orchestra, ejecuta un concierto en Munich para soldados norteamericanos y personal de la UJA.
(United States Holocaust Memorial Museum, cortesía de Sonia Beker)

El objetivo de la logoterapia consiste en, mediante un análisis existencial de la persona, ayudar a descubrir, o redescubrir, el sentido de la vida. Se presupone que a cada persona le está reservada una misión, un cometido a cumplir; por lo tanto, cada persona es irreemplazable y cada vida, irrepetible y única, como única es, evidentemente, la oportunidad de consumarla.

Frankl creía que muchos problemas de salud mental son en realidad manifestaciones de una angustia existencial, los síntomas de la lucha contra la falta de significado, contra un vacío existencial. En este sentido, Frankl acuñó el término “neurosis dominical” para referirse al agobio que muchas personas sienten al final de la semana laboral, cuando se dan cuenta de cuán vacía y sin sentido se ha vuelto su vida. Este vacío existencial puede abrir la puerta a todo tipo de excesos y compensaciones, como ansiedad neurótica, evitación, atracones, exceso de trabajo o adicciones. A corto plazo, estos excesos y compensaciones cubren el vacío existencial, pero a largo plazo, hunden a la persona en un sinsentido cada vez más desolador y difícil de vencer.

En su ya mencionado libro El hombre en busca de sentido, Frankl proporcionó una breve descripción de las premisas centrales de su teoría. Éstas son: cada persona tiene un núcleo saludable” y “la vida ofrece un propósito y un sentido, pero no promete satisfacción ni felicidad”. En otras palabras, la vida no siempre es justa, pero sí es siempre susceptible de tener sentido.

Esquematizando un poco la logoterapia de Frankl, se pueden presentar seis principios básicos que se incorporan a las premisas centrales que acabamos de presentar. Dichos principios son los siguientes.

1. Cuerpo, mente y espíritu.

El ser humano es una entidad que consiste en un cuerpo (soma), mente (psique) y espíritu (noos). El espíritu es lo que somos, nuestra esencia —la teoría de Frankl no se basaba en la religión ni en la teología, pero a menudo tenía paralelos con ellas.

2. La vida tiene sentido en todas las circunstancias.

Incluso en las condiciones más precarias, hay sentido. Es decir, hasta las situaciones objetivamente terribles permiten reconocer un orden del que emanan el sentido y el significado.

Foto: AP

3. Los humanos tienen voluntad de sentido.

El sentido y su búsqueda son nuestra principal motivación para vivir y actuar. Encontrar sentido es lo que nos permite soportar el dolor y el sufrimiento. Para la logoterapia, esto es diferente a la voluntad de poder y a la del placer.

4. Los humanos tienen libertad para encontrar sentido.

En todo momento, los individuos tienen libertad para ejercer la voluntad de buscar significado. Este principio se relaciona con las dolorosas experiencias de Frankl, a partir de las cuales supo darse cuenta de que ante una situación que no se puede cambiar ni controlar, hace falta cambiar la propia actitud. De ahí otra de sus célebres frases: “Cuando ya no podemos cambiar una situación, nos vemos obligados a cambiar nosotros mismos”.

5. Significado del momento.

Para que las decisiones sean significativas, los individuos deben tomar en cuenta las demandas de la vida diaria, de modo que las decisiones coincidan con los valores de la sociedad y, sobre todo, con los de su propia conciencia.

6. Los individuos son únicos.

Cada individuo es único e irremplazable.

La logoterapia también propone que el sentido se puede descubrir a partir de tres formas capaces de mejorar la calidad de vida: es posible crear una obra o realizar escritos, desarrollar relaciones interpersonales y recordar que siempre decidimos qué actitud tomamos ante el sufrimiento.

Viktor Frankl murió en 1997, pero nos dejó como legado la enseñanza de que incluso las situaciones más terribles pueden ser enfrentadas con las armas que nos brindan el significado y el propósito. Gracias a la voluntad de sentido podemos vencer la adversidad, e incluso convertir en provechosas hasta las  más terribles experiencias.

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