La mitología griega y el hombre posmoderno

La mitología griega y el hombre posmoderno
Igor Übelgott

Igor Übelgott

Inspiración

Una de las acciones que más le agradeceré a mi madre es que, a pesar de que su situación financiera nunca fue holgada, siempre procuró destinar una parte de sus exiguas quincenas para comprar libros y enciclopedias que poblaron mi mente de niño. Uno de mis volúmenes favoritos estaba dedicado a las mitologías de todo el mundo: babilonia, grecorromana, inca, nórdica y mitos medievales europeos. En esas páginas hice mis primeros recorridos entre diosas, dioses, seres fantásticos, monstruos y héroes del folclor de la Grecia antigua y clásica. Esas historias quedaron en mi mente como creencias arcaicas de dioses que intervenían en asuntos terrenales, originadas por la ignorancia del origen de las cosas; pero, con el paso del tiempo, me di cuenta de que están llenas de simbolismos que, incluso hoy en día, representan y explican muchas de las conductas y de los fenómenos que cualquiera experimenta a lo largo de su vida. Te compartiré algunos de ellos.

Prometeo y Pandora

Prometeo era un titán[1] al que los griegos consideraban benefactor y protector de la Humanidad. Su acto más atrevido fue robar el fuego del Olimpo y entregárselo a los hombres; por eso, Zeus castigó a ambos: a Prometeo lo mandó encadenar al monte Cáucaso, donde durante el día un águila devoraría su hígado y, durante la noche, éste volvería a crecer; y a la humanidad le envió a Pandora con su famosa caja, que cuando fue abierta liberó todos los bienes, los cuales se elevaron al cielo, y todos los males, que desde entonces llenaron la Tierra. Sólo la esperanza se quedó en la cajita. Como sucede con la historia bíblica de Adán y Eva, Prometeo y Pandora representan la pérdida violenta del estado idílico de la humanidad, el cual desaparece por la curiosidad y la sed de conocimiento que caracterizan a nuestra especie. Y en el fondo de todo, sólo queda la esperanza…

Narciso y su reflejo

Narciso era un joven muy hermoso. Muchas mujeres se enamoraron de él, pero Narciso las rechazaba. El colmo fue cuando rechazó a la ninfa Eco, que murió por su causa. Para castigarlo, la diosa Némesis hizo que Narciso se enamorara de su propia imagen; así, el joven pasaba todo el tiempo contemplando su reflejo en un arroyo hasta que, al tratar de alcanzarlo, acabó ahogándose en sus aguas. Hoy en día, en psicología existe el transtorno narcisista de la personalidad:  [2]  una excesiva necesidad de admiración, sentimiento desmedido de importancia propia y falta de empatía. Moraleja: si no puedes adorar más que a tu propia imagen, jamás podrás relacionarte con los demás y acabarás ahogado en ti mismo.

La piedra de Sísifo

Sísifo era rey de Éfira y, como muchos gobernantes de hoy, era astuto pero avaro, mentiroso y asesino. Con sus malas artes enfureció a muchos dioses, por lo que al morir fue condenado a empujar una enorme piedra cuesta arriba en una ladera muy empinada; lo terrible era que, pocos metros antes de la cima, la piedra inevitablemente caía y rodaba hasta la base, y Sísifo tenía que empezar de nuevo. Y así, por toda la eternidad. Muchos han interpretado esto como el símbolo de la condición humana y lo vano de nuestros empeños terrenales, como la búsqueda del poder, de la felicidad o la vida eterna, que justo cuando estamos a punto de alcanzarlos, de modo ineludible escapan de nuestras manos.

El toque de Midas

Midas era rey de Frigia al que, en recompensa por un acto largo de contar, el dios Dionisio le ofreció el don que él eligiera. Y, como sabemos, el ambicioso Midas pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Pero al poco tiempo, su don se convirtió en maldición, pues al intentar comer la comida se hacía dura como el metal, y al acariciar a sus hijos, los convirtió en estatuas doradas. Y es que los griegos creían que los dioses asignaban dones a los mortales —fuerza, belleza, valor, riqueza—, pero los castigaban con un hubris o maldición si hacían mal uso de ellos. Así, el toque de oro sirvió para que el rey aprendiera qué era lo realmente importante en la vida. Y no eran las riquezas…

La mirada de Medusa

En uno de los mitos griegos más fascinantes, Medusa era una hermosa mujer que, habiendo sido violada por Poseidón en el templo de Atenea, fue castigada por la diosa,[3]  quien la convirtió en un ser monstruoso de cuya cabeza brotaban serpientes en lugar de pelo, y era tan horrorosa que cualquier hombre que osara mirarla quedaba transformado en piedra; finalmente, el héroe Perseo acabó con ella decapitándola. Las interpretaciones son múltiples: Freud asociaba el mito con la imagen de la castración y el descubrimiento del niño de la sexualidad materna; en otras palabras, a un niño el cuerpo desnudo de su madre le causaría una fuerte impresión y “lo volvería de piedra” —una alegoría de la erección—; la cabeza de Medusa se ha usado como símbolo feminista, y su interpretación moderna se ha vinculado también con el complejo de Edipo… que me encantaría platicarte pero el espacio, por desdicha, se nos ha agotado.

Cierre artículo

[1] Los titanes eran una generación de dioses que gobernaron durante la llamada “Edad dorada”, cuando el titán Cronos —el tiempo— derrotó a su padre Urano —el cielo—, castrándolo y enviándolo al Tártaro —el infierno griego. Cronos y sus hermanos engendraron una segunda camada de titantes, de la que Prometeo formaba parte.

[2] V. Bicaalú 74, agosto 2016, “Remedios caseros para vivir con un narcisista”; pp. 46-47.

[3] Siendo los griegos una cultura falocrática, era común que a la mujer violada se considerara responsable de la violación.

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