La Navidad es mejor con Dickens y sus fantasmas

La Navidad es mejor con Dickens y sus fantasmas
Bernardo Monroy

Bernardo Monroy

Creatividad

Miscelánea

Dígase, para empezar, que Marley estaba muerto…

Con estas siete palabras arranca una de las historias navideñas más famosas —quizá la más célebre de ellas, sólo detrás del nacimiento del Nazareno—; se trata de una novela breve y muy popular, con cientos de adaptaciones: ya sea con Batman, en el viejo Oeste, con Bill Murray en el mundo de los medios de la comunicación, o incluso con los Muppets. Su trama, sin importar las veces que la hayamos visto, leído o escuchado, siempre nos apasiona, enternece y mantiene a la expectativa. Se trata, desde luego, de la Canción de Navidad —en inglés, A Christmas Carol— del escritor británico Charles Dickens.

El protagonista de la historia es Ebenezer Scrooge, un viejo amargado que odia la Navidad y le paga una miseria a su único empleado, Bob Cratchitt. La noche del 24 de diciembre, Scrooge recibe la visita del fantasma de su antiguo socio, Bob Marley, quien desde el más allá ha intercedido por él para que tenga otra oportunidad; por eso, esa noche lo visitarán tres espíritus: el de las Navidades pasadas, el de la Navidad presente y el de las aún por venir. Así es como Scrooge revisita su vida, conoce su posible destino y despierta la mañana del 25 con otra perspectiva de la vida. Y después, “si alguien sabía celebrar la Navidad, sin duda era él”, cuenta la historia en sus últimas líneas.

Hoy en día, este reato clásico es sumamente popular. Lo que quizá no sea tan común es escuchar, leer o narrar cuentos espectrales en Navidad. Imagínate una Nochebuena rodeado de tu familia y amigos, y mientras todos recuerdan las aventuras que vivieron en el año, intercambian regalos, encienden el árbol o arrullan al Niño Dios, tú propones, como quien no quiere la cosa: “¡Vamos a contar historias de fantasmas!”

Seguramente te llamarían loco o aguafiestas. Sin embargo, la cordura es un asunto subjetivo, y en la Inglaterra victoriana narrar historias espectrales era muy común y tan normal como contemplar el Big Ben desde la grisácea niebla londinense: de allí la naturalidad con la que se veía la narración de Dickens.

La Victorian Ghost Story

Para entender por qué era tan común contar historias fantasmagóricas en el Londres de finales del siglo XIX, es importante conocer algunas pautas del cuento de fantasmas de aquella época y la esencia misma de su literatura, así como la forma en que se festejaba la Navidad.

El cuento de fantasmas victoriano es, en sí mismo, casi un subgénero literario. Hay que entender que, a finales del siglo XIX, creer en fantasmas era lo más habitual del mundo: el espiritismo estaba de moda y a sus sesiones asistía gente tan prestigiosa como el propio Dickens o sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes. Incluso existía el Ghost Club, una asociación de gentlemen a quienes les fascinaba lo paranormal. Así, el cuento de fantasmas era tan común para los londinenses como para los latinoamericanos el realismo mágico. Además, tanto los latinos como los británicos tenemos el arraigo religioso grabado a flor de piel, sin importar si profesamos la fe católica o la anglicana.

La literatura victoriana, por otro lado, tenía temas recurrentes: uno de ellos era la feroz crítica social, y otro, lo sobrenatural. La ficción popular y las narraciones orales también eran el pan de cada día. Todo esto se mezcló en un exquisito coctel que sería el cuento victoriano de fantasmas navideño.

¿Cuentos de fantasmas? ¿En Navidad?

El motivo por el que las damas y caballeros del Londres victoriano narraban ghost stories en fechas decembrinas es, hasta cierto punto, obvio: uno de los muchos simbolismos de la figura del fantasma es el del pasado que regresa a nosotros, ya sea para ayudarnos, advertirnos, aconsejarnos o atormentarnos. Los fantasmas son el recuerdo y la memoria —pero también pueden ser, como dice Scrooge al ver a Marley, producto de una papa echada a perder en la cena.

