La meditación como una puerta a lo inimaginable

La meditación como una puerta a lo inimaginable
Ana Pazos

Ana Pazos

Inspiración

Espiritualidad

Sigue moviéndote en el interior, hasta que encuentres el punto de quietud, el ojo de la tormenta.
Swami Veda Bharati

Cada determinado tiempo fantaseo con mudarme de la ciudad o del país. Me visualizo en algún lugar con pocas calles y automóviles, viviendo en una pequeña casa rodeada de árboles o frente al mar. Imagino el silencio interrumpido por el roce de las alas de los grillos y un cielo con todas las estrellas que el ojo humano puede ver a simple vista. ‟En un lugar así tendría paz”, me digo siempre. ‟Pero tus problemas te perseguirán adonde vayas: la paz no depende del exterior, debes buscarla en tu interior”, me contesta el lugar común. Y, por primera vez en mi vida, creo entender el significado de esa frase hecha.

Había oído un sinnúmero de maravillas sobre la meditación. Sabía, por ejemplo, que su práctica constante reduce la ansiedad, mejora la memoria, aumenta la capacidad de empatía, previene enfermedades cardiovasculares y ayuda a combatir el insomnio. Por esta última razón decidí comenzar a meditar. Primero encontré algunos ejercicios de relajación que se anunciaban como ‟meditaciones guiadas”: acostada en la cama, con los audífonos puestos, dejaba que una agradable voz me condujera a playas de arena suave y blanca, mientras la música de fondo, parecida al arrullo del mar,  tranquilizaba mis sentidos hasta que me quedaba dormida sólo para despertar al poco tiempo. En realidad, esto nada tenía que ver con la meditación: su propósito no consiste en relajarnos al punto de caer en los brazos de Morfeo.

Por ello, decidí comprar un libro sobre meditación y aprender algunos conceptos básicos. Según la técnica propuesta por el autor, [1]  la del Raja Yoga, uno debe comenzar por sentarse en el suelo o en una silla; luego, con la espalda recta y las manos sobre las piernas, hay que respirar de forma diafragmática [2]  y relajar sistemáticamente los músculos, mientras se centra la atención en la respiración. En este caso, el objetivo no es poner la mente en blanco, sino enfocarla en un tema preseleccionado —un mantra, un sonido o una imagen— para traerla al aquí y ahora. [3

Después de un par de semanas de práctica diaria, logré entrar en un estado de relajación atenta. Ahora, cuando medito, no hay tensión en mi cuerpo. Los pensamientos se desplazan como nubes por mi mente, pero entre una nube y otra hay un vacío, un instante de silencio en el que encuentro paz. Y, por ahora, eso ha sido suficiente para dormir cada noche sin interrupciones. También he notado que mi nivel de estrés ha disminuido y que mi respiración durante el día es más uniforme, sin mencionar que últimamente no he tenido fantasías de escape.

Meditar podría cambiar nuestra concepción del mundo

El objetivo de las personas que dedican su vida a este camino es que el cielo de la mente se despeje hasta que sólo brille un sol imaginario: entonces habrán alcanzado la iluminación. Yo me encuentro a años luz de conseguir tal hazaña, apenas soy una principiante. Sin embargo, el tema me apasiona, sobre todo cuando pienso en todo lo que puede lograrse por medio de la meditación.

Con la práctica constante, la negatividad disminuye, el sistema nervioso se fortalece y el anhelo por experimentar una paz absoluta se vuelve cada vez más intenso. Así que si desde el jardín de infancia se enseñara a los niños a despejar las nubes de su mente con la meditación, contribuiríamos a la creación de una sociedad más paciente, feliz y compasiva. El cineasta estadounidense David Lynch —quien ha practicado la meditación trascendental durante décadas— coincide con esta visión y, para aportar su grano de arena, creó la David Lynch Foundation, que busca tratar las heridas de las comunidades más vulnerables de los Estados Unidos y varios países de América Latina con dosis diarias de meditación. Una de las estrategias de su fundación es el programa ‟Quiet Time”, mediante el cual tanto alumnos como profesores de más de trescientas cincuenta escuelas en barrios conflictivos han aprendido la técnica de la meditación trascendental, que practican a diario. Como consecuencia, los estudiantes mejoraron su rendimiento académico, reportaron una disminución de hasta cuarenta por ciento en sus niveles de estrés y la violencia escolar se redujo en un sesenta y cinco por ciento.