También el ambiente invernal londinense, en una época en la que la electricidad aún no existía, era propicio para esas narraciones: frío, nieve, neblina, ausencia de calefacción, el viento silbando de manera siniestra y las velas, antorchas, lámparas de gas, fogatas y chimeneas como única fuente de luz y calor. Y el hecho de que la Revolución Industrial avanzara imparable hacía que no hubiera vacaciones, así que todo resultaba más lúgubre que alegre.

Aunque hoy en día tenemos una idea de la Navidad como una época de alegría, en el siglo XIX mucha gente la vinculaba con la muerte, el frío, la nieve, la soledad, los recuerdos y la vejez… Todos, sin duda, temas muy fantasmales. Finalmente, como señala un artículo de la Smithsonian Magazine titulado “¿Por qué la gente cuenta historias de fantasmas en Navidad”, es inevitable relacionar la Navidad con el solsticio de invierno, una época de muerte y renacimiento. Fue con el paso de los años que la tradición de contar cuentos de muertos y aparecidos se integró al folclor propio del Halloween.

Durante la época victoriana, las historias fantasmales se escuchaban, leían y publicaban por montones en temporada navideña. Muchas de ellas se quedaron perdidas, oscurecidas por el tiempo e iluminadas únicamente por la luz del Espíritu de las Navidades Futuras. Pero, para fortuna de los amantes de los cuentos macabros, ha habido más de un intento por recuperarlas. Un ejemplo es la antología The Valancourt Book of ​Victorian Christmas Ghost Stories, que cuenta con tres volúmenes publicados hasta el momento. Los antologadores realizaron una labor titánica para recopilar las historias, y sugieren en el prólogo de la edición que ésa es una costumbre que podría rescatarse en estos tiempos de smartphones y servicios de streaming. Y creo que tienen razón.

Portada de 'The Valancourt Book of ​Victorian Christmas Ghost Stories'

También duendes y detectives

Pero la variedad de las historias navideñas durante la época victoriana no se limitaba a los fantasmas. Por ejemplo, dentro de la bibliografía de Dickens está la “Historia de los duendes que raptaron a un sepulturero”, que es lo que hoy llamaríamos un spin-off de la Canción de Navidad. Se trata de la experiencia de un enterrador, Gabriel Grub, quien al igual que Scrooge detesta la Navidad, y en Nochebuena es secuestrado por un grupo de duendes que le dan un escarmiento. Como se puede esperar, a partir de ese momento Grub ama la Navidad. También sir Arthur Conan Doyle escribió una aventura de Sherlock Holmes ambientada en Navidad, titulada “El carbunclo azul”, en la que una oca no funge como platillo navideño, sino que esconde en su interior una piedra preciosa.

Dickens y la Navidad

Volviendo a Dickens, autor del más famoso cuento de fantasmas navideño, podemos decir que supo inyectar de vida y energía la Navidad. Mezcló, como sólo un genio puede hacerlo, los elementos macabros del género gótico con la felicidad hogareña. Su trama es perfecta y sin un solo símbolo cristiano; más bien se enfoca en la bondad, la reconciliación, la redención, la compasión y la felicidad en el seno familiar: temas por completo dickensianos… y también humanos. Así, el autor de Oliver Twist reescribió la forma en que se celebraba la Navidad; por ello, no es coincidencia que la primera tarjeta de navidad impresa se haya enviado en 1843, el mismo año que se publicó Canción de Navidad.[1

Dickens no inventó la Navidad, pero sí la redefinió. Y si bien la experiencia de Scrooge con los fantasmas es su más famosa narración navideña, Dickens abordó el tema en su “pentalogía navideña”, compuesta por El grillo del hogar, La batalla de la vida, El hechizado, Las campanas y, desde luego, la obra que nos ocupa, que valdría la pena volver a leer — o conocer, si no lo has hecho— en estos días.

Dickens decía que el corazón humano tiene muchas cuerdas, y el perfecto conocedor sabe tocarlas todas, como un buen músico. Qué mejores palabras para definir la emoción de las fiestas de fin de año.

Cierre artículo

[1] Todo este impacto queda plasmado en la película Dickens: el hombre que inventó la Navidad (2017), de Bharat Nalluri.

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