Meditar podría cambiar nuestra concepción del mundo

Pero la meditación no sólo ofrece beneficios para la salud física y psicológica de quienes la practican, lo cual se traduce en un entorno social más armónico; también podría ser el vehículo para explorar ese lugar misterioso e ilimitado que llamamos consciencia. En palabras de David Lynch:

Existe un océano de consciencia pura y vibrante dentro de cada uno de   nosotros; la consciencia se encuentra justo en la base de la mente, en la base del pensamiento y en la base de toda la materia […]. La meditación trascendental [4 permite a cualquier persona sumergirse en ella, experimentar niveles cada vez más sutiles de mente e intelecto y trascender en una experiencia de consciencia pura. Esta consciencia pura es llamada por los físicos modernos ‟el campo unificado” […]. Todo lo que es una cosa surge de este campo, y este campo tiene cualidades, como dicha, inteligencia, creatividad, amor universal, energía, paz… [5

Aunque el paradigma científico actual sigue fundamentándose en el materialismo —es decir, la idea de que la materia es la única realidad—, el tema de la consciencia parece ganar cada vez más importancia entre la comunidad de las batas blancas. Ya en 1930, el físico y astrónomo británico James Jeans decía que: ‟La corriente del conocimiento está apuntando hacia una realidad no mecanicista; el universo está empezando a parecerse más a un pensamiento que a una gran maquinaria”. Y poco tiempo después Max Planck —el padre de la teoría cuántica— sugería lo siguiente: ‟Considero que la materia deriva de la consciencia. Todo lo que hablamos, todo lo que consideramos como existente proviene de la consciencia”. De ser ciertas tales ideas, nos encontraríamos ante una realidad muy parecida a la que proponían los fundadores de la meditación hace miles de años, donde tanto la sustancia como la intención provienen de una consciencia universal, que podemos imaginar como una especie de miel cósmica que cubre y penetra todo lo que existe: mente, materia, espacio.

Sin embargo, la ciencia no ha podido comprobar que la realidad esté hecha de pensamiento puro. Y quizás esto responda a que la consciencia, más que ser intelectualizada, deba experimentarse de forma individual, con los ojos cerrados y la mente enfocada en un punto que nos permita conectarnos con la luz interior que compartimos con el todo. Es posible que, como dice el yogui Dada Gunamuktanada, la consciencia esté fundamentada únicamente por la experiencia interna de primera mano.

Con base en lo anterior, me atrevo a preguntar: ¿qué sucedería si la meditación se convirtiera en una herramienta de la ciencia? Tal vez una mente libre de prejuicios, centrada y tranquila, sea capaz de percibir nuevos pliegues de la realidad que más tarde podrían someterse al escrutinio de la razón. Del mismo modo, es posible que las facultades creativas e intuitivas de los científicos, potenciadas por la meditación, revelen nuevos y fértiles campos de conocimiento…

Como dije antes, yo apenas he puesto un pie en este camino. Sin embargo, imaginar lo que podría encontrar al otro lado, y a cada paso —sin importar lo pequeño que éste sea— me motiva a seguir adelante. Además, tengo la corazonada de que la meditación jugará un papel importante en los grandes descubrimientos científicos del futuro, y eso también me anima a continuar explorando los instantes de quietud que se filtran entre mis pensamientos.

Cierre artículo

[1] Swami Veda Bharati, Meditación, el arte y la ciencia, Grupo Editorial Tomo, 2012.

[2] Lo ideal es que el diafragma se contraiga de modo que podamos inhalar plenamente, llenando incluso la parte inferior de los pulmones.

[3] Cabe mencionar que existen distintas escuelas de meditación con orígenes y métodos diversos; así, por ejemplo, está el sendero de los budistas Theravada —que incluye a ciertas escuelas de Vipassana—, la meditación tibetana —caracterizada por sus complejas visualizaciones— o la meditación trascendental, que se fundamenta en la repetición de un mantra.

[4] La meditación trascendental es sólo una de las muchas opciones disponibles. En realidad, si se tiene la intención de experimentar la consciencia pura, cualquier técnica de meditación de las distintas tradiciones alrededor del mundo podría conducirnos a ese resultado.

[5] Aquí se encuentra el enlace para ver un fragmento de la ponencia ‟Consciencia, creatividad y cerebro” de David Lynch.

